En el reino de Akidavia gobierna el Eterno Emperador y cuando este fallece, tras miles de años cuidando de su pueblo, se reencarna para reiniciar el ciclo. El Consejo Imperial es quien se encarga de averiguar qué bebé alberga en su interior la nueva reencarnación para encontrarlo y llevarlo al palacio, donde le cuidarán y le educarán para ser el próximo gobernante de Akidavia. La decimoséptima encarnación es Vintanelalandali, una joven que aguarda ansiosa a que su pelo encanezca, pues esta es la prueba de que sus poderes como emperatriz han despertado y que por fin puede comenzar a gobernar oficialmente su reino, puesto que, mientras tanto, son sus Consejeros los que se encargan de guiar al pueblo.
Por otro lado tenemos a Kelan, un muchacho normal que vive tranquilo en una de las regiones de Akidavia junto a su padre. Kelan es conocido por ser un niño de la Larga Noche. La Larga Noche es el periodo que transcurre entre la muerte del Emperador y su reencarnación y se consideran días de incertidumbre y pesar. Sin embargo, el caso de Kelan es especial porque nació justo el mismo día en el que nació la Emperatriz, por lo que algunas personas le rehúyen por haber tenido la "mala suerte" de no ser él el Emperador encarnado. Pese a ello, la vida de Kelan transcurre con relativa normalidad hasta que un día decide aprender por su cuenta a plantar cereal. Las reglas de Akidavia son muy estrictas para poder guardar el equilibrio, por lo que cada región se encarga de fabricar o proporcionar un determinado material para el resto del reino y esto no se puede quebrantar. No obstante, Kelan, furioso porque la ración de grano que les corresponde a él y a su padre no es suficiente para mantenerlos alimentados durante el invierno, decide saltarse las normas e intentar cultivar cereal a escondidas. Lo que no sabe es que una acción tan inocente le condenará para siempre.
Como habréis deducido, esta historia está narrada desde dos perspectivas, por un lado la de Kelan y por otro la de Vinta. Vinta es una muchacha seria, estudiosa, inteligente, que es muy consciente de la responsabilidad que pesa sobre sus hombros y que invierte todo su tiempo y sus energías en comprender mejor cómo funciona el mundo y sus responsabilidades para convertirse en una buena Emperatriz para su reino. Por ello, se esforzará constantemente para dar lo mejor de sí misma y convertirse en alguien digno de gobernar y de estar a la altura de sus predecesores. Pero pronto se dará cuenta de que, mientras que su pelo no encanezca y no muestre los poderes propios de los Emperadores, sus Consejeros, quienes gobiernan Akidavia mientras Vinta se prepara, no la toman en serio. Esto hará que la propia Vinta tenga que buscarse sus artimañas para conocer el estado de su imperio e intentar averiguar por sus propios medios qué es lo que se cuece en palacio. Contará con la inestimable ayuda de Zaralane, su doncella particular, una joven dulce y encantadora que confía plenamente en las capacidades de su Emperatriz y que está dispuesta a hacer cualquier cosa por ella.
Kelan, por su lado, es un joven enérgico y apasionado que encuentra las reglas de Akidavia en cuanto al reparto de bienes del todo injustas. Es por eso que, buscando lo mejor para su familia, decide usar un poco del grano del que les corresponde para cultivar por su cuenta. Si consigue que el cereal crezca, su pueblo no tendrá que depender del comercio con otras regiones y podrán mantenerse por sí mismos. Pese a lo bondadoso de su acto, esto es algo prohibido por ley, por lo que será ajusticiado en cuanto un muchacho de su edad a quien este no le cae nada bien, descubra sus intenciones y le denuncie. Un acto inocente se convertirá en una pesadilla para Kelan, que vivirá experiencias inimaginables y cuyo destino terminará unido de manera inevitable con el de Vinta. Si bien los capítulos de Kelan tienen mucha más acción y son más intensos, sobre todo a partir del momento en el que se descubre que está plantando cereal, me resultó mucho más interesante el punto de vista de Vinta, quien recoge en su diario su día a día. Aunque su narración puede parecer un poco más surrealista en el sentido de que, pese a ser un diario, transcribe los diálogos tal cual y cosas así, lo cierto es que los tejemanejes palaciegos y todas las creencias referentes al Eterno Emperador me tenían cautivada, sobre todo porque desde el principio se puede intuir que no es oro todo lo que reluce y que hay algo oculto en lo que respecta a la propia Vinta, algo que ni ella misma sabe. Además, Kelan como protagonista no terminaba de caerme muy bien porque es un personaje bastante impulsivo y que actúa muchas veces sin pensar, un rasgo que no me atrae demasiado. Otro de mis puntos favoritos relativos a la vida en palacio son los drim, unos guardianes que utilizan máscaras especiales que les confieren poderes. Su misión es proteger a la Emperatriz y sus poderes son impresionantes y lo mejor de la novela. Eso sí, me habría gustado mucho que se hubiera profundizado más en sus habilidades, en su origen o en las pruebas selectivas que tienen que pasar los soldados para poder aspirar a convertirse en un drim.
El libro es muy ligero, se lee rapidísimo y te lo bebes casi sin darte cuenta. Alternar entre los puntos de vista de ambos protagonistas es un acierto porque ves desde diferentes perspectivas cómo se construye la trama y cómo se desarrollan los diversos conflictos que la componen. Además, el estilo de la autora está muy pulido y es una auténtica delicia leerla. La historia es muy original (como el por qué de los nombres de los personajes, por ejemplo) y eso hace que enganche y no puedas parar de leer. También me ha sorprendido gratamente que hay una pareja LGTB absolutamente preciosa y adorable, que, aunque ya me la veía venir de lejos, he disfrutado cada minuto de sus interacciones y se han ganado un trocito de mi corazón
Ahora bien, tengo que decir que este no ha sido de mis libros favoritos de
Laura Gallego y que ha habido muchos puntos en los que ha flojeado. Lo más evidente, y lo que mucha gente ha criticado con razón, es que es una historia muy predecible. Llega un punto en la novela, más o menos antes de la mitad, donde empiezas a intuir por dónde van los tiros, qué es lo que relaciona a Kelan y Vinta y cuál es el misterio detrás de muchos sucesos que están ocurriendo. Esto le quitó bastante encanto a la lectura porque una vez te das cuenta de ello, sabes perfectamente cómo va a terminar el libro. Aun así, eso no significa que no siguiera siendo disfrutable, pero obviamente se desvanece parte de la magia y hace que la obra pierda fuelle. Por otro lado, hay cierta relación de amor que no me gustó en absoluto porque se nota que su único fin es darle un giro de tuerca a una de las dos tramas de las que se compone la novela; y aunque eso en sí no es un problema, porque no es nada que no hayamos visto una y mil veces en otros libros, este romance apenas tiene desarrollo y transcurre en menos de cien páginas, por lo que la consecuencia del mismo y la actitud de uno de los personajes implicados me resultó forzada y poco o nada creíble. Por último, la construcción de mundo se me ha quedado muy corta. Para mí,
Laura Gallego es maravillosa en cuando al worldbuilding porque a pesar de que son universos sencillos en apariencia, terminan adquiriendo una complejidad increíble conforme te vas adentrando en la historia. Sin embargo, esto no es lo que ha ocurrido aquí. Siento que hay un montón de ideas maravillosas que se han quedado un poco por el camino y que merecían más hincapié como toda la mitología que rodea la figura del Emperador de Akidavia o, como he comentado antes, la existencia de los drim. Es un libro al que, para mi gusto, le han faltado páginas y ha ido demasiado al grano cuando la autora podría haberse extendido mucho más y haber profundizado en la gran cantidad de elementos interesantes que lo componen.
En cuanto al final, el hecho de que los plot twist se vieran venir con bastante antelación hizo que supiera más o menos cómo se iba a solucionar el conflicto principal y, por lo tanto, no me sorprendiera en absoluto. A su favor diré que, de todas formas, el final es redondo y perfecto, por lo que aunque intuyera lo que iba a ocurrir, no me ha disgustado ya que no considero que haya otro desenlace posible para esta historia y sus personajes.
El ciclo del eterno emperador es un libro que no defrauda, pero que, aún así, ha sido muy juvenil para mí. Es una historia predecible y eso puede estropear un poco la experiencia lectora y tiene una construcción de mundo muy interesante pero que no termina de desarrollarse. Aun así, hay muchos aspectos positivos como lo original de la misma, las intrigas de palacio y los problemas de Kelan o la propia prosa de la autora, que siempre es una delicia leer.
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