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Críticas sobre Solenoide (9)
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Guille63
 22 July 2023
“Envejecemos, esperamos tranquilos en la fila de los condenados a muerte. Somos ejecutados uno tras otro en el más atroz de los campos de concentración. Primero nos despojan de la belleza, de la juventud y de la esperanza. Nos envuelven en los ropajes de penitentes de las enfermedades, del cansancio y de la putrefacción. Se mueren nuestros abuelos, son ejecutados ante nosotros nuestros padres y de repente el tiempo se acorta, ves aparecer bruscamente ante tus ojos el filo de la guadaña.”

A veces me gusta horrores leer a Cărtărescu. A veces no sé a qué atenerme con él y quizás sea por eso que me gusta tanto leer a Cărtărescu... a veces.

Pero antes de seguir, quiero dejar bien claro que yo sí he llegado hasta la última página del libro. Lo digo por esas críticas que he encontrado en las que se hacen afirmaciones del tipo “llevo leídas 200 páginas... un 15%... un tercio de la novela... y no me hace falta más para decir que Solenoide es una obra maestra” . Sospechas de lectura incompleta que se extienden a esas otras en las que el crítico se limita a dar ciertos datos biográficos del escritor, añadir opiniones elogiosa de sus otros libros, mencionar las analogías con Pynchon, Borges, Kafka, Proust, Mann, Lovecraft y los cuatro o cinco lugares comunes que bien pudieran haber sido sacados de las siete páginas del explicativo posfacio de Marius Chivu. No me extraña, son 800 páginas de un texto muy personal y el tiempo del que se dispone es siempre limitado. Yo mismo he leído en vertical una parte no desdeñable del libro.

Y es que la novela es, y ahí va el más grande de los lugares comunes, la biblia del autor, hasta hay un fascinante remedo (¿parodia?) de hijo de dios enviado a un original y asombroso mundo con el propósito de hacerles llegar la buena nueva, aventura que el protagonista contará a sus nietos empezando con algo parecido a aquello de “he visto cosas que vosotros no creeríais” .

Como todo álbum blanco que se precie, lo contiene todo, incluidos sus excesos. Entre personajes extravagantes, escatologías varias, arquitecturas escherianas, teorías científicas singulares, ‘déjà vus', aparecidos y estructuras laberínticas, Cărtărescu expande hasta el infinito todos sus universos oníricos, fantásticos, terroríficos, surrealistas y/o futuristas que, mezclados en un continuo con la simple cotidianidad, limita y relativiza eso que denominamos “Realidad” y que el autor pone continuamente en cuestión. El delirio, la alucinación, la locura, la mística dejan de ser anomalías humanas para convertirse en parte intrínseca de la realidad, parte relevante y reveladora, dejando ésta de ser algo exterior a nosotros para convertirse en una compleja construcción de nuestra mente y, por tanto y en principio, superable.

"Algunas veces me siento como un niño pequeño ante un tablero de ajedrez. Has cogido el peón blanco y eso está muy bien. Pero ¿por qué te lo metes en la boca? ¿Por qué agarras el tablero y lo inclinas para que todas las piezas caigan? ¿Acaso será esta la solución? ¿Ganará tal vez la partida precisamente el que comprenda de repente lo absurdo del juego y lo tire al suelo, el que corte el nudo cuando todos los demás se esfuerzan por soltarlo? "

Acepto como una de las partes más hermosas de los textos de Cărtărescu sus generosas dosis de realismo mágico, todo el sortilegio de sus metáforas, de sus símbolos, incluso me cautiva su romanticismo, el gusto por lo sombrío, por lo escondido, pero en ocasiones me siento superado por sus, para mí muchas veces incomprensibles, sucesos onírico-fantástico-góticos y, desde luego, no comparto en absoluto la importancia y la capacidad reveladora que el autor les otorga.

“Todo sueño es un mensaje, una llamada, un portal, un agujero de gusano, u objeto multidimensional que tú, al interpretar, mistificas y malgastas... recibes instrucciones vitales en una lengua desconocida o en un código imperceptible para tus sentidos y, sin embargo, sabes que ahí están la clave y la respuesta... es eso que te susurras a ti mismo, tú, que sabes mucho más, que de hecho lo sabes todo, a ti, el que no sabe que sabe."

Toda esta metafísica naif de puertas y más puertas que nos permitan salir de la cárcel que es nuestro cuerpo, de sueños que encierran planes de huida de eso que decimos que es la realidad y que tanto nos limita, toda esta cosmogonía de adolescente fumeta en la que somos como “ácaros ciegos pululando en nuestra mota de polvo” e incapaces de salir de nuestra ceguera, me deja frío y hasta un poco pasmado.

Es cierto, no me gustan las respuestas, pero también es cierto que me fascinan las preguntas.

Me seduce la esencia de este innominado escritor que lo es sin serlo, la belleza y la intensidad con la que se describe su desasosiego, la fantasía de sus quimeras, su desesperada búsqueda de esa salida de sí mismo que tanto mueve a la piedad. Me impresiona su dolor por todo lo inevitable de la vida del ser humano, su candorosa adhesión al grito de los Piquetistas “¡Abajo la muerte! ¡No a la resignación!”. Me conmueve la melancolía y la nostalgia que tiñen sus recuerdos de Bucarest a pesar de la situación política y social de aquella ciudad gris y ruinosa de los años 80, la más triste y melancólica del mundo. Me enternece las posibilidades que el autor vislumbra en la literatura, su denuncia de los libros inofensivos y ornamentales, su ciega embestida contra la resignación ante la derrota.

“El mundo se ha llenado de millones de novelas que escamotean el único sentido que ha tenido la literatura: el de comprenderte a ti mismo hasta el final, hasta la única cámara del laberinto de tu mente en la que no te esté permitido entrar. Los únicos textos que deberían ser leídos son los no-artísticos, los no-literarios, los ásperos e imposibles de entender, esos que fueron escritos por unos autores locos pero que brotaron de su demencia, de su tristeza y de su desesperación como manantiales del agua viva.”

Y tras este gran viaje repleto de tiras y aflojas, Cărtărescu da un último salto mortal en las últimas páginas que vuelve a dejarme pasmado y sin saber a qué atenerme. Una gran vuelta de tuerca con devastadores efectos sobre todo lo leído que, vuelvo a repetir, son casi 800 páginas de búsquedas y más búsquedas de puertas y más puertas que nos permitan salvar todas nuestras limitaciones.

En fin, Marius Chivu acierta en muchas de las ideas que sobre el libro expone en el posfacio, y no es el menor de sus aciertos la advertencia de la bastedad de Solenoide y su potencialidad infinita en la interacción con cada lector. Será por eso que, a pesar de todo, me gusta horrores leer a Cărtărescu.


P.D. Para ser justo, me gustaría matizar mis discrepancias con esos supuestos conductos de escape de los que nos habla el autor. Además de su respuesta final, nada original pero seguramente la única digna de tener en cuenta, creo que hay otra más que, relacionada estrechamente con la anterior, y bellamente expuesta aquí por Cărtărescu, puedo suscribir en su totalidad y decir, como dijo el poeta, si Dios existe, es sexo puro.

“En el mundo sin espacio ni tiempo de la voluptuosidad infinita, paraíso infernal e infierno celeste, tuve de repente un orgasmo inigualable, como la brusca apertura en el cráneo de una inflorescencia criminal y sublime. Supe entonces que en realidad no existen ni el yo ni la voluntad ni la razón ni la piel ni los órganos internos, que más allá de su ilusión hay un mundo esculpido en placer, placer puro, como un estallido cegador más allá del cual no existe siquiera la nada.”

P.P.D. Aunque no concibo una realidad encubridora de mensajes trascendentales que deban ser encontrados, leídos y descifrados; aunque no comulgue con realidades imperceptibles a los sentidos preñadas de respuestas existenciales, no dejan de asombrarme algunas casualidades.

Solenoide” es una novela sobre el fracaso que gira en torno a un joven escritor y marido fracasado, una novela que se lamenta del fracaso de la literatura, del fracaso de cualquier grito de socorro, del gran fracaso de la vida que son el dolor y la muerte. ¿Y qué autor ejemplifica como nadie la estética del fracaso y del infortunio, qué escritor sostenía la quimérica aspiración de ser “un cero bien redondo”? Efectivamente, Robert Walser, casualmente el autor que acababa de leer en su maravillosa “Los hermanos Tanner”. Como pura casualidad fue seguramente que el libro con el que compaginé la lectura de “Solenoide” fuera la novela de Vila-Matas “Aires de Dylan”. En ella se narra una rocambolesca historia que se inicia en un congreso literario dedicado al fracaso y que, entre un escritor que siente su fracaso al final de su carrera y otro que prefiere la inacción y el fracaso buscado a la posibilidad del fracaso real, también se mencionan temas tan solenoidanos como son las realidades últimas, las conexiones extrañas que nos enlazan a todos y con todo, los sueños transmitidos entre diferentes mentes…, aunque bien es verdad que aquí con un claro sentido irónico (¿sólo aquí?).

Un libro este de Vila-Matas que también ofrece una respuesta: “¿Para qué tanto esfuerzo si a fin de cuentas, como decía Voltaire, «nadie ha encontrado ni encontrará jamás»? ¿No sería mejor tratar de vivir en un «estado poético»?”

¿Casualidad?

P.P.P.D. Y por si fuera poco, acabo de empezar la lectura de un libro titulado “La puerta secreta”, de Marlen Haushofer.

¿Hay alguien ahí que está intentando decirme algo? Si es así, por favor, hable más claro.
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EmilianoPD
 30 November 2023
Uno de los libros más horrorosos, abrumadores, desoladores y trágicos que pueda recordar, y también bello, verdadero, bondadoso. Lo que me había dejado presentir, lo que me había entusiasmado y asombrado en su Nostalgia (REM en especial) implosiona aquí en una espectacular epopeya ultrametafísica, plena de escenas inolvidables (ese destino final de "la ciudad que es el museo de la melancolía y de la ruina de todas las cosas") y de hallazgos expresivos rutilantes, felicísimos, estremecedores en su peculiar y personalísimo lirismo, en la que la crueldad rabiosa que impregna cada línea se redime al final en esa cadena de explosiones de vida de las diosas bifaces.

Juegos macromicrocósmicos, momentos fáusticos, sarcoptes y teseractos como atisbos de la realidad, la aorta del dolor exponiendo la Historia (ese párrafo que deberíamos tatuarnos todos en la frente), ternura desbordante, la maldición de Capote en las aguas del espejo, nosotros creciendo como un peciolo atravesado por venillas y arterias, salvando al niño del museo en llamas y buscando una puerta que no sea solo decorado, sino un trance de elevación: eso es esta exorbitante y extenuante novel; una interrogación constante y un aullido desesperado (ese ¡Socorro!...) contra el sinsentido y la razón pobretona cómplice de la miseria lineal y caníbal de la humana ¿demasiado humana? existencia.
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Beatriz_Villarino
 07 April 2020
Casi ochocientas páginas después de haber empezado esta novela, de letra pequeña además y con poco margen para escribir mis llamadas, he terminado, por fin, de leerla. Digo por fin, no porque me aburriese sino porque tengo tantas anotaciones que no sé por dónde empezar.

Solenoide es la autobiografía ficticia, imagino, de Mircea Cărtărescu. Confesiones de lo que le ocurre en una vida externa bastante anodina, frente a lo que vive en su interior; experiencias alucinantes en las que despliega la angustia que siente en una sociedad miserable, la sátira con la que golpea a una política ineficaz, lo onírico que puebla su subconsciente de miedo y terror ante su propia inseguridad, lo posmoderno que niega una verdad absoluta, el esperpento con que degrada a unos seres hipócritas y despiadados, el expresionismo con el que ataca al materialismo, a partir de elementos surrealistas, simbólicos, con los que explora sus emociones hasta que descubre la fuerza con la que afrontar un futuro esperanzador.

Pero Solenoide es también un tratado de escritura. Términos coloquiales confluyen con otros propios de la biología, las matemáticas, la física, la astrología, la literatura, y nos obligan a ir al diccionario una y otra vez hasta que nos damos cuenta, como el protagonista, de nuestras múltiples carencias «músculos piloerectores, revelación feérica, billones de creodas, sistema kárstico, sarcopto, rozagantes mejillas, anfitriones heteróclitos, enorme palma de agromegálico, sucesión teratológica, teseracto de ceniza, estatua criselefantina, carne hialina…».

El protagonista escribe un diario en el que confiesa ser un escritor frustrado. Su poema La caída refleja con humor negro lo que supuso su entrada en la literatura. Así pues se dedica a la enseñanza en un colegio de Bucarest, al que acude, como casi todos sus compañeros, de forma mecánica, sin ninguna motivación. Esta frustración no es nueva, lo acompaña desde la infancia, etapa asociada al miedo y la soledad, a enfermedad y privaciones. Los recuerdos difuminan la realidad hasta que su verdadera vivencia aparece en los sueños, en alucinaciones que lo atrapan y consiguen envolver al lector hasta que se siente partícipe de esas obsesiones. Leyendo los sueños del protagonista recordamos nuestras pesadillas olvidadas, la inseguridad que nos acompañaba, el miedo a la soledad, a la marginalidad existencial y, por lo tanto, al hastío, «Mi vida tiene un único eje que va de mi casa a la escuela, tal y como los que se han roto la columna vertebral viven encerrados en un corsé de escayola».

La realidad no es natural, todo depende de las emociones, de cómo podamos hacerle frente según el momento; los sentimientos cambian y abarrotan la mente, se superponen hasta crear un caos ordenado que no es verdadero, es independiente de la realidad mostrada. No hay una verdad absoluta sino la que hemos afrontado según el punto de vista. «Yo también me compré un cubo de Rubik […] lo dejé así, resuelto desde el primer momento, con una superficie perfecta, pero no podía evitar pensar en el trágico desorden de las caras ocultas en su interior».

En este caos que puebla nuestra mente, el lenguaje es la base de todo; influye en el pensamiento hasta crear una realidad, tan alejada a veces de la verdad, que tenemos la impresión de vivir en un realismo mágico «La niña pelirroja transformó de repente aquella pobre ciudad de provincias en una ciudad luminosa […] hasta que, de padre desconocido dio a luz a Ortansa. Y Ortansa se convirtió en una joven dos veces más maravillosa que su madre. Porque el tiempo pasaba a la velocidad de los grandes huracanes».

La mente es el lugar donde vivimos realmente, en ella se mezclan lo vivido y lo imaginado; las pesadillas se funden no solo en los sueños sino, sobre todo, en la realidad, hasta que consiguen deformarla consecuentemente. Lugar donde los personajes despiadados sufren una degradación esperpéntica. Lugar que constituye una lección moral para los que asistimos de lejos a esa amalgama imposible de formas humanas y animales «el camarada director Borcescu […] su cara está repleta de unas manchas rosas y otras más oscuras que la gruesa capa de maquillaje solo consigue resaltar […] ahora es un lagarto hipnótico con la piel del rostro estirada».

Creo que, los múltiples temas que trata, políticos, religiosos, artísticos, económicos, pueden englobarse en dos grandes ideas: la existencia vacía, o el miedo que experimentamos ante ella, y la búsqueda constante de otra que valga la pena.

La existencia vacía es la que llevamos al rodearnos de gente cruel, como la profesora de Historia, la señora Rădulescu, gente indiferente como la mayoría de profesores del colegio «mujeres que tejen eternamente macramés», gente envidiosa que solo ansía lo de quienes consideran rivales «Ganan lo mismo que nosotros, que nos quedamos ciegos de tanto corregir», gente racista y cobarde que se cree mejor que los demás«¡y ya está! El anillo había desaparecido en el bolsillo del gitano…», gente sin aspiraciones, por lo que se someten a organizaciones sectarias que prometen imposibles, y exigen a los demás los mismos absurdos que ellos no pueden conseguir «¡Abajo los accidentes!, ¡No a la agonía! ¡Abajo la infelicidad! ¡Basta de dolor en el trigémino!», personas hastiadas, oprimidas, agobiadas por el quehacer rutinario. Olvidan que sentirse realizadas es lo más importante de la existencia, personas que, en el fondo, son débiles puesto que viven una vida gastada «su voz brotaba llena de ceniza, de una laringe con las cuerdas vocales quemadas».

El protagonista también vive en ese vacío; sus miedos son constantes, se siente frustrado, incapaz, inseguro, continuamente vigilado por sus padres, sus cuidadores, sus compañeros. Esta presión desemboca en una percepción deformada, sobrenatural, que se alimenta de imágenes oníricas. Los sueños recurrentes son un catálogo de sus angustias: el miedo a no cumplir las expectativas que se tienen de él se transforma en llegar tarde (en los sueños) a sus clases; perderse por los pasillos de la escuela denota el desasosiego ante situaciones que no va a poder controlar. La importancia que supone la opinión que de él tienen los demás se refleja en el visitador de sus sueños, aquél que observa mientras el protagonista queda aterrado ante un posible sufrimiento. La insatisfacción personal también es evidente en las imágenes surrealistas en las que pierde los dientes de manera traumática. Este descontento se transforma en terror al fracaso como parte de la Humanidad, cuando su realidad existencial se diluye en la verdad del compañero gitano, con la que obliga al lector a reflexionar sobre la posibilidad de asimilar la existencia de la que formamos parte.

Cărtărescu nos hace ver que nuestro mundo es una decadencia, reflejo de nuestro propio cuerpo decadente; por eso el protagonista-autor está en búsqueda continua de lo que realmente vale la pena. El color verde, símbolo de cambio, adquiere una importancia fundamental. Todo lo que lo rodea es verde; como un consciente Gregor Samsa está predispuesto al cambio, a la metamorfosis porque, al contrario que el personaje de Kafka, él anhela la vida, la energía, aunque llevado por un determinismo absoluto se vea atrapado en la persecución y la toxicidad, «aquel ser frágil y verdoso era evidentemente una enana […] me contemplaba y sonreía sardónica […] que quería ser benévola, pero que solo conseguía resultar grotesca».

La angustia ante la pérdida constante lo acompaña desde la infancia, por eso guarda sus dientes de leche, el cordón que lo unía a su madre, su pelo largo de niña, la mala salud… él mismo se desvanece al morir su gemelo y al fracasar como escritor; nadie lo recordará. Cuando se da cuenta de que solo puede liberarse del horror si renace, es cuando toma conciencia del poder que como nuevo ser humano es capaz de transmitir. Solo nos salvaremos de la mezquindad a través del amor puro que sentimos por un niño «Y de repente sentí amor, sexual y cerebral al mismo tiempo […] el amor que está por encima de la fe y la esperanza».

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WSinclair
 22 September 2021
No quiero visitar Bucarest. Para mí es una ciudad mágica de la que solo pueden hablar los viajeros de Oriente, esos privilegiados que conocen otros imperios y otras épocas que yo me niego a emplazar en este mundo y en este tiempo. de Bucarest no sé nada, pero llevo habitando en su leyenda desde que era un crío: una atmósfera gris, tenue y macilenta, pero de intensas nieves y frondosos bosques, desborda mi imaginación cuando invoco la Rumanía de la que me hablaba mi tío cuando se fue a ese lejanísimo país —siempre lo he considerado mucho más lejano que Japón, Chile o Haití— a buscarse la vida. Recuerdo los relatos de ciudades como Brașov, Constanza, Bucarest…, con sus castillos, sus plazas y calles, con sus gentes y su idioma, que no he visto jamás, pero que sitúo en los extrarradios de una Europa completamente desconocida, pero tan familiar como los tebeos de mi infancia.

Hacía apenas un año desde mi última excursión a esa ciudad de mis ensueños, cuando, a la vez que editaba Don de desobediencia —algunos de cuyos poemas se escriben en tierras rumanas—, escribía Los gusanos —que transcurre en los Cárpatos, cerca de Brașov— y leía los retazos autobiográficos de Cărtărescu en El ojo castaño de nuestro amor. Un verdadero viaje de sensibilidades en el que una Rumanía mítica se desplegaba ante mi escritorio, más espléndida y más ruinosa que la real —la que nunca existirá para mí— y, a la vez, más cercana que mi propio barrio. Pues bien: un año después he vuelto a viajar al Bucarest de mi infancia, acompañado de nuevo por Cărtărescu, todo un conocedor de su ciudad, explorador del envés del mundo y, al mismo tiempo, constructor de su leyenda mágica.

Podría hablar de cómo me ha acompañado Solenoide en unas semanas interiormente turbulentas; de cómo su obsesión por lo incognoscible y su tremenda búsqueda de la redención humana son algunos de los problemas que más me han hecho pensar y escribir y sufrir desde que tengo un poco de conciencia del mundo y, en fin, por los que prefiero dedicar mi tiempo a los libros antes que a salir a tomar cervezas; podría comentar su trama, interpretar la resonancia de sus imágenes oníricas, podría incluso discutir sobre la conveniencia o no de la estructura de la obra. Podría hacer todo eso y, sin embargo, no podría hacerlo; porque yo he sentido muchas cosas con este libro, a veces tedio, a veces pasión, unas veces éxtasis, otras veces repulsa; pero, sobre todo, no he sentido indiferencia. Podría hablar de Solenoide, pero no podría hacerlo, porque irremediablemente debería hablar de mí mismo: de cómo su lectura se ha empalmado a mí y me ha servido de hogar, de espejo y de horizonte, y de cómo he encontrado recuerdos, anhelos enterrados, sombras encapotadas con mi nombre y mi historia.

Solenoide tiene algo que decir para los que extienden sus antenas y buscan algo más que palabras, trama y certezas. Este libro no es una novela, sino una pregunta, una texto histérico que puede leerse de principio a fin, pero también abriendo sus páginas al azar y dejándose llevar amorosamente, acompañado en el abismo, seguro y protegido en el infierno. Su estructura es como un laberinto con forma de espiral, en el que uno se introduce y se pierde, pero cada vez hace más frío, cada vez más frío, porque estamos cada vez más cerca del centro gélido, del punto donde no hay calor humano ni palabra pronunciable. Es un libro de mística moderna, un acercamiento a lo inexpresable e incomprensible: un intento, tan vano como heroico y tan trágico como noble, de expresar con voz humana el misterio que supone estar vivos y tener una conciencia en un cuerpo, estar rodeados de infinito y, sin embargo, ser tan limitados en el espacio y en el tiempo. ¡Rómpanse las fronteras!, parece gritar Solenoide; y hasta las de la muerte y el sueño y la extinción humana pretende romper la sensibilidad de Cărtărescu, explorador del más allá que, sin embargo, está condenado a usar el idioma de la lengua, la boca y la saliva.

No puedo hacer una “reseña” sin hablar de mí mismo; y lo siento mucho por quien sea capaz de hablar de este libro de manera técnica, erudita y «literaria», porque me parece que estará tirando su tiempo y su esfuerzo a la basura. Cuando un libro nos abre el camino hacia nuestro interior, es absurdo seguir orientándose con las brújulas de siempre. Hay que descubrir la propia, macerarla, convivir con ella y aprender a entender sus direcciones. Lo “literario” se queda corto, como siempre; pues la literatura no es más que lenguaje, o sea, un signo que nos habla de algo más que de sí mismo. ¿Hacia qué tierras desconocidas señala Solenoide, qué símbolos tremendos aguardan sus brújulas?… Hah, es este uno de esos libros-presagio que parecen anunciar otros horizontes y otras alboradas que ya se acercan, que ya se acercan…

Decenas de imágenes bailotean en mi imaginación cuando pienso en Solenoide. sus personajes, pero, sobre todo, los lugares de ensueño y las búsquedas sin esperanza que son las únicas que merecen la pena en la vida. Y Bucarest: esa ciudad que, durante las últimas semanas, ha vuelto a ser el centro de mi biografía, a pesar de no conocer el idioma que allí se habla ni la luz con la que el cielo ilumina sus despertares.

Gracias, literatura, por conocer lo que no existe y hacer existir lo que no conozco.
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MaiteMateos
 01 February 2024
Coincido con más de un crítico en que «Solenoide» es la obra cumbre de Cărtărescu y que leerlo significa empacharse de buena literatura. «Solenoide» es una novela impregnada de lirismo de la primera a la última página. Estilísticamente es deslumbrante, con una prosa realista que combina maravillosamente fragmentos surrealistas, con otros impresionistas, esperpénticos, simbolistas, casi siempre llenos de una lógica absurda, brumosa. No en vano, el autor rumano, Mircea Cărtărescu, es conocido por su prosa fantástico-metafísica, y en el caso de Solenoide podemos encontrar reminiscencias de Kafka, Borges, Nabokov, Dylan Thomas, Lovecraft o Mann, algunos de los ídolos del autor. Pero hace una especial mención a la autora irlandesa Ethel Lilian Voynich y su novela “El tábano”, pues el tábano es la metáfora de una persona que interfiere con el status quo de una sociedad o comunidad planteando preguntas novedosas y potencialmente perturbadoras, generalmente dirigidas a las autoridades.
Publicada en el 2015, «Solenoide» cuenta la vida de un profesor escritor frustrado que busca la manera de huir de una vida asfixiante y anodina, y lo hace contando la historia de su vida, entremezclando lo real con lo onírico, en un manuscrito críptico, paranioco, visionario, agnóstico pero impregnado de cultura judaico-cristiana, marcado por la mentalidad dualista y patriarcal, destinado a ser un nuevo evangelio condenado…
Hay quien habla de «Solenoide» como de una autobiografía ficticia del propio Cărtărescu, impregnada de todas las obsesiones del autor. Y sí, el mismo Cărtărescu resulta ser un metapersonaje de Solenoide. Entre los múltiples temas que aborda, podemos decir que es el vacío existencial el tema estrella. Hay quien afirma que Solenoide es un libro presagio, un libro de mística moderna, y que más que una novela, es una gran pregunta. La gran pregunta del sentido de la vida.
«Solenoide» está llena de detalles sobre la vida miserable, gris, fría y melancólica, de la ciudad de Bucarest y a través de la sátira y el humor negro golpea la política ineficaz del comunismo en Rumanía.
«Solenoide» no es nada fácil de leer eso es una realidad. Y es tan abrumadora, desoladora y trágica, como bella e impactante. Solenoide es fascinante, extraña, intensa. Hay quien la describe también como un tratado de escritura, donde las combinaciones lingüísticas abarcan desde el lenguaje coloquial y el literario con el más académico de la física, la biología, las matemáticas, la astrología…
El solenoide es un generador-transmisor de campos eletromagnéticos, de energía, que en la novela altera el campo grabitacional primero de una habitación, luego de una casa, y de una ciudad entera.. El Solenoide es el agente de huida a otra dimensión, a la dimensión ficcional y literaria. ¿Esa es la única posibilidad de huida? Se pregunta.

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Pianobikes
 31 August 2023
“Es tan extraño tener un cuerpo, existir en un cuerpo…” ~ Solenoide de Mircea Cărtărescu.

En primer lugar dejar claro que de esta reseña no va a salir un os lo recomiendo ni un tenéis que leerlo. No es un libro sencillo, son 800 páginas y en esta edición en letra minúscula; tan cansado de leer que he tenido que bajarlo también de eBiblio.

En segundo lugar, creo que tampoco sabría hacer una reseña clara y directa del libro que es una mezcla de narrativa sobre vida cotidiana a ensayo, tocando una gran amplitud de temas: filosofía, literatura, medicina, historia, pintura y hasta de física cuántica si me apuráis, además de sueños y paranoias. Casi nada.

Me ha costado. No lo voy a negar. Leer este libro ha sido como picar piedra, como lanzarme a subir el Everest cuando solo camino en llano y por ciudad. Ha habido momentos en los que me he preguntado: “¿qué hago leyendo esto?”; y otros en los que he disfrutado como una enana en la infancia de este personaje o paseando por las calles de Bucarest. Han sido estos últimos los que me han animado a continuar pero aún así, he estado a punto de plantarlo mil veces.

El autor te lleva a través de la autobiografía del personaje principal, un escritor frustrado que ejerce de profesor de Rumano en un instituto en el que el resto del personal docente también vive en un hastío, a situaciones imaginarias, sueños, ensayos; todo en un intento de escapar de su vida, de su yo; de convertirse en un insecto y salir de su pupa convertido en otro ser.

No sé cómo describirlo como tampoco sé describir qué me ha hecho sentir: desde secuencias de repulsa, agobio y asfixia a otras que me recordaban mi infancia a momentos de “yo lo planto” y aun así querer seguir. Creo que como lectora no estoy preparada para este libro al que tampoco me atrevo a valorar.

Desde luego pasará a mi historia lectora como el libro que más me ha costado leer.
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boylucas
 17 December 2022
¡No fue sencillo, pero lo logré! ¡Costó y dolió, pero se acabó!

Empecé este libro hace exactamente un año, recordaba que había sido en diciembre, pero gracias al registro en Babelio me entero de que justamente lo inicié el 17 de dicimbre del 2021 y lo termino el 17 de diciembre del 2022.

No es el libro más largo leído este año, pero sin lugar a dudas un libro que mastiqué muy despacio. En un inicio lo leí de corrido, casi como mi única lectura, llegando hasta, aproximadamente, una tercera parte del libro. Luego tuve que compaginarlo con otros, la lectura me estaba resultando densa, enmarañada. En ocasiones demasiado fantasiosa. En realidad me estaba sintiendo alucinar. Hubo momento en que decidí pararla. No, no me desagradaba el libro pero no lograba avanzar. Tuve que hacer este ejercicio en varias ocasiones y, en alguna de ellas, por varios meses. Esto no es algo que haya hecho en otras ocasiones, casi siempre, cuando dejo un libro es para no volverlo a tomar, pero con Cărtărescu no sólo retomé una lectura detenida una vez, ni dos, sino hasta cinco veces a lo largo de casi un año que tardé en leerlo.

Todo lo anterior lo menciono para que constante que el libro debió atraerme muchísimo para que ese extraño fenómeno ocurriera. Puede ser que lo que me alejaba temporalmente fuese, a su vez, lo que me hacía regresar. Cărtărescu logra meternos en un mundo surrealista en todo el sentido de la palabra. Como si de un cuadro de Remedios Varo o Leonora Carrington se tratara, viajamos en un mundo onírico sin precedentes. La atracción por el subconsciente, por el entramado de la mente humana, se despierta página a página.

Por momentos me transporto al pasado, pero más allá del vivido en Rumania por el autor/personaje central, sino ha lugares propios de una mitología que bien pudiera ser griega o incluso nórdica. Para de pronto, en un viaje en el espacio-tiempo que tendría sorprendido a Miguel Alcubirre, viajamos a mundos futuristas que bien podrían compaginarse con el Imperio Galáctico de Asimov. Es más, La premisa de las historias es que, en los tiempos decadentes de un futuro Imperio Galáctico, Cărtărescu hace gala de sus conocimientos y de un profundo trabajo de investigación para adentrarnos en el mundo matemático, que con la mezcla de psicología (mucha) aplicada en este libro, bien podría hablar al tú por tú con Hari Seldon sobre psicohistoria y sociología matemática, en otro mundo imaginario.

Es un libro denso, enredado, complejo, como densa, enredada y compleja es la mente humana. Cărtărescu logra lo que parece imposible, plasmar en papel los momentos más inverosímiles del subconsciente y a la vez, la narrativa fluida del consciente. No pude sino ver reflejadas en estas páginas muchas de mis consultas con aquellos pacientes a los que he visto en pleno delirium, alucinaciones increíbles, hablando de cosas que no logro comprender por mucho que lo intento y que antes, o después, me cuentan con toda normalidad, anécdotas de su infancia o de su vida cotidiana. Y sé que es grande el autor, porque cientos de veces intenté reproducir un paciente en pleno estado confusional para explicarlo en clases y no lo logró al 100 %. al final acabo cayendo, inconscientemente, en hablar "con normalidad".

Es un libro que me gustó, mucho, pero que no me atrevería a recomendar.

Enlace: https://www.robertosanchezto..
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Queridobartleby
 16 March 2019
Es el libro más ambicioso de Cartarescu hasta la fecha. En las 800 páginas del libro están presentes las obsesiones del autor, que ya venían produciéndose en sus anteriores libros: las distintas dimensiones, los sueños recurrentes, la realidad vivida y la aparición de lo fantástico; interviniendo también en ella. Se aprecia la influencia de Borges en la trama de la búsqueda de un manuscrito. Kafka también está presente en multitud de escenas. Como lo está Bucarest, descrita de forma realista en las vivencias en los barrios o tamizada a través de una visión mágica.

Cartarescu ha ido elaborando un diario a través de los años y en el libro nos va narrando etapas de su infancia , con sus padres, con sus amigos. Nos habla de la pobreza de aquellos años, que influyó en su contagio de la tuberculosis. Tuvo un hermano gemelo que murió y del que obsesivamente se acuerda.

Debido a la enfermedad tiene que acudir a un Sanatorio, enclavado en un bosque, que supone para él, el sorprendente descubrimiento de la naturaleza. A pesar del rígido autoritarismo en el Sanatorio, la vida con sus compañeros, pero en especial la atracción de la particular personalidad de Traian, harán más llevadera su estancia allí.

Nos hablará de su vida rutinaria de maestro y los compañeros de la escuela, en especial Irina, con la que mantiene más afinidad.

Junto a sus datos biográficos, simultanea sueños que ha ido teniendo en su vida y que tiene apuntados en sus diarios, algunos los transcribe tal cual del diario. En muchos sueños se producen en el despertar la visión de lo que él llama "visitadores", apariciones fugaces de personas junto a la cama.

Otra trama que va alternándose son una serie de hechos aparentemente dotados de irrealidad donde aparece una especie de visionario llamado Virgil, al que le siguen los piquetistas. Se alterna también la búsqueda de un manuscrito, homenaje a Borges.

La narración de Cartarescu es potente e imaginativa; alterna hábilmente realidad y ficción.

Quizás en algunos momentos hay cierto exceso y repetición, lo que no impide que sea una obra de gran relevancia.
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Sarita
 21 September 2019
No se por dónde está empezar. Me he leído este libro por una recomendación en un reto lector. Me atrajo el nombre y la recomendación.

Es un libro de 800 y pico páginas. El tocho más absurdo e infumable que he leído jamás.
Realmente no sabría explicar la trama porque no tiene.

El diario de un esquizofrénico que no se sabe muy bien si lo es él o el autor.

Estuve apunto de abandonarlo, pero la curiosidad por saber hacia dónde llevaba ese galimatías de palabras enlazadas y paranoias sin fin llevaba. A ningún sitio.

Señor Cartarescu no basta escribir mucho y tener mucho dominio lingüístico. Su libro es un auténtico sinsentido. Un pastel.
Enlace: https://tomateuncafeconsara...
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