De todas las borrascas que pueden caer sobre el amor ninguna más fría y arrasadora que una exigencia monetaria.
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De todas las borrascas que pueden caer sobre el amor ninguna más fría y arrasadora que una exigencia monetaria.
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El hombre, al menos, es libre y puede recorrer las pasiones y los países, vencer obstáculos, gustar de las más lejanas felicidades. La mujer, en cambio, siéntese aherrojada de continuo.
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Acostumbrada a los aspectos sosegados de la vida, su espíritu tendía, como contraste, hacia lo accidentado.
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De todos modos no era feliz, ni tampoco lo había sido nunca. Cada sonrisa ocultaba un bostezo de hastío, cada alegría una maldición y los mejores besos no dejaban en los labios mas que el irrealizable anhelo de una mas sofisticada voluptuosidad.
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Su vida, en cambio, era fría como desván con ventanuco al norte, y el aburrimiento – silenciosa telaraña – hilaba su tela bajo la sombra en todos los rincones de su corazón.
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En el fondo de su corazón, sin embargo, estaba esperando que algo sucediera. Como los marineros naufragados, volvió la mirada desesperada a la soledad de su vida, buscando lejos alguna vela blanca en las brumas del horizonte. No sabía cuál sería esta oportunidad, qué viento la traería, hacia qué orilla la conduciría, si sería un chaleco o un tres pisos, cargados de angustia o llenos de felicidad en los ojos de buey. Pero cada mañana, al despertar, esperaba que llegara ese día; escuchó cada sonido, se sobresaltó, se preguntó que no había llegado; luego, al atardecer, siempre más triste, anhelaba el mañana.
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Su futuro se parecía a un pasillo largo, a cuyo final había una puerta bien cerrada.
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El deber, es sentir lo que es grande, amar lo que es bello, y no aceptar todos los convencionalismos de la sociedad, con las ignominias que ella nos impone.
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El amor, creía ella, debía llegar de pronto, con grandes destellos y fulguraciones, huracán de los cielos que cae sobre la vida, la trastorna, arranca las voluntades como si fueran hojas y arrastra hacia el abismo el corazón entero. No sabía que, en las terrazas de las casas, la lluvia hace lagos cuando los canales están obstruidos.
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Sentir lo que es grande, amar lo que es bello, y no aceptar todos los convencionalismos de la sociedad, con las ignominias que ella nos impone.
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises