El cielo de la selva

He aquí el dilema: tengo que hablaros sobre un libro del que tengo muchísimo que contar y del que no quiero decir nada, porque creo que es mejor que os metáis a ciegas en esta suerte de divina comedia selvática.

Y es que en “El cielo de la selva”, de Elaine Vilar Madruga, se conjugan cielo, infierno y purgatorio para crear un hábitat con vida propia en el que cada uno arrastra su pecado o su pena. Aquí la selva es vida y muerte, la selva crea y destruye, la selva da, pero también quita.

Una terrorífica distopía caribeña que está tan bellamente escrita que no da miedo, pero que se te mete en las entrañas, que cuenta cosas atroces de una manera tan magistral que consigue hacer lírico lo más soez y espeluznante.

Porque una vez estás dentro de la selva ya no puedes salir, vives pensando en Santa, en Ananda, en Romina. Piensas en los niños, piensas en lo rojo, piensas en los muertos, en la sangre, en la carne. En el machete. En Choclo. Y crees has salido de allí y en cuanto te das la vuelta vuelves a estar dentro porque ¡es imposible salir! La selva lo es todo, la ves por todas partes, es el útero del que no quieres ser arrancado y el dios al que entregas tu cuerpo y tu alma.

La selva es creadora de vida y de muerte, es cíclica, es tan terrible y a la vez tan perfecta… y es así porque así es su creadora, porque Elaine tiene el don de quitarte el aliento, de obligarte a seguir ahí dentro a pesar de la falta de aire, del no saber si saldrás vivo, de la ansiedad, del trauma. del machete.

Todo es selva, respiras selva y sueñas selva. Y que un libro siga dando vueltas en tu cabeza y en tu alma día tras día solo puede ser indicativo de su excelencia.

Selva, selva, selva. ¡Machete a la selva!