Pretendía saber lo que se entendía exactamente en la vida por las palabras dicha, pasión y embriaguez que le habían parecido tan bellas en los libros.
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Pretendía saber lo que se entendía exactamente en la vida por las palabras dicha, pasión y embriaguez que le habían parecido tan bellas en los libros.
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¿Cómo querías que viviera sin ti? La felicidad crea hábito y luego ya no se puede vivir sin ella.
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¡Cómo añoraba los inefables sentimientos de amor que por aquel entonces trataba de imaginarse por medio de los libros!
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A los ídolos es mejor no tocarlos: algo de su dorada capa se queda inexorablemente entre los dedos.
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No necesito ir a una iglesia a besar bandejas de plata y a engordar con mi bolsillo un montón de farsantes que se alimentan mejor que nosotros. Porque se puede honrarlo lo mismo en un bosque, en un campo, o incluso contemplando la bóveda celeste como los antiguos.
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Recuerdo y conozco esa bruma azul como la de las montañas suizas, esa bruma que lo rodea todo en la época feliz y alegre en que se termina la infancia.
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Siempre hay, cuando alguien muere, una especie de estupor que se desprende, tan difíciles de comprender esa venida imprevista de la nada y resignarse a creer en ella.
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Y, seguro de ser amado, dejó de molestarse, e insensiblemente su comportamiento cambió.
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—¿No le ha ocurrido a veces —prosiguió Léon— encontrar en un libro una idea vaga que se ha tenido, alguna imagen borrosa que vuelve de lejos, y es algo así como la exposición completa de nuestro sentimiento más sutil?
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Lloraba por los terciopelos que no tenía, por la felicidad que no conocía, porque sus sueños eran demasiado anchos y su casa demasiado estrecha.
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Es un poema épico griego compuesto por 24 cantos, atribuido al poeta griego Homero. Narra la vuelta a casa, tras la guerra de Troya, del héroe griego Ulises