A medida que la fe abandona el mundo, la gente encuentra más necesario que nunca que haya alguien que crea.
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A medida que la fe abandona el mundo, la gente encuentra más necesario que nunca que haya alguien que crea.
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—A eso se reduce todo al final —dijo—. Nos pasamos la vida despidiéndonos de los demás. Pero ¿cómo despedirnos de nosotros mismos?
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—Piensa en las grandes poesías, melodías, danzas y rituales que han surgido de nuestra aspiración a una vida más allá de la muerte. Quizá esas cosas basten para justificar por sí mismas nuestras esperanzas y nuestros sueños, aunque, la verdad, nunca le diría algo así a un moribundo.
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—No hay motivo alguno para creer que la vida sea más valiosa debido a que es fugaz. Ahí tienes una declaración. Una persona tiene que saber que va a morir antes de que pueda comenzar a vivir con la máxima plenitud. ¿Verdadero o falso? —Falso. Una vez que ha quedado establecida tu muerte resulta imposible gozar de una vida satisfactoria. |
—¿Piensas que la vida sin la muerte sería hasta cierto punto incompleta? —¿Cómo podría ser incompleta? La muerte es lo que la convierte en incompleta. —¿Acaso nuestro conocimiento de la muerte no añade más valor a la propia vida? —¿De qué nos sirve un valor basado en el miedo y la ansiedad? Es algo inquietante, estremecedor. —Cierto. Las cosas más profundamente valiosas son aquellas que sentimos más seguras. |
—¿Crees que el amor es más poderoso que la muerte? —Ni por lo más remoto. —Bien —dijo—. No hay nada más poderoso que la muerte. ¿Crees tal vez que las únicas personas que temen a la muerte son aquellas que temen a la vida? —Eso es una bobada. Es completamente ridículo. —Perfecto. Todos tememos a la muerte en cierto grado. Quienes afirman lo contrario son personas superficiales y se están engañando a sí mismas. |
(…) sólo digo que no puedes defraudar a los vivos dejándote arrastrar por la autocompasión y la desesperación. La gente esperará de ti que seas valiente. Lo que la gente busca en un amigo moribundo es esa terca nobleza que se manifiesta en un discurso ronco, esa negativa a rendirse, esos destellos de humor indoblegable. Tu prestigio crece incluso mientras hablamos.
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—Tu categoría de condenado presta a tus palabras un cierto prestigio y autoridad. Me gusta eso. Creo que descubrirás que a medida que se aproxima el momento la gente irá mostrándose cada vez más interesada en lo que tienes que decir. Te buscarán.
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—La muerte constituye el mayor de los pesares. A ella es a lo único que nos enfrentamos. Eso es lo único que pienso. Aquí estamos hablando de una única cuestión: quiero vivir.
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Grupos de nubes desfilan sobre la Luna mientras ésta se desplaza en dirección Oeste y las estaciones cambian siguiendo su montaje sombrío, hundiéndose cada vez más profundamente en la quietud del invierno hasta componer un helado paisaje de silencio.
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