Que lo pongan a uno en libertad no quiere decir que lo liberen. Del presidio se sale; de la condena, no.
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Que lo pongan a uno en libertad no quiere decir que lo liberen. Del presidio se sale; de la condena, no.
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Nada importa morir, pero no vivir es horrible.
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El libro que el lector tiene ante los ojos en este momento es, de cabo a rabo, en conjunto y en sus detalles, fueren cuales fueren sus intermitencias, sus excepciones o sus desfallecimientos, el camino del mal hacia el bien, de lo injusto hacia lo justo, de lo falso hacia lo cierto, de la noche hacia el día, del apetito hacia la conciencia, de la podredumbre hacia la vida, de la bestialidad hacia el deber, del infierno hacia el cielo, de la nada hacia Dios. Punto de partida: la materia; punto de llegada: el alma. Al principio, la hidra; el ángel, al final.
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Una cosa es el terremoto del progreso y otra el zafarrancho de las pasiones y las ignorancias. En pie, sí, pero para crecer. Quiero ver hacia dónde vais. No es insurrección sino la que camina hacia delante. Cualquier otro levantamiento es malo. Cualquier paso violento hacia atrás es disturbio; retroceder es una agresión al género humano. La insurrección es el arrebato de furia de la verdad; los adoquines que levanta la insurrección lanzan la chispa del derecho. Esos adoquines no le dejan sino su lodo al disturbio.
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¿Llegará el porvenir? Parece casi lícito hacerse esa pregunta cuando se ven tantas sombras terribles. Sombríos enfrentamientos de los egoístas con los miserables. Entre los egoístas: los prejuicios; las tinieblas de la educación de los ricos; el apetito creciente por la embriaguez; un vahído de prosperidad que ensordece; el temor de sufrir, que, en algunos, llega hasta la aversión por los que sufren; una satisfacción implacable; un ego tan crecido que tapona el alma; entre los miserables: los deseos codiciosos, la envidia, el odio al ver cómo disfrutan los demás, las hondas sacudidas de la bestia humana que piden saciedad, los corazones colmados de niebla, la tristeza, la necesidad, la fatalidad, la ignorancia impura y simple.
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El crecimiento intelectos y ético no es menos indispensable que las mejoras materiales. Saber es un viático; pensar es algo de primera necesidad; la verdad alimenta tanto como el trigo. Una razón, ayuna de ciencia y conocimiento, adelgaza. Compadezcamos, igual que compadecemos los estómagos, las mentes que no comen. Si hay algo más desgarrador que un cuerpo que agoniza por falta de pan, es un alma que se muere de hambre de luces.
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¿Somos eso que puede llamarse hombres felices? Pues estamos tristes a diario. Todos los días tienen su pena grande o su preocupación pequeña. Ayer, nos hacía temblar la salud de alguien muy querido; hoy tememos por la nuestra; mañana vendrá un agobio de dinero; pasado mañana, la diatriba de un calumniador; al día siguiente, la desgracia de un amigo; y también está el tiempo que hace, o algo que se ha roto o se ha perdido; después, un gusto que le reprochan a uno la conciencia y la columna vertebral; en otra ocasión se trata de cómo andan los asuntos públicos. Son contar con las penas del corazón. Y así sucesivamente. Se disipa una nube y se forma otra. Apenas si hay día de cada cien en que la alegría sea plena y el sol esté del todo despejado. ¡Y somos de ese grupo pequeño que goza de felicidad! En cuanto a los demás hombres, viven en una oscuridad estancada.
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No se preguntaban dónde iba a llevarlos todo aquello. Se miraban como si ya hubieran llegado. Qué extraña es esa pretensión que tienen los hombres de que el amor llegue a alguna parte
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También existe una filosofía, clasificada como patología, que niega el sol; esa filosofía se llama ceguera.
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La educación social bien llevada siempre puede sacar de un alma la utilidad que reside en ella
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¿Cuál de los siguientes libros fue escrito por Gustave Flaubert?