Cosas pequeñas como esas

Entiendo que «Cosas pequeñas como esas» de Claire Keegan pueda quedarse corta para muchos lectores porque la trama ofrece mucho más contenido del que realmente se desarrolla y porque si comenzamos a bajar hasta las profundidades del pozo, la oscuridad podría ser infinita y la historia, por ende, también. Pero hay cierta brevedad en la perfección de las cosas y esta sería mi resumen de la obra: lo bueno nunca dura demasiado.

«Cosas pequeñas como esas» comienza tranquila y apacible, en una época cercana a la Navidad, y ofrece desde la primera página una caprichosa tendencia a recrearse en los detalles. Nos habla de Bill Furlong, encargado del depósito de carbón, con una familia humilde compuesta por cinco hijas. Descubrimos su pasado, un pasado cómodo, pero empañado por las circunstancias, como la ausencia de padre, la temprana muerte de su madre o una crianza en casa ajena.

La narrativa es pausada, carente de visceralidad, pero con una mística amenazante. Hay algo en esta aparente sencilla historia de Keegan que angustia desde el inicio, quizás por la nieve que cae, por ese precipicio interior al que se asoma el personaje, por las manos manchadas de carbón, por las familias necesitadas, por el pequeño pueblo, por la doble modalidad. Y, aunque tardamos en vislumbrar qué es esa sombra que se arrastra por el texto, cuando lo hacemos encontramos el nudo de la historia.

Dudaba de si habría nudo porque estaba siendo una crónica de detalles, pensamientos y sentimientos muy concreta. Estaba siendo un retrato de cosas pequeñas como esas, sin comillas, porque no me refiero al título. Pero sí que hay un momento de tensión, un punto álgido, un gran conflicto, en la parte final de este paseo literario.

Cuando las huellas de los lectores ya han dejado sus marcas en la nieve blanca en donde se comienzan a reflejar las luces de Navidad, conocemos lo que sucedió en Irlanda antes de 1996. Un acontecimiento real de esos en los que pesan los millones de silencios que hay alrededor de él.

La historia de Keegan necesitaba un personaje muy contundente, un espectro emocional muy concreto y un cruce de caminos para destapar el plato fuerte de la comida: la toma de decisiones. al final, la historia de Furlong deja de ser de él para reflejar las consecuencias de una sociedad que juega con la moral a su antojo. En lo singular, el protagonista se convierte en un vehículo acerca de las acciones individuales que sí están en nuestra mano tomar.

«Cosas pequeñas como esas» de Claire Keegan, que me ha recordado por momentos a libros de autores como Dickens, es un cuento que ilumina desde la oscuridad. Que juega con las pequeñas cosas, la cotidianidad y la rutina y los rituales diarios para mostrar el reflejo de nuestros actos. Que esconde en la tranquilidad de lo cómodo, la incomodidad de una conciencia intranquila. Todo ello dentro del marco de una ficción que podríamos considerar histórica.

Entiendo que las cosas buenas son breves. Y este libro nos enseña que por desgracia hay cosas malas que son demasiado largas. Narrarlas las puede hacer cortas para llegar a un drama sin drama, pero con mucho drama.

Una delicia de lectura. Con casi todos los componentes que se le pide a un libro con una crítica tan positiva como el que este está teniendo.

No existe fórmula para conseguir una vida plena (al menos yo no la conozco). La mayoría de los hombres buenos se conforma con una existencia tranquila, sin demasiados sobresaltos; formar una familia y trabajar de sol a sol para que no le falte de nada, ir a misa los domingos, dormir en paz.
Pero algunas noches, la paz de tu hogar se ve amenazada por aquello que viste, por lo que trataron de esconderte, por lo que crees saber. Y es entonces cuando comprendes que esta vez no podrás pasar de largo. Y decides intervenir. Por aquellas que no están y por las que llegarán después. Porque tu manera de ser está hecha de pequeñas cosas que te dijeron, de pequeños gestos que te inculcaron y que aún hoy, cuando ya creías haberlo visto todo, se mantienen en pie.
Esas pequeñas cosas son las que darán respuesta a todas tus dudas. Y quizá no consigas que el mundo cambie. Quizá, incluso, te metas en algún que otro problema. Pero al menos sirven para que tu deuda con la vida se aligere un poco más.

Hacer o no hacer.
Hacer: y arriesgarse a un futuro incierto.
No hacer: que es lo más cómodo, lo más fácil, lo que menos problemas da, pero luego ese "no hacer" te hace sentir incómodo.
Cada persona, en cualquier parte del mundo, con su propio juicio o su propio sentido común, sabe si algo está bien o está mal. No necesita que "nadie" se lo diga. Cada persona es consciente de esa diferencia, y, por ello mismo, diferencia lo que es justo de lo que no. Todos sabemos, cuando hacemos, decimos u obramos, si lo que hacemos está bien o está mal.

Esta novela corta, de tan solo 90 páginas, es lo suficientemente "grande" para reflexionar sobre este punto. Sobre la pasividad de las personas (sabiendo que están pasando cosas de gravedad). Sobre esas personas que no quieren involucrarse para no crearse problemas, que miran a otro lado, que silencian ciertos hechos o no les dan la importancia que tienen y que bajan la cabeza...
Y luego está la conciencia. Esa conciencia que sale para avasallar la mente del que ha visto lo que ha visto, y visto lo visto no puede acallar la evidencia.

Ya había leído a esta autora, y además recientemente: "Tres luces".
En esa anterior obra la autora es preciosista, llana, sencilla.
Aquí también.
Dibuja escenarios con dos líneas, se recrea en detalles de lo cotidiano... y luego, como si empuñara una espada, "deja caer" de un sablazo, sin avisar, el quid de la cuestión como si nada, con sutileza, como si no le diera importancia.
Ya lo hizo también en "Tres luces" y aquí ejecuta la maniobra de igual forma, lo que te obliga a estar atenta en la lectura porque no sabes cuándo va a saltar la liebre.

Lectura amena, sutil y para reflexionar sobre cómo nos comportamos en sociedad. Una historia llena de matices, para mí más lograda y más perfecta que "Tres luces".

Una maravillosa historia que he recibido gracias a @babelioespanol y #masacríticaespaña y también a @eternacadenciaeditora .

Cosas pequeñas como esas de Claire Keegan
¿Cómo llegué a este libro? Fue una recomendación del año pasado de Maite @cuaderna_via en Instagram y la semana pasada me lo recordó Inma de @loqueinmalee

Ya conocía a la autora, este es su cuarto libro. El año pasado leí Tres luces.

Está ambientada en un pueblo de Irlanda, invierno de 1985.

El protagonista es Bill Furlong, casado y con cinco hijas, tiene una pequeña empresa de venta de carbón, turba, antracita, carbonilla y troncos. Nació el 1 de abril de 1946, el día de los tontos, April Fool's (es igual al día de los inocentes en España).

Fue buen hijo, buen estudiante, y es un buen padre, un buen esposo, y un buen jefe.

Reseña completa en mi blog:

Enlace: https://www.cruzromon.com/co..

Esta es una historia muy corta y sutil, es el segundo libro que leo de la autora y ya puedo afirmar que la pluma de Claire Keegan es muy sutil.

Una historia que arranca muy suave y casi como en un abrir y cerrar de ojos, te hace chocar con la realidad. Una realidad dura, incomprensible, pero que muy a pesar de lo que podamos pensar, existió, sucedió de verdad.

Bill Furlong, el protagonista de esta historia, es un hombre amable y trabajador. Su única preocupación es que a su esposa y a sus cinco hijas no les falte nada. Lleva una vida tranquila y rutinaria, hasta que un día se involucra en una situación que lo deja en medio de una encrucijada.

Y ahí está lo interesante de esta historia, porque el protagonista, que podríamos ser todos, se encuentra ante la disyuntiva de dejar que todo siga como esta, sin implicarse o tomar una decisión arriesgada y hacer lo correcto, sin importar las consecuencias.

El punto interesante de este libro, es que en el trasfondo de esta historia que parece sencilla, se logra hacer visible el drama de las “Lavanderías de las Magdalenas” en Irlanda.
Se sabe que entre 1922 y 1996 hubo seis lavanderías funcionando en toda la República de Irlanda, las cuales eran sostenidas por la Iglesia Católica y el Estado. Las internas tenían que hacer duros trabajos físicos, especialmente en lavanderías. Se estima que unas 30.000 mujeres y niñas fueron internadas en dichos lugares durante este período, por lo general en contra de su voluntad.


Cómo ya dije, es un libro muy breve y conciso, que tiene una historia muy bien contada. Para mí, es de esos que hay que leer si o si.

Creo sinceramente que es mejor acercarse a este libro sin saber demasiado. de hecho, la sinopsis no desvela nada.
Sin embargo, es cortito y concentrado. Pero, es tranquilo e inquietante. Es navideño y helado pero también es sofocante. Es una pequeña joya llena de emociones contenidas, relaciones familiares y cosas pequeñas como estas.
Irlanda. Años 80. Furlong trabaja incansablemente para que nadie se quede sin leña y pasan cosas. Si quieres saber cuáles, lo mejor será que lo leas y ya me lo agradecerás después.

Nos encontramos ante una novelette de apenas 90 pags ambientada en Irlanda la víspera navideña de 1985.

▫️En un pequeño pueblo irlandés, Bill Furlong un padre de familia atento y trabajador vende carbón y madera.
Se desvive para que a su esposa y a sus cinco hijas no les falta nada estando siempre inmerso en una rutina constante pensando en el bienestar de su familia.

▫️En "Cosas pequeñas como esas" Keegan se detiene en esas pequeñas cosas que lo cambian todo como hacer el bien, todo ello lo plasma en el personaje de Bill que tras entrometerse en un asunto ajeno a él comienza a revivir el amor recibido de niño.

▫️El tono de la historia es austero, por momentos un tanto lúgubre y neblinoso mostrando una relación de pareja, ése nexo de unión junto a la disparidad de opiniones conyugales que crean un dilema moral de no saber si hacer caso a la razón o al corazón cuando uno decide realizar una obra de buena fe o caridad.

▫️Me ha gustado la mención a la lavandería de la Magdalena dónde fueron escondidos y encarcelados niños y mujeres.
Al ser una historia tan cortita ése final me dejó con ganas de indagar más en la vida de los personajes, aún así el trasfondo ofrece grandes enseñanzas y valores.

osas pequeñas como esas nos traslada a Irlanda en 1985, un año marcado por muchos cambios políticos en el país, pero con la constante de que, a pesar del contexto, las tradiciones siguen su curso habitual.

Bill, un hombre casado y con cinco hijas, vive con cierto desasosiego esa Navidad, haciéndose preguntas sobre sí mismo y cuestionando también si está bien seguir en línea recta sin mirar alrededor, y es que, cuando te detienes a mirar, puedes ver que, bajo las luces navideñas, también hay miseria.
Este libro nos hace reflexionar sobre aquellas cosas pequeñas que no se ven a simple vista, pero que una vez descubiertas, no podemos dejarlas pasar y más cuando estas, chocan con las creencias que se nos han inculcado sobre amor y cuidar del prójimo.

La pluma de Keegan es magnífica, ya que cuenta mucho en pocas palabras. Además, el saber que lo que cuenta en esta historia es real, (sin importar que la manera de hacérnoslo llegar sea ficción), nos deja un sabor agridulce. No obstante, merece la pena leer esta historia.

Me ha gustado mucho y a pesar de que la review es corta, no quiero revelar demasiado de la trama, ya que creo que es importante ir casi a ciegas en esta historia y seguir los pasos de Bill.

Una novela de 90 páginas que se lee en un suspiro y se disfruta durante mucho tiempo después porque seguirás pensando en él.

En 1985 en un pequeño pueblo irlandés vive Bill Furlong, su mujer Eileen y sus cinco hijas.
Es un hombre tranquilo que vende carbón y madera, con una vida rutinaria y cuya única preocupación es que a su familia no le falte nada.
Es un hombre bueno, hijo de madre soltera, Mrs. Wilson los ayudó y él es lo que es gracias a ella.

Le conoceremos en los días previos a la Navidad y sus recuerdos sobre su infancia nos harán entender por qué tomará unas decisiones que no os quiero contar porque tenéis que leerlo.

Una novela sencilla aparentemente en el que las "cosas pequeñas" son realmente la clave de todo, una novela delicada que remueve y conmueve escrita con gran belleza pero que deja ver la dureza de la realidad existente, una novela que nos transmite la tensión cuando hay que elegir entre lo cómodo y lo correcto para que la vida tenga sentido, una novela que atrapa por la terrible historia de lo que sucedió en Irlanda y por como lo cuenta.

Maravillosa.


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