Los santos inocentes de Miguel Delibes
y miraba ansiosa, angustiadamente, para la copa del sauce y la grajilla volvía sus ojos aguanosos a los lados, descubriendo nuevas perspectivas, y, después, giraba la cabeza y se picoteaba el lomo, despiojándose y el Azarías, poniendo en sus palabras toda la unción, todo el amor de que era capaz, decía, milana bonita, milana bonita, encarecidamente |