A veces me odio por no odiar mi cuerpo. Por no desear cambiarlo. A veces creo que eso me convierte en un fraude.
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A veces me odio por no odiar mi cuerpo. Por no desear cambiarlo. A veces creo que eso me convierte en un fraude.
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Estoy aquí, estoy vivo, soy yo y soy libre. Nadie puede quitarme mi derecho a vivir. Nadie puede hacerme invisible, porque soy real. No soy una fantasía.
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Nadie habla de las personas que sentimos eso, así que ¿cómo podía saber que estaba bien? Si somos invisibles, ¿cómo podemos sentir que es normal que existamos?
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Cuando tira de mí, creo que va a volver a abrazarme, pero en su lugar me inclina… y me besa. Igual que yo hice anoche, Nadim presiona sus labios contra los míos. El estómago me da un vuelco, como no lo hizo la noche pasada, y yo me sorprendo mirándolo de frente, sin fuerzas para apartarme. —Sigues siendo tú, sirena —me recuerda—. Sigues siendo Kay. |
Trago saliva, de repente consciente de que Nadim ha conseguido una vez más concederme un deseo: aquí nunca amanecerá.
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—Sé mi genio. Sólo por esta noche.
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Las respuestas no existen para ser del agrado de nadie, alteza —responde ella con cierta diversión—. Sólo para que se las busque. Y ese es nuestro destino: seguir haciéndonos preguntas por toda la eternidad.
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¿Y no es eso lo que todos queremos alguna vez en la vida? Sólo una vía de escape. Un lugar donde ser nosotros mismos, sin nadie que nos juzgue, sin nadie que decida cómo tenemos que vivir.
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Vende miedo, vende que luchas contra él y vences, y no tendrás que preocuparte de que tus súbditos se revuelvan. ¿No es esa otra manera de robar y engañar a la gente?
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Si tú estás allí arriba, seguro que hasta alcanzándote estaremos a años de distancia, como miembros de constelaciones contrarias. Puede que pasemos a formar parte de los Gemelos, cada uno completando un cuerpo diferente.
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¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?