Sabemos que nos vamos a morir, simplemente por el hecho de que estamos vivos. Sabemos el qué (que nos moriremos), pero no el cuándo, ni el cómo, ni el dónde. Y aunque este desenlace es seguro, ineluctable, cuando esto que siempre pasa le ocurre a otro, nos gusta averiguar el instante, y contar con pormenores el cómo, y conocer los detalles del dónde, y conjeturar el porqué.
|