Pedro Páramo de Juan Rulfo
Pero nos queríamos mucho. Tu madre era tan bonita, tan, digamos, tan tierna, que daba gusto quererla. Daban ganas de quererla.
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Pedro Páramo de Juan Rulfo
Pero nos queríamos mucho. Tu madre era tan bonita, tan, digamos, tan tierna, que daba gusto quererla. Daban ganas de quererla.
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El Llano en llamas de Juan Rulfo
Nunca verá usted un cielo azul en Luvina. Allí todo el horizonte está desteñido; nublado siempre por una mancha caliginosa que no se borra nunca. Todo el lomerío pelón, sin un árbol, sin una cosa verde para descansar los ojos; todo envuelto en el calín ceniciento. Usted verá eso: aquellos cerros apagados como si estuvieran muertos y a Luvina en el más alto, coronándolo con su blanco caserío como si fuera una corona de muerto…
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Pedro Páramo de Juan Rulfo
Desde que la había traído a vivir aquí no sabía de otras noches pasadas a su lado, sino de estas noches doloridas, de interminable inquietud. Y se preguntaba hasta cuándo terminaría aquello. Esperaba que alguna vez. Nada puede durar tanto, no existe ningún recuerdo por intenso que sea que no se apague. Si al menos hubiera sabido qué era aquello que la maltrataba por dentro, que la hacía revolcarse en el desvelo, como si la despedazaran hasta inutilizarla. Él creía conocerla. Y aun cuando no hubiera sido así, ¿acaso no era suficiente saber que era la criatura más querida por él sobre la tierra? Y que además, y esto era lo más importante, le serviría para irse de la vida alumbrándose con aquella imagen que borraría todos los demás recuerdos. ¿Pero cuál era el mundo de Susana San Juan? Ésa fue una de las cosas que Pedro Páramo nunca llegó a saber. |
El Llano en llamas de Juan Rulfo
Ella era la única que podía hacer que él se aliviara para siempre. Ella nada más. Había otras muchas Vírgenes; pero solo la del Talpa era la buena. Eso le decía Natalia.
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Pedro Páramo. Llano en Llamas. Gallo de Oro de Juan Rulfo
Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo.
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Cartas a Clara de Juan Rulfo
Lo que quiero es tu amor, venerada chiquilla; si pudiera, haría un mundo bueno para ti, te llevaría siempre en mis brazos, para que no te lastimara la vida. Que no sufrieras nunca, en ningún momento. ¿Qué podría pedírselo a Dios a cambio de eso? Para verte, para sentirte tal como quisiera, necesito dejar el mundo de las gentes, borrar los cuadros de las calles y las caras amargas de las gentes que siempre están luchando en vano, siempre encerradas en sus casas y en sus trabajos, sin remedio. Y el cielo parece estar muy lejos de todos nosotros. Sólo cuando voy al campo te encuentro, te veo claramente y me olvido de todo el mundo. Sólo entonces, amorcito, vuelvo a sentir que hay algo muy, muy querido y hermoso en mis pensamientos. Algo que comienza entre el ruido de los árboles y las hojas, y el silencio que viene después y que va a acabar en tu corazón. Entonces es cuando te veo y te amo más. |
Cartas a Clara de Juan Rulfo
Ese sueño que eres tú todavía dura. Durará siempre, porque siento como que estás dentro de mi sangre y pasas por mi corazón a cada rato.
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Cartas a Clara de Juan Rulfo
Yo ye libraré del miedo de ese temor tuyo por lo que pueda venir. Yo no soy muy fuerte; pero el cariño que te tengo sí es fuerte y grande y no se acaba. Es como un árbol que ha enraizado mucho en esa tierra que eres tú y de la cual me será difícil desprenderme ya. Y porque eres así, como la tierra, noble y hermosa y llena de prodigios, por eso no podré olvidarte. Pasarán las peores cosas, los peores días y también los ratos en los cuales uno se siente muy infortunado, pero tú siempre estarás allí, como la luna en la noche, acabando con las malas impresiones del día. Tú siempre y en cada instante, muchachita de los ojos llenos de ternura, estarás allí, permanecerás siempre conmigo. No, no tengas temor, ya te llevo aquí, honda y cuidadosamente guardada, en el lugar donde te digo que todos dicen que tenemos corazón. Y lucharé por ti; lucharé contra todo, por ti.
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Cartas a Clara de Juan Rulfo
¡Yo te amo! En el cáliz. En la aurora. Debajo del Septentrión más absoluto. Allí donde la soledad une a los hombres. Allí te amé. Allí encontré tu imagen. Allí te dije: "esto es lo que ha estado esperando mi esperanza"... Y me entregué. Dejé al fugitivo entre sus redes falsas. Me deshice de mi tiempo y de mi espacio. Creí en algo. Ya cuando la fé me había desamparado. Nadie podrá tocar tu nombre ni matar mi nombre. Nadie podrá mirarte, sin herir mi corazón de amante. |
Cartas a Clara de Juan Rulfo
Después nada. Nadie. La pura soledad. Y la soledad es una cosa que se llega a querer del mismo modo como se quiere a una persona. Viví en medio de ella.
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Cartas a Clara de Juan Rulfo
Y no pienses que estoy lejos. Cada momento estoy contigo, cerca de ti. Rodeada con mis pensamientos te tengo siempre. Tanto que a veces, de tanto imaginarme, llego a sentir, clara y realmente, el calor dulce de tus labios.
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Cartas a Clara de Juan Rulfo
Tú eres ahora mi sueño. El mejor y el más hermoso de mis sueños. Un sueño que se puede tocar; que tiene ojos que lo miran a uno y boca tibia y dulce que lo hace a uno amar más la vida. Que tiene corazón y un alma noble y amiga en quien uno puede poner toda su fe.
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Cartas a Clara de Juan Rulfo
Fueron y vinieron, teniéndole algo de temor a la gente. Digo algo, porque tú me has sacudido un poco el polvo; es decir tú, a través del amor que le has despertado a uno, me has hecho menos temeroso de enfrentarme con las cosas y los trabajos de los días entre un mundo de gente extraña.
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Cartas a Clara de Juan Rulfo
Te voy a dar un consejo antes que nada: no te enamores nunca, porque duele, duele; duele aquí donde la gente dice que tenemos el corazón. Y a mí no me gustaría que sufrieras, antes por el contrario, que fueras feliz siempre, por todos los siglos de los años eternos. Amén.
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Cartas a Clara de Juan Rulfo
Tú, cariñito santo, recibe todo el amor del que mucho te quiere y del que espera quererte más, y un abrazo enorme y lleno de ternura y muchos besos, muchos, de quien te amará siempre.
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Cartas a Clara de Juan Rulfo
"Volver a empezar". Cuánto me gustaba estar allá, y volver a empezar de nuevo a conocerte y a vivir allí, pero sin miedo, sin dificultades ni ningún temor de perderte. Y es que aquí la vida no es nada blandita. Es como si de nueva cuenta también estuviera uno comenzando a vivir. A veces me imagino que desde que llegué a esta ciudad he estado enfermo y que no me aliviaré ya jamás. Y me siento como si me arrastrara la corriente de un río, como si me empujaran, como si no me dejaran ver hacia atrás. |
Cartas a Clara de Juan Rulfo
Sabes, estaba yo pensando hace ratito que tú eres como el mar... Bueno, pero esto no es una carta de amor, es una carta de negocios. Estoy tratando de resolver nuestro negocio, el tuyo y el mío, para que los dos tengamos algo que ganar, yo más que tú, porque yo te gano a ti, y tú, en cambio, sólo lograrás obtener a este muchacho desorientado y enfermo, no tan desorientado que digamos, pero sí muy enfermo de amor por ti.
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Cartas a Clara de Juan Rulfo
Perdóname si yo he exigido mucho de ti, quizá demasiado, que haya querido que tu corazón palpitara fuera de tiempo, como yo hago con el mío; pero yo soy un desequilibrado de amor y tú no, ahora lo sé y sé también que por eso me gustas así, porque eres como la brisa suave de una noche tranquila. Es precisamente por esto que yo te anduve buscando y me metí en tantos trabajos para dar contigo porque sabía que, ya conociéndote, podía contarte las cosas que le dolían a mi alma y tú me darías el remedio.
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Cartas a Clara de Juan Rulfo
Desde que te conozco, hay un eco en cada rama que repite tu nombre; en las ramas altas, lejanas; en las ramas que están junto a nosotros, se oye. Se oye como si despertáramos de un sueño en el alba. Se respira en las hojas, se mueve como se mueven las gotas del agua. |
Gregorio Samsa es un ...