Siempre con el padrenuestro en la boca, por si nos atrapaban los milicos, al menos morirme confesada.
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Siempre con el padrenuestro en la boca, por si nos atrapaban los milicos, al menos morirme confesada.
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Las madres nada merecen tener y ella se había cansado de eso, del hijo y de su peso, de su pobreza heredada, de ser mujer y del derecho al hambre que no le permitían sentir.
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La vida en la hacienda se ha parecido un poco a la vida como hubiera sido en cualquier otro sitio: hombres que vienen y se van, mujeres perdidas, niños que criar como si fueran propios.
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Cuando nombras a una criatura, sea humana o gallina, puerca o yegua, le confiered una identidad, una dignidad, un espacio en el mundo: junto al nombre se regala un tiempo y un derecho a elegir sobre el propio cuerpo.
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Gregorio Samsa es un ...