El camino de Miguel Delibes
Vivir de esta manera era algo brillante, y a la vez, terriblemente tétrico y desolado. Vivir era ir muriendo cada día, poquito a poco, inexorablemente. A la larga todos acabarían muriendo. Todos eran efímeros y transitorios y a la vuelta de cien años no quedaría rastro de ellos sobre las piedras del pueblo. La muerte era lacónica, misteriosa y terrible (pg 204)
|