El Instituto de Stephen King
Se dio cuenta de que no lo consideraba un niño en absoluto. En su mente había establecido una distinción drástica. Él era un objeto de estudio. Uno lo obligaba a hacer lo que quería y, si no obedecía, le administraba lo que los psicólogos llamaban «refuerzo negativo». ¿Y cuando terminaban las pruebas? Uno se iba a la sala de descanso a tomar un café y un brioche con pasas y hablaba de sus hijos (que eran niños de verdad).
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