Ni siquiera llegué a oír nunca su voz. (…) Es un dolor extraño. (…) Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca.
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Ni siquiera llegué a oír nunca su voz. (…) Es un dolor extraño. (…) Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca.
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Mil veces buscó los ojos de ella y mil veces ella encontró los suyos. Era una especie de triste danza, secreta e imponente.
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¿Y en dónde queda, exactamente, ese tal Japón? -Siempre derecho hacia allá. Hasta el fin del mundo. |
De vez en cuando, en los días de viento, bajaba hasta el lago, y pasaba horas mirándolo, puesto que, dibujado en el agua, le parecía ver el inexplicable espectáculo, leve, que había sido su vida.
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No estaba hecho para las conversaciones serias. Y un adiós es una conversación seria.
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Parecía un catálogo de huellas de pequeños pájaros, compilado con meticulosa locura. Era sorprendente pensar que, por el contrario, eran signos, es decir, cenizas de una voz quemada.
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—Es un dolor extraño. En voz baja. —Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca. |
Tal vez sea que la vida a veces da tales vueltas que no queda ya absolutamente nada que decir.
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Mil veces buscó los ojos de ella y mil veces ella encontró los suyos. Era una especie de triste danza, secreta e impotente.
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Cumplió treinta y tres años el cuatro de septiembre de 1862. Llovía su vida, frente a sus ojos, espectáculo quieto.
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¿Quién escribió la saga?