Ruido de fondo

—Piensa en las grandes poesías, melodías, danzas y rituales que han surgido de nuestra aspiración a una vida más allá de la muerte. Quizá esas cosas basten para justificar por sí mismas nuestras esperanzas y nuestros sueños, aunque, la verdad, nunca le diría algo así a un moribundo.

—La muerte constituye el mayor de los pesares. A ella es a lo único que nos enfrentamos. Eso es lo único que pienso. Aquí estamos hablando de una única cuestión: quiero vivir.

Grupos de nubes desfilan sobre la Luna mientras ésta se desplaza en dirección Oeste y las estaciones cambian siguiendo su montaje sombrío, hundiéndose cada vez más profundamente en la quietud del invierno hasta componer un helado paisaje de silencio.

¿Representan los secretos el túnel de acceso a un mundo soñado en el que a uno le es dado controlar los acontecimientos?

(…)afirma que es posible sentir nostalgia de un lugar aunque no te hayas marchado de él.

Él, por su parte, nos contemplaba desde una distancia prudencial, como si fuéramos extraños capaces de alimentar quién sabe qué resentimientos secretos.

Los parientes representaban un tema delicado, y formaban parte de un pasado turbio y complejo, de vidas divididas y de recuerdos susceptibles de ser puestos a flote por medio de una palabra o un nombre.

La rutina puede llegar a ser mortal, si uno la lleva al extremo. Tengo un amigo que afirma que ése es el motivo por el cual la gente se toma vacaciones. No es para relajarse, ni para divertirse ni para visitar sitios nuevos. Es para escapar a la muerte que existe en la rutina.

Ella continuó allí, con las rodillas dobladas, intentando absorber la crudeza de su presencia, su cuerpo nervudo y su rostro fatigado. Qué fuerza épica no representaría él para ella al cobrar forma de aquel modo en su cocina: un progenitor, un padre, cargado con todo el peso de los años, con su densa historia de asociaciones y conexiones, recién llegado para recordarle quién era ella, para arrebatarle su disfraz y, sin previo aviso, tomar temporalmente las riendas de su errabunda existencia.

—Las personas brillantes nunca piensan en las vidas que destrozan, precisamente porque son brillantes —añadí.