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Bajar es lo peor de Mariana Enríquez
¿Alguna vez te preguntaste, Facundo, por qué dormís siempre con alguien? Sabés que no es por coger. Es para no estar solo, se dijo. Porque no era que necesitara abrazar a alguien en la cama. Era que necesitaba a otro para compartir la oscuridad […]
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Bajar es lo peor de Mariana Enríquez
Creo que todos nosotros vibramos en una frecuencia determinada. Pero eso no significa que no existan otras frecuencias.
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La hermana menor de Mariana Enríquez
Para los que recuerdan, el tiempo no es demasiado largo. Para los que esperan es inexorable.
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La hermana menor de Mariana Enríquez
¿Pero acaso la vida no es esencialmente peligrosa para los que aman?
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
Todas las fortunas se construyen sobre el sufrimiento de los otros.
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
Todas las fortunas se construyen sobre el sufrimiento de los otros y la construcción de la nuestra, aunque tiene características únicas e insólitas, no es una excepción.
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Alguien camina sobre tu tumba: Mis viajes a cementerios de Mariana Enríquez
Qué hermosos son los cementerios, pienso mientras miro por la ventanilla el cielo gris. Mi amiga Patricia duerme a mi lado. “Donde se pueda leer su epitafio”. Donde quedan el nombre y la fecha, una voz que dice: estuve, fui.
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Las cosas que perdimos en el fuego de Mariana Enríquez
Que sabrás vos de lo que pasa en serio por acá, mamita. Vos vivís acá, pero sos de otro mundo
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
Adolfo solía decir que Mercedes no era bonita y mucho menos encantadora, pero tenía una especie de locura que rozaba la maldad y que lo atraía: lo excitaba que fuese capaz de matarlo, al menos, de intentarlo.
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Los peligros de fumar en la cama de Mariana Enríquez
Y esperar a que el hambre la desesperara, y hablarle desde el otro lado de la puerta, hablarle de que nadie vendría a buscarla, porque a nadie le interesaba. A lo mejor incluso entrar otra vez, varias veces si hacía falta, y mostrarle cada vez algo más de su verdadera forma. Y de su verdadero olor. Y, por su supuesto, de su verdadero tacto. Ah, ella sabía que nada aterraba tanto como su tacto. |
Las cosas que perdimos en el fuego de Mariana Enríquez
¿Cuántos años iba a pasar aquí, asqueada cuando lo escuchaba hablar, dolorida cuando teníamos sexo, silenciosa cuando él confesaba sus planes de tener un hijo y reformar la casa?
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
(…) todo lo que tenía para preguntarle se quedaba suspendido en la oscuridad de la habitación, en la lamparita que titilaba, en la incomodidad de dos cuerpos juntos que querían estar separados.
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Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez
(…) le hubiese gustado hablarle un poco, por última vez a lo mejor, decirle que no lo perdonaba pero que lo quería, ¿se iba a morir sin volver a hablarle? ¿Se había terminado tan repentinamente?
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Las cosas que perdimos en el fuego de Mariana Enríquez
Nunca le habíamos prestado atención. Era una de esas chicas que hablan poco, que no parecen demasiado inteligentes ni demasiado tontas y que tienen esas caras olvidables, esas caras que, aunque una las ve todos los días en el mismo lugar, es posible que no las reconozca en un ámbito distinto, y mucho menos ponerle un nombre.
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Las cosas que perdimos en el fuego de Mariana Enríquez
Las quemas las hacen los hombres, chiquita. Siempre nos quemaron. Ahora nos quemamos nosotras. Pero no nos vamos a morir: vamos a mostrar nuestras cicatrices.
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La hermana menor de Mariana Enríquez
Si me lo explicaran contestaría que soy feminista, en esto si, y en esto no. No me gusta la posición que adoptan, porque me parece que se perjudican
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Éste es el mar de Mariana Enríquez
El olor de los pinos, allá abajp, se confundía con el perfume de las velas encendida.
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