Con sus novelas anteriores Ibon Martín se coronó como uno de los reyes del Euskal Noir, y con esta última entrega de la serie protagonizada por Ane Cestero viene a revalidar el título. El asesinato de una mujer en la cueva de Sandaili mientras practicaba un ritual de fertilidad es el punto de partida del nuevo caso de la Unidad de Homicidios de Impacto. El cuerpo, abierto en canal y vaciado de todas sus vísceras, reproduce las figuras de los apóstoles esculpidos por Oteiza en la facha de la Basílica de Arantzazu. Un asesino ritual pondrá en jaque a Ane y su equipo, en una investigación que se verá complicada por el coronavirus y las restricciones sanitarias. Tras un impactante arranque de esos a los que Ibon nos tiene acostumbrados, la historia echa un poco el freno, pero sin llegar a decaer el interés en ningún momento, ya que el escenario que plantea, tanto en sentido literal como al que se debe enfrentar la UHU debido a la pandemia resultan tremendamente atractivos. En esta ocasión deja el mar y la costa vasca de lado para llevarnos al interior de Euskadi, a las montañas guipuzcoanas y sus mitos, leyendas y supersticiones, que tan bien casan y tanto juego dan en la trama. Martín tiene la capacidad de hacer sentir al lector parte del escenario que describe, pudiendo casi percibir los olores, el frío o las sensaciones que experimentan los personajes. Oñati, la Basílica de Arantzazu…no conozco ninguno de esos sitios, pero la novela ha hecho que los añada a mi lista de viajes pendientes. Las localizaciones ofrecen múltiples posibilidades a nivel de trama, y el autor lo aprovecha con creces. La Escuela de Pastores, las abejas…no solo sirven para crear subtramas, sino para mostrar cómo sigue siendo la vida en la zona. El ambiente opresivo, oscuro y aislado que proporciona el escenario se ve incrementando gracias al COVID y el confinamiento perimetral al que se abocado el pueblo en que se producen los crímenes. Me resultaron muy interesantes las relaciones que se pueden establecer entre la situación sanitaria de ese momento, el miedo que provocó el virus y ese miedo a saberse encerrado en el pueblo con un asesino sin posibilidad de salir. Me gustó que el autor incorporase a la historia algo que todos hemos vivido y que, por tanto, podemos entender a la perfección. Los personajes habituales están de vuelta, y seremos testigo de los cambios que la pandemia ha ocasionado en ellos. Madrazo adquiere en esta ocasión mayor protagonismo, lo que provocará que Ane vea un poco amenazada su figura como líder del equipo. A priori Ane puede parecer una “antiertzaina”, pero a lo largo de estos tres libros hemos visto de dónde viene y la evolución que ha experimentado, lo que hace que aunque sus métodos a veces no sean demasiado ortodoxos y puedan parecer fuera de lugar, adquieran ahora todo el sentido. Un noir con una historia fantástica y una ambientación espectacular, en la que la tranquilidad de un escenario en apariencia idílico, se verá rota por un asesino ritual con un modus operandi de lo más curioso. Deseando leer ya un cuarto caso de la Unidad de Homicidios de Impacto. + Leer más |