El cielo de la selva

Entre la fábula y la distopía, el terror y la fantasía, donde el realismo mágico se confunde con lo cotidiano, encontramos esta selva. Un lugar que protege de la pobreza y la delincuencia del exterior, que acoge y proporciona todo lo necesario para subsistir. Pero también es un lugar que reclama el sacrificio femenino a través de sus crías. El cuerpo de la mujer se convierte en instrumento de cambio para asegurarse la supervivencia.

La selva es vida y muerte, la selva da y quita. En la selva ocurren cosas atroces y espeluznantes, pero quizás no es más que una metáfora de la vida misma. de la realidad violenta con la que muchas mujeres deben enfrentarse, rodeadas de abusos, explotación y feminicidios.

Una alegoría despiadada llena de simbolismo, donde el lado más crudo del ser humano y las distintas formas de entender y ejercer la maternidad están representadas. Las mujeres son las protagonistas y ejemplo de sororidad entre las marginadas, sus cuerpos explotados gritan para denunciar una realidad que las constriñe, que las asfixia y no les da tregua. Mujeres que transitan cruzando los límites del mundo sobrenatural, entre la cordura y la locura, entre las adicciones y la entereza, donde vivos y muertos habitan un mundo donde protegerse, redimirse y sanar.

Con una trama adictiva, que no deja respirar ni decae en ningún momento, y la creación de una ambientación excelente, con fuertes imágenes muy fotográficas, con potentes descripciones en las que se pueden sentir las sensaciones vividas, notar esa humedad caribeña, ese ardor que enrojece la selva y escuchar el aullido de los jíbaros, la autora consigue adentrarnos en un relato sublime que narra las atrocidades de manera rotunda y directa pero con una belleza abrumadora.

Por si fuera poco, Elaine Vilar Madruga expone su gran maestría a través de un juego de voces narrativas que se turnan entre las distintas protagonistas de cada capítulo, alternando primera, segunda y tercera persona, a la vez que la voz coral de los niños simbolizando al ganado. Y crea una disposición en saltos temporales, entre los recuerdos y el presente, dando a la narración una estructura circular perfectamente cerrada y conectada.

Una novela que se disfruta de principio a fin, con escenas incómodas y desagradables que remueven consciencias, que llevan a la reflexión y se quedan grabadas, dando vueltas en la cabeza del lector durante días, con palabras que cortan como un machete y otras tan llenas de lirismo que se leen una y otra vez para disfrutar de ellas y guardarlas. No puedo más que recomendaros esta brutalidad de libro que se posiciona entre los mejores de este año clarísimamente.

Novela sorprendente, donde las haya. No tanto tras observar las pasiones que ha despertado desde su lanzamiento el pasado año pero, aún así, impactante. Después de leerla te queda la ansiedad de desear leer todo lo que haya escrito esta mujer. Leerlo y devorarlo todo.
¿Qué tienen las autoras hispanohablantes del continente americano que se convierten en acierto seguro? Talento femenino crudo, con historias terribles, entre la denuncia y el realismo mágico. Fernanda Melchor, Mariana Enríquez, Brenda Navarro, Mayte López, etc, etc, etc.
El cielo de la selva es una historia de mujeres, de maternidades, de muerte y terror caribeño. de violencias y de coños. Si el libro tiene 340 paginas, es fácil que coño aparezca más de 600 veces. Quienes lo tengáis en digital me lo podréis decir.
La historia atrapa de principio a fin, pero a mi juicio, lo que más destaca es la construcción de personajes y la voz propia de cada uno de ellos. de ellas.
La estructura en la que cada capítulo se encabeza con el nombre de quien va a narrar (aunque no se utiliza siempre la primera persona) es de una maestría absoluta. Después de terminado, o incluso después de un rato, si abres por cualquier página al azar, sabes quién está hablando.
Los personajes, las mujeres, son tremendas, como sus vivencias.
Si tuviera que elegir, me quedaría con Ananda, afectada por uno de los pasajes más dolorosos de la novela (y mira que hay terror y violencia), he empatizado con su sufrimiento y su huida hacia lo salvaje. Realmente no es difícil empatizar con todas, incluso con Lázaro, marcado por su dura infancia y por ese ambiente y ese machete.
Y si la novela fascina, no menos lo hace escuchar a la autora. Os recomiendo muchísimo escuchar el episodio 3 del magnífico podcast Demasiadas Mujeres y disfrutar de la visión de Elaine. de su habla y su pasión y de que pronto tendremos nueva novela.
Acabo con un par de preguntas ¿cuál fue tu personaje favorito de esta novela? ¿qué más autoras hispanoamericanas me recomiendas?

Hay libros que es mejor que hablen por sí solos...

𝑬𝒔 𝒅𝒊𝒇í𝒄𝒊𝒍 𝒎𝒂𝒔𝒕𝒊𝒄𝒂𝒓 𝒍𝒐 𝒄𝒓𝒖𝒅𝒐 𝒑𝒆𝒓𝒐 𝒆𝒍 𝒔𝒂𝒃𝒐𝒓 𝒆𝒔𝒕á 𝒂𝒉í, 𝒃𝒂ñ𝒂𝒅𝒐 𝒆𝒏 𝒔𝒂𝒏𝒈𝒓𝒆 𝒚 𝒆𝒏 𝒓𝒆𝒄𝒖𝒆𝒓𝒅𝒐, 𝒃𝒂ñ𝒂𝒅𝒐 𝒆𝒏 𝒍𝒂 𝒔𝒆𝒍𝒗𝒂 𝒉𝒂𝒔𝒕𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒍𝒆𝒈𝒂 𝒍𝒂 𝒎𝒂𝒅𝒓𝒆 𝒚 𝒍𝒆 𝒂𝒓𝒓𝒂𝒏𝒄𝒂 𝒔𝒖 𝒑𝒆𝒅𝒂𝒛𝒐 𝒅𝒆 𝒂𝒎𝒐𝒓 𝒅𝒆 𝒆𝒏𝒕𝒓𝒆 𝒍𝒐𝒔 𝒅𝒊𝒆𝒏𝒕𝒆𝒔, 𝒍𝒆 𝒂𝒓𝒓𝒂𝒏𝒄𝒂 𝒍𝒂 𝒅𝒊𝒄𝒉𝒂 𝒑𝒐𝒓𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒔𝒐 𝒆𝒔 𝒍𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒂𝒔 𝒎𝒂𝒅𝒓𝒆𝒔 𝒉𝒂𝒄𝒆𝒏: 𝒓𝒐𝒎𝒑𝒆𝒓 𝒍𝒐𝒔 𝒔𝒖𝒆ñ𝒐𝒔 𝒚 𝒄𝒐𝒔𝒆𝒓 𝒍𝒂 𝒈𝒂𝒓𝒈𝒂𝒏𝒕𝒂.

Si esta frase os ha dejado indiferente, pasad de largo, este libro no es para vosotros.

Aquí encontremos trescientas cincuenta páginas de algo muy extraño, algo realmente difícil de descifrar hasta que no llevas una buena cantidad de páginas pero de todos modos te tiene atrapado. No sabes qué c0ñ0 estás leyendo pero quieres seguir. La oscuridad y los deseos de la selva te mantienen ahí, alerta, a la expectativa y aumentado tu necesidad de comprender página a páginas. No mentiré, una vez comprendido, casi hubiera preferido no comprender en algún que otro momento. El horror está garantizado y el disfrute, también.
Algo a destacar es que está escrito en español latino puesto que a veces dificulta la lectura. A mí no me ha resultado un impedimento para disfrutar al máximo de la historia.

Ya te he hablado alguna vez del lugar en que crecí. Un lugar donde la tradiciones son ley y las leyendas están a la orden del día. Recuerdo que cuando era pequeño, era muy habitual pasar las noches de otoño alrededor de una hoguera cenando mientras los ancianos contaban historias. Historias de fantasmas con nombres y apellidos. Historias de terror vestidas de realidad. Leyendas acerca de hombres sin rumbo y sin rostro condenados a vagar eternamente por los trigales. de mujeres que salieron de sus casas siendo mujeres y volvieron al cabo del tiempo, cuando ya nadie las esperaba convertidas en bestias. de madres que perdieron a sus hijos y que te engatusaban para secuestrarte y tapar contigo sus heridas. de terroríficas noches de luna roja en que si perdías de vista tu casa nunca serías capaz de volver. de épocas en que la vida valía menos que la bala que te la quitaba. de seres devoradores de carne que rondaban la aldea en las noches sin luna, esperando pacientemente con sus ojos rojos. Aguardando el momento para arrastrarte entre la maleza y convertirte en uno de ellos.

El campo da, el campo quita… todo lo que te ofrezca lo cobrará con intereses y todo el daño que le inflijas te será devuelto.

Es normal que después de escuchar estas historias hicieras caso de todas las extrañas advertencias y recomendaciones que te hacían en tono lúgubre: “Mantén tus botas limpias”, “No molestes a las mariposas”, “No les des de comer huesos de pollo a un perro”, “Dale siempre agua a quien tenga sed”, “No te fíes de nadie que te quiera llevar al campo”…

No sabemos si algunas de las leyendas tenían algo de verdad o solo disfrutaban asustándonos, pero al final, siempre acabábamos nuevamente reunidos en torno a una hoguera similar escuchando las mismas historias sobre vida y muerte, sobre el bien y el mal, sobre el poder y la unión de aquellos que no se dejan avasallar, sobre la maldad que destruye el mundo y el amor, que es lo único que puede hacerle frente.

De todas estas leyendas aprendí una cosa: Toda historia que puedas llegar a sentir en tu piel, es una gran historia y nunca podrás escapar de una gran historia.

Hay algo que tienen en común todas las leyendas que se contaban: Todas se desarrollan bajo el mismo cielo, y bajo ese mismo cielo está la selva de este libro. Esa selva llena de crudeza y de horror, que no deja de emanar ese vapor que se meterá bajo tu ropa y acariciará tu piel, que te morderá en las entrañas y se alimentará de tus miedos. Te hará daño, pero te fascinará y querrás más de ella como adicto anhela su polvito blanco. Querrás huir y no podrás. Será esa falsa madre que te acaricia y te sonríe para llevarte al matadero para después renacer como un ave fénix y volver a caer en sus páginas. Este libro te hará sentir todo esto, y por supuesto, no podrás escapar de él. Pórtate bien y lee este libro.

https://www.lalibreriaambulante.es/es/libro/el-cielo-de-la-selva_BZ00010003

He aquí el dilema: tengo que hablaros sobre un libro del que tengo muchísimo que contar y del que no quiero decir nada, porque creo que es mejor que os metáis a ciegas en esta suerte de divina comedia selvática.

Y es que en “El cielo de la selva”, de Elaine Vilar Madruga, se conjugan cielo, infierno y purgatorio para crear un hábitat con vida propia en el que cada uno arrastra su pecado o su pena. Aquí la selva es vida y muerte, la selva crea y destruye, la selva da, pero también quita.

Una terrorífica distopía caribeña que está tan bellamente escrita que no da miedo, pero que se te mete en las entrañas, que cuenta cosas atroces de una manera tan magistral que consigue hacer lírico lo más soez y espeluznante.

Porque una vez estás dentro de la selva ya no puedes salir, vives pensando en Santa, en Ananda, en Romina. Piensas en los niños, piensas en lo rojo, piensas en los muertos, en la sangre, en la carne. En el machete. En Choclo. Y crees has salido de allí y en cuanto te das la vuelta vuelves a estar dentro porque ¡es imposible salir! La selva lo es todo, la ves por todas partes, es el útero del que no quieres ser arrancado y el dios al que entregas tu cuerpo y tu alma.

La selva es creadora de vida y de muerte, es cíclica, es tan terrible y a la vez tan perfecta… y es así porque así es su creadora, porque Elaine tiene el don de quitarte el aliento, de obligarte a seguir ahí dentro a pesar de la falta de aire, del no saber si saldrás vivo, de la ansiedad, del trauma. del machete.

Todo es selva, respiras selva y sueñas selva. Y que un libro siga dando vueltas en tu cabeza y en tu alma día tras día solo puede ser indicativo de su excelencia.

Selva, selva, selva. ¡Machete a la selva!