El ladrón de rostros

Tras “La danza de los tulipanes" y “La hora de las gaviotas”, regresa Ibon Martín con una nueva aventura de la inspectora Cestero. Aunque los libros se pueden leer de forma independiente porque cada uno de ellos narra un caso distinto de investigación, es recomendable leerlos en orden por la subtrama de los personajes, de esta manera te permite entender el motivo de su forma de actuar en determinadas situaciones. Una novela con un ritmo narrativo que nos mantiene interesados durante toda la lectura, volveremos a juntar a los personajes y gracias a la forma de describir los lugares con detalles pero sin llegar a abrumar al lector nos trasladamos a Oñati un pueblo de montaña donde se desarrolla todos los sucesos del caso, lo que nos permite hacernos una idea del lugar. En esta ocasión lo que hace que en plena pandemia el equipo se desplace hasta este, en un primer principio tranquilo, pequeño pueblo de montaña será el macabro asesinato de una mujer que estaba llevando a cabo un antiguo ritual de fertilidad, una espectacular apertura para otra nueva aventura. La investigación nos lleva a que la muerte tiene similitud con un obra de arte que realizó el escultor Oteiza donde se pueden ver las figuras de los apóstoles en una macabra posición y que se encuentra en la basílica de Arantzazu, donde por circunstancias se hospedan los miembros de la Unidad de Homicidios de Impacto. Tras descubrir esto, nuestro equipo se tiene que poner la pilas ya que irán contrarreloj para conseguir parar a un asesino que si los pronósticos son acertados llevará a cabo la muerte de más personas para completar su imitación de dicha obra en el mundo real. Durante la investigación iremos descubriendo una historia muy bien hilada con un final que como siempre nos dejará con un buen sabor de boca al terminar el libro y con esperanza de que nos llegue una nueva aventura.