Es Nochevieja y toda la familia cenará junta para celebrar que un año se va y otro llega. Amalia es la maestra de ceremonias que va a reunir en su salón a sus hijos (Silvia, Emma y Fer) y a su hermano Eduardo. . Una mesa y varias sillas están perfectamente preparadas para el acontecimiento: cubiertos, copas, servilletas. Cada cosa en su sitio. Así que es el momento de elevarlo todo en el aire y colocarlo encima de unos finos alambres. Las personas que van a ocupar estos puestos saben que la velada va a suponer un ejercicio de equilibrismo. Y se sientan, con altura y sin red, intuyendo que en cualquier instante todo puede venirse abajo. . ¿Acaso muchas reuniones familiares no son eso: un número en el que tratar de mantener el equilibrio familiar? Desde luego esta sí lo es. . Pero esos alambres no solo sustentan sillas y mesas, sino que van a actuar como raíles que van a llevar al lector hacia momentos del pasado de los personajes, a fin de conocer y entender, de reír y sufrir con ellos, para luego devolverle a esa cena de fin de año. Y si bien todos tienen su parcela vital de flores y zarzas, Amalia destaca por encima de todos por sus despistes, sus salidas de tono y sus formas de desdramatizar. . Es la madre que saca de quicio, que protege bajo su ala y que desprende amor y ternura a raudales. La que sabe que cada uno tiene que luchar en su interior por mantenerse en pie, a veces sobre hilos de algodón, otras sobre alambres de espino, y coge unos y otros sin miedo a pincharse y hace con ellos cuerdas resistentes para atar a sus retoños y empujarlos, como si fueran péndulos, para que puedan esquivar los golpes de la vida. . La tragedia, la risa y la tensión se ponen de acuerdo con las sorpresas, los silencios y, sobre todo, con el amor para abrazarte cálidamente como esa manta hecha por una abuela, que todavía huele a ella y que guarda toda su ternura en cada hebra de lana. . No os la perdáis. Enlace: https://www.instagram.com/p/.. + Leer más |