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Críticas sobre Los Buenos (20)
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Emocionaria
 16 December 2023
Leer "Los Buenos" te transporta a un valle de Irlanda del Siglo XIX en el que el día a día de sus gentes está impregnado de calamidades y dureza.

La muerte acecha en cada rincón y no distingue entre ancianos o neonatos. Los Buenos cambian niños, se los llevan. Como a Micheal, el nieto de Nora, que tiene un duende que le impide desarrollar capacidades motoras, hablar, ser un niño de 4 años normal. Es un niño postizo.

En Los Buenos la autora parte una vez más de un suceso real para crear una historia sobre cómo mitos y leyendas envolvían y emponzoñaban las vidas de aquellos que vivían en la humildad rural de aquella Irlanda. Lo magnífico de este libro no es tanto la historia en sí, sino la capacidad de trasladarte a ese escenario, oler la humedad de los campos embarrados, oír los gritos del pobre Micheal, tocar las plantas que Nance utiliza para sanar? a las gentes del valle, sentir el pesar de Nora ante su soledad.

Lo inexplicable, lo diferente, sirve a lo popular para caer en creencias y misticismos.

Una auténtica delicia de lectura que no ha llegado en su mejor momento y que, sin embargo, ha conseguido mantenerme dentro de la historia.
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rebetascon
 20 September 2023
Este libro se ha colado entre mis favoritos del año, ya el año pasado me pasó lo mismo con "ritos funerarios," y definitivamente os recomiendo a esta autora, pienso leer cada cosa que publique.
Partimos de una idea principal, basada en un hecho real en el S.XIX, concretamente un infanticidio, pero, de ahí la autora nos lleva por un sendero profundamente documentado pero en simbiosis con la ficción, de forma magistral he de decir.
La autora nos traslada gracias a su pluma, y su facilidad de meterte en la historia, a una pequeña aldea irlandesa, un lugar en el que las supersticiones y la magia tienen una papel fundamental en la vida de sus habitantes, hasta el punto de lo irracional. La escasez de recursos, así como la ignorancia hacen que sus habitantes hayan asimilado costumbres y creencias del folclore.
La pluma de Hannah, muy lírica, y con toques oníricos, hace que sientas que estás allí mismo, que sientas los olores, las descripciones, las emociones de las protagonistas...la Naturaleza se convierte en un personaje más.
Relato por otro lado duro, que a pesar de estar escrito de forma increíble, te genera mucha impotencia y frustración, repulsa en muchas ocasiones, pues no escatima en detalles, muchas veces molestos, pero salvando estos detalles, te metes en la historia de forma plena.
Una historia de las que te dejan huella y no te dejan indiferente.
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MayteRatitadebiblio
 01 August 2023
Una de mis mejores lecturas en lo que va de año es esta segunda novela de la australiana Hannah Kent. Una autora que tras tocarnos el corazón con la maravillosa Ritos funerarios, se saca de la manga una historia basada en un infanticidio acontecido a principios del siglo XIX en un remoto valle de Irlanda a consecuencia de creencias populares llevadas al extremo. Unos hechos que confrontan el sentir de un pueblo, ponen en jaque la antiquísima lucha entre mito y ciencia, y sacan a flote el folklore más arraigado, aquel que hace mella en el sentir y pensar de un pueblo.

Lo curioso de este libro es que aquel hecho que a priori más nos llama a la atención de su trama, es precisamente el menos importante. Es por ello que esta novela es una magnífica sorpresa tanto en su ambientación, que nos traslada de lleno a una pequeña aldea en la Irlanda más profunda, como en el grandioso mundo interior y desarrollo de sus personajes, que gozan de una fuerza sin parangón haciendo de su conjunto la voz viva de un pueblo. Junto a ellos, empatizamos, entendemos, disculpamos, e incluso creemos en hechos improbables; la autora arrincona al lector entre la espada y la pared en una serie de juicios de valor a priori impensables.

La narrativa de Kent es poética, cargada de lirismo y belleza en cada descripción y situación. de su mano viajamos por los bosques irlandeses, nos calentamos al calor de la lumbre, probamos y degustamos la botánica más autóctona y sentimos el frío que aporta el invierno, el río y el miedo.

Dotada con el mágico toque que le otorgan los mitos y creencias más populares, la novela nos transporta a un mundo poblado de sueños y miedos ancestrales. Junto a ellos, conviven temas de la importancia de la religión, el papel de la mujer, la violencia o la maternidad. Os emplazo a acompañarme a conocer a Los buenos, porque será un viaje que os dejará huella. Una lectura inolvidable.

 

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lavieenwords
 30 July 2023
Hannah Kent tiene un don para hacer que nuestro cuerpo entero viaje en el tiempo y en el espacio, cruce océanos y se persone en medio de los campos irlandeses, que seamos capaces de oír la lluvia caer sobre la techumbre de paja, de oír crepitar el fuego en el lar. Nos transporta al lado de familias caídas en desgracia, de viudas desesperadas, de niñas que se ven obligadas a callar para sobrevivir. Nos despierta la curiosidad por la tradición y la creencia, por los ritos que purifican el alma, por las plantas que llevan a la sanación.
Un infanticidio real dio pie a esta gran obra de Hannah. Igual que un último ajusticiamiento llevó a la luz a Ritos funerarios. Y aunque no sea una segunda parte de nada, sí es una continuación de una autora que nos invita a mirar un poco más allá.
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entresomnis
 15 July 2023
De nuevo Hannah Kent, como en Ritos funerarios, se basa en un hecho real, esta vez de infanticidio, para relatarnos las costumbres, creencias y supersticiones de los pueblos de la Irlanda profunda del S- XIX. Duendes y hadas llenan los bosques de magia, espíritus y rituales paganos guiando a esas gentes que se dejan llevar por su ignorancia. Pero los buenos, así les llaman para que no se ofendan, no son personajes sacados de los cuentos infantiles.

La autora consigue adentrarnos en la espesura de los bosques y en las creencias ancestrales de forma magistral y, aunque desde el inicio se nos desvela el desenlace, la atracción que despierta esta atmósfera oscura y la intriga por cómo se desarrollará todo no le resta interés.

El costumbrismo va de la mano de la magia. Las creencias paganas conviven con las católicas. La naturaleza es su aliada y su enemiga, que guarece o castiga de igual manera. La ignorancia de esas gentes que desconocen la razón de sus males, que se aferran a una fe que han heredado de sus antepasados como forma de explicar lo que no entienden, puede ser peligrosa. Unas creencias que llevadas al límite tienen consecuencias y pueden provocar desgracias.

¿Se puede culpar a quien no sabe lo que hace? ¿Se puede juzgar a alguien por su fe y su ignorancia? Ser analfabetas no las convierte en criminales. Se las puede entender, pero se hace difícil aceptar y perdonar. Su corazón no conoce la maldad pero la inocencia les tiende una trampa. Una historia muy angustiosa, cruel y descorazonadora que golpea y hiere susceptibilidades.

He sentido pena por esas mujeres que la ignorancia no les deja ver con claridad, el miedo a lo desconocido las aferra a la magia. He sentido frustración por no poder ayudarlas. Y cuando una novela despierta todos estos sentimientos no puede más que deberse a su calidad literaria. Otro libro más para reafirmar que Hannah Kent se ha convertido en una de mis escritoras favoritas.
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galegalendo
 15 July 2023
Segunda novela de Hannah Kent, segunda vez que me atrapa la historia que nos cuenta. de nuevo, la autora australiana ha cogido un acontecimiento real, se ha apropiado de él y nos ha llevado esta vez a Irlanda.

Cogiendo como fuente de inspiración un infanticidio perpetrado en 1826, nos comparte en esta novela el impacto del folclore mágico irlandés en las mentes de la gente de esa época. Aquí, vemos cómo esas creencias juntan a tres mujeres alrededor de las cuales giran las vidas de vecinas, amigos, familiares y detractores. Cada capítulo lleva además el nombre de una planta con poderes curativos, lo que nos adentra aún más en esa época donde la naturaleza tenía mucho más peso en nuestras vidas.

El trágico destino del pequeño Micheál es guiado por Nóra Leahy, Mary Clifford y la curandera Nance Roche. Y es con esta trama inquietante, llena de magia y misterio, que nos sumergimos en un mundo de supersticiones que el nuevo sacerdote intenta eliminar.
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Palabradelectora
 02 December 2021
"Ritos funerarios", además de ser una de mis mejores lecturas del año pasado, convirtió a Hannah Kent en una de mis imprescindibles. Leer "Los Buenos" era mi gran tarea pendiente y no quería terminar el año sin hacerlo.
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La novela nos traslada hasta un alejado valle de la Irlanda de 1825. Allí seguiremos los pasos de tres mujeres unidas por la superstición y la desgracia. Nora Leahy, una viuda que carga con el cuidado de su nieto, un niño al que cree maldito; Mary Clifford, la joven que Nora ha contratado como criada y Nance Roche, una anciana conocedora del poder de la naturaleza y que se vale de plantas y ensalmos para curar a sus vecinos.
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Hannah Kent vuelve a valerse de un hecho real para contar una gran historia. En este caso toma como base un caso de infanticidio ocurrido en la Irlanda rural de principios del siglo XIX. Una época de creencias y supersticiones, religiosas y populares. Hanna Kent logra meternos de lleno en el folclore irlandés; un mundo de duendes y hadas, de maldiciones, mal de ojo y encantamientos. Unas creencias que convierte a sus personajes en víctimas de su tiempo y su propia ignorancia, arrojandolos a buscar consuelo en la magia y la hechicería.
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"Los Buenos" es un libro lento. La autora se toma su tiempos para contar una historia que, aunque conocemos el desenlace, nos absorbe y leemos con desasosiego porque Hannah Kent logra que la ambientación hable, que el ambienteo opresivo que envuelve a los personajes te envuelva ti también. Te sumerge en los bosques, en el gélido invierno, en el sofocante calor del verano, padeces la hambruna y el aislamiento. Vemos el paisaje con la misma fuerza con la que vemos a las protagonistas; todas ellas mujeres complejas, con luces y sombras, que amas y odias por igual.
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Y, aunque "Ritos funerarios" sea para mí insuperable, leer "Los Buenos" ha sido conmovedor y emocionante. Sin duda, una de mis mejores lecturas de año.
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Madamemim83
 12 April 2021
Nos situamos en 1825 en un remoto pueblo de Irlanda, donde conocemos a tres mujeres. Por un lado está Nora, una mujer que ha perdido a su hija y a su marido recientemente, y que se queda sola al cuidado de su nieto, un niño que no puede hablar, ni caminar, y al que tiene oculto, para que sus vecinos no crean que ha sido víctima de una maldición de los Buenos. Poco a poco, Nora se va viendo sobrepasada por la situación, y contrata a la joven Mary Clifford para que la ayude, a la vez que recurre a la curandera Nance Roche, para tratar de buscar un remedio.
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Basándose en una historia real, y de un modo trágico y evocador, la autora crea una trama donde se mezclan la realidad y la superstición, en una época en la que la ciencia médica era casi inexistente en la sociedad rural.
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Hannah Kent ya me había conquistado en "Ritos funerarios", y con "Los Buenos" ha vuelto a hacerlo, especialmente con su gran capacidad para trasladarte a otros lugares, y a otras épocas, haciéndote sentir el frío, la humedad, y la miseria, como si estuvieses allí y fueses un personaje más.
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Se agradece encontrar autoras originales que se salen de lo habitual, que arriesgan, y que tienen la capacidad de otorgar belleza a las historias más perturbadoras. Con está lectura confirmo que Hannah Kent ya es una de mis autoras favoritas. Simplemente brutal.
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Koke
 03 December 2020
Con su segunda novela, Hannah Kent vuelve a hacer un increíble trabajo de investigación, esta vez para mostrarnos las tradiciones, creencias y supersticiones de esos pueblos, antiguos y alejados de las grandes ciudades, en las montañas de la vieja Irlanda.

No me voy a entretener en hablar de sus personajes o su narración porque me parecen impecables. En su lugar, quiero comentar algunos de los temas que trata y cómo me han dejado pensando mucho estos últimos días.

En primer lugar, el duelo. No es spoiler comentar que la novela comienza con una muerte en su primera página. Esto nos va a permitir seguir la pérdida de una de las protagonistas muy de cerca, para mí ha sido algo tan íntimo que me he descubierto echando de menos a esos personajes que nunca conocí. Resulta desgarrador y precisamente por este dolor se mueve gran parte de la trama, me ha encantado.

Por otro lado tenemos la brujería. Se encuentra enmarcada en una época de transición (al menos en este pequeño valle) entre el deseo de mantener las viejas creencias y la llegada, -casi impuesta, pero no del todo- de la modernidad, la medicina, el catolicismo. La autora nos da la oportunidad de conocer varios puntos de vista en lo referente a la bruja, la curandera, la partera, la plañidera, aquella que tiene “el saber”; esto enriquece muchísimo la historia y hace que sea complicado, al menos para mí, posicionarte en cuanto al siguiente tema.

La intrusión en la cultura local. ¿Es lícito que se prohíban creencias o prácticas cuando el resultado, voluntaria o involuntariamente, conduce a una desgracia para los implicados o terceras personas? Esto me viene persiguiendo casi desde que comencé la lectura y lo bueno del libro es que no se posiciona. Si bien puedo sentir la empatía de la autora por uno de los personajes, en ningún caso puedo decir que idealice ni la ciencia ni las creencias espirituales.

Hay muchas más cosas para comentar: la presencia de la naturaleza; el papel de la mujer como madre y posesión; la figura del cura como autoridad; el miedo a lo que no se comprende; incluso ese final agridulce, tierno y doloroso.
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Inquilinas_Netherfield
 14 May 2020
Hace justamente un año os hablé de Ritos funerarios, una de mis mejores lecturas de 2019 sin lugar a dudas. La narrativa y el estilo de Hannah Kent me llegaron tanto que esta autora pasó a engrosar las filas de mi reducida lista de autores contemporáneos imprescindibles, esos de los que sé que leeré hasta la lista de la compra si se deciden a publicarla. Leer Los Buenos era solo cuestión de tiempo.

Condado de Kerry, Irlanda, 1825. Martin ha caído fulminado en la encrucijada de los suicidas sin razón aparente. Estaba bien, una mano al pecho, muerto. Su mujer, Nóra, no es capaz de hacerse a la idea. Pocos meses antes también perdió a su hija, Johanna, por culpa de una extraña enfermedad. Su nieto de cuatro años ha vivido desde entonces con ellos y ahora le toca hacerse cargo a solas de él. Y para Nòra no es plato de gusto. Micheál no es un niño normal... lo fue durante sus primeros dos años de vida, nació como un niño sano sin problemas, pero empezó a cambiar al mismo tiempo que su madre empezó a enfermar: dejó de hablar, dejó de comunicarse, dejó de andar... y se ha convertido en un tullido. Un médico le ha diagnosticado cretinismo, pero el cretinismo es congénito, y Micheál nació bien. A Nóra no le cuadran las cosas, a sus vecinos tampoco, y de una manera o de otra se lo hacen notar. Demasiadas desgracias desde que llegó el niño a la aldea, y las que quedan por venir. El cura que visita el valle se niega a ayudarla, da al niño por perdido sin remedio, así que Nóra tiene que mirar hacia otro lado, el lado de los espíritus, aquel que comienza allá por el espino blanco que marca la frontera con la tierra de las hadas. ¿Y si Micheál fuese un niño postizo... un niño cambiado? ¿Y si al niño original se lo hubiesen llevado los Buenos dejando a un duende en su lugar? Todos lo creen y llega un punto que Nóra también empieza a creerlo. Se convence de ello. Y Nóra quiere a su nieto de vuelta cueste lo que cueste, porque esa cosa que chilla, grita, no crece y tiene piernas inútiles no es su nieto. Los Buenos tienen que llevarse lo que es suyo y devolverle al verdadero Micheál. Y ese es el comienzo del fin para el niño.

La primera frase de la sinopsis lo dice todo, la novela cuenta un caso real de infanticidio, así que en Los Buenos no hay cabida para sorpresas ni giros de trama. Por mucho que tarde en llegar el momento (y Hannah Kent se toma su tiempo), esa muerte llega: ese niño muere. Y lo que hace la autora es lo mismo que hizo en Ritos funerarios, prepararnos para ese momento sin prisa pero sin pausa poniendo sobre la mesa las cartas que tan bien se le da barajar: una ambientación simplemente magnífica y un trabajo profundo y exahustivo con los personajes. Con esos dos elementos, una prosa rica y evocadora, y una historia que ya de por sí es sumamente interesante por las circunstancias que la rodean y la terrible consecuencia que se deriva de ellas, Kent construye una vez más un libro que cuesta soltar, que atrapa al lector y que lo envuelve. Sabe que el lector anticipa y conoce el desenlace del libro y que tiene que ofrecerle algo muy bueno para mantenerle aferrado a las páginas, y lo hace con una soltura y una madurez narrativa sorprendentes.

La aldea donde se ambienta la historia se ubica en un valle aislado y constantemente inmerso en lluvia, frío, barro y niebla, donde sus habitantes viven de poco más que patatas y poitín (bebida destilada altamente alcohólica y típica de Irlanda). Todos se conocen, gran parte de ellos están emparentados de un modo u otro y en un grado u otro, y los secretos no lo son en absoluto y escapan de la contención que suponen las cuatro paredes del hogar. Estas gentes viven sus vidas a medio camino entre la devoción a Dios y las supersticiones, y esa ambigüedad, ese andar por la vida con un pie en el cristianismo y el otro en el paganismo, marca el tempo absoluto de la historia. El padre Healy ha proclamado la guerra a las viejas costumbres ancestrales tan arraigadas en aquellas tierras, quiere eliminar los vestigios de ritos paganos, las tradiciones supersticiosas, pero lucha contra molinos de viento: lo que no hay que hacer en año nuevo, lo que sí hay que hacer los primeros nueve meses del nacimiento de un niño, los ritos cuando muere alguien, quien puede estar presente en un parto o en un velatorio, qué puede provocar mal de ojo, mujeres que se transforman en liebres y le chupan la sangre a las vacas, luces que aparecen donde viven los espíritus, los pelirrojos hijos del diablo...

Los duendes y hadas, esos Buenos del título, viven entre ellos, deciden a quien se llevan o, si no se lo llevan, a quien desgracian o perjudican. Tienen su hogar justo ahí, donde comienza el bosque en la Tumba del Gaitero, y hay que tenerlos contentos si no quieren sufrir su ira. Por eso, por mucho que en misa alaben al Señor y sean fervientes católicos, no pueden dejar de mirar hacia el otro lado, de escupir cuando ven a una pelirroja, de ver señales agoreras, de hablar sobre ellas, de presionar con ellas, de hacer daño con ellas y provocar pensamientos, reacciones y, en último término, consecuencias. La ambientación opresiva, sofocante y malsana es admirable, se mete en los huesos y consigue un aura de misterio y de anticipación sorprendentes para una historia que ya se sabe hacia donde se dirige.

En la sinopsis os he hablado de Nóra, la abuela de Micheál, pero lo cierto es que en esta historia son tres las mujeres sobre las que orbita buena parte de la narración y el otro puntal sobre el que se sostiene además de la ambientación. Nóra Leahy es una mujer que se ha quedado viuda y ha perdido el rumbo, que malvive carcomida por el infortunio y la pena y que permite que, en el inmenso hueco que ha dejado la muerte de su marido, se cuelen las supersticiones que le rodean y el profundo temor que tiene a ese ser que supuestamente es su nieto pero al que no reconoce en absoluto. Mary Clifford es una adolescente de apenas catorce años a la que Nòra contrata para que le ayude con la casa y con su nieto. El rechazo que Mary siente al principio por Micheál se transforma primero en pena y compasión y finalmente en un instinto protector que le hace sufrir y rebelarse contra el desprecio hacia su nieto que va creciendo poco a poco en el interior de Nóra. Y luego tenemos a Nance Roche, quizás el gran personaje de esta novela, una anciana que llegó veinte años atrás al valle y que vive en una choza justo en la frontera con la tierra de las hadas. Nance es partera y plañidera, su existencia gira entre dar la bienvenida a la vida y llorar la muerte. Tiene el don de curar y el saber concedido por los Buenos, y debe usarlos para sanar a la gente; si no lo hace, los perderá. Es Nance quien le confirma a Nóra que su nieto Micheál es un niño cambiado, un niño postizo, y quien le asegura que puede traer al auténtico de vuelta. El destino de estas tres mujeres estará, a partir de ese momento, indisolublemente entrelazado.

A partir de aquí asistimos a una lucha de poderes entre el folclore ancestral pagano, las supersticiones, la religión, la fe, la ignorancia, la oscuridad y el miedo mientras el destino de un niño de cuatro años ya está decidido. El camino se vuelve tortuoso, claustrofóbico. La aldea bulle, los rumores se arrastran de casa en casa, las acusaciones traspasan los murmullos y se pronuncian en voz alta. Llegamos a conocer bastante bien a muchos personajes, sus motivaciones, sus recelos, sus rencores... algunos hay honestos, que van de frente y contrapesan el oscurantismo imperante, pero son los menos y sus acciones apenas relevantes.

¿Y qué hace Hannah Kent con todo esto? Justamente lo contrario a lo que quizás se podría esperar pero que ya anticipábamos quienes hemos leído Ritos funerarios: no juzgar, no intentar influir en el lector, no dar nada por sentado. Da dos pasos atrás y lo narra todo con un tono que puede parecer aséptico pero que en realidad no es más que respeto por la historia real y sus protagonistas. Ni Nóra está loca, ni Nance es una bruja. O sí, quien sabe. O quizás son solo producto de una época, una sociedad y unas circunstancias y no se les puede culpar por ello. Repito, no las juzga, no las demoniza, simplemente las acompaña, y eso hace que el lector atraviese por muchas fases durante la lectura y que, en el caso sobre todo de Nance y Nóra, albergue muy distintas opiniones sobre ellas: tan pronto piensas que solo son gente buena pero ignorante y asustada (muy buena gente en el caso de Nance), como no entiendes qué carajo se les está pasando por la cabeza ni cómo pierden de vista el hecho de que tienen entre manos la vida de un niño.

En definitiva, Hannah Kent vuelve a hacer uso de un hecho real para novelar no solo lo que pudo ocurrir y cómo, sino el porqué, sin entrar en juicios paralelos ni diatribas morales. Se aleja de la Islanda del siglo XIX para adentrarse en la Irlanda del mismo siglo, y su sorprendente talento para ambientar sus historias no se resiente en lo más mínimo. Si a ello se suma que escribe muy, muy bien sin tropezar en el escalón de la prosa excesivamente florida, y que tiene una inteligencia especial para concebir personajes ambiguos sin enjuciarlos ni censurarlos, obtenemos Los Buenos, una muy buena novela.
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