Pedro Páramo de Juan Rulfo
Nada puede durar tanto. No existe ningún recuerdo por intenso que sea que no se apague.
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Pedro Páramo de Juan Rulfo
Nada puede durar tanto. No existe ningún recuerdo por intenso que sea que no se apague.
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El gallo de oro de Juan Rulfo
* No sólo es leer, es recordar. Revivir. Retroceder a la niñez, al paraíso perdido. Al mundo que creemos fantástico y resulta ser el más real de los vividos. Cuando los años eran eternos - entre cumpleaños- y los días, instántaneos (ahora, a los primeros los coleccionamos por décadas y las jornadas se hacen interminables). * * Basta de filosofear. Con el texto de Juan Rulfo, que me obsequió @icarobooks, he recordado a mi tíonotio, padre de mi primonoprimo. Se dedicó por temporadas a tiendas de textiles, la compra y venta de tierras y ganaderías,... y a los gallos de peleas y sus apuestas. Los importaba de México con la ayuda económica de un famoso matador ya, por entonces, retirado de los toros y activo en las juergas. * * Guardo unas lejanas imágenes de un reñidero en Córdoba, cerca del pétreo Cristo de los Faroles. Un miniruedo y unas gradas de madera. Estoy seguro que mi padre no me llevó. Y no hay violencia en mi mente, quizás estuviese vacío. * * Si vi en mi colonial pueblo materno y en una herrería de parientesdeparientes - ¿"los Orejones" ? - como se fabricaban los espolones metálicos para los gallos. Y los tuve en la mano, con más temor que curiosidad. Un galgo - ganador de carreras- temblaba a mi lado, como yo. Aunque el campeón era por frío. * * Es el mundo que relata - de forma magistral- Juan Rulfo en su relato "El gallo de oro", entre historias de palenques y amores "canallas" narrados por las cantadoras de corridas * * Ya lo dijeron. La vida no es como fue, sino como se recuerda. Y Rulfo gana a Freud, por espolones + Leer más |
El Llano en llamas de Juan Rulfo
["Esto, con el tiempo, parece olvidarse. Uno trata de olvidarlo. Lo que no se olvida es llegar a saber que el que hizo aquello está aún vivo, alimentando su alma podrida con la ilusión de la vida eterna. No podría perdonar a ése, aunque no lo conozco; pero el hecho de que se haya puesto en el lugar donde yo sé que está, me da ánimos para acabar con él. No puedo perdonarle que siga viviendo. No debía haber nacido nunca."]
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Pedro Páramo de Juan Rulfo
Este mundo, que lo aprieta a uno por todos lados, que va vaciando puños de nuestro polvo aquí y allá, deshaciéndonos en pedazos como si rociara la tierra con nuestra sangre. ¿Qué hemos hecho? ¿Por qué se nos ha podrido el alma?
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Pedro Páramo de Juan Rulfo
Pedro Páramo se quedó sin expresión ninguna, como ido. Sus pensamientos seguían unos a otros sin conseguir juntarse. Al fin dijo: — Estoy empezando a pagar. Es mejor empezar temprano para terminar pronto. |
Juan Rulfo
Lo habían traído de madrugada. Y ahora era ya entrada la mañana y él seguía todavía allí, amarrado a un horcón, esperando. No se podía estar quieto. Había hecho el intento de dormir un rato para apaciguarse, pero el sueño se le había ido. También se le había ido el hambre. No tenía ganas de nada. Sólo de vivir. Ahora que sabía bien a bien que lo iban a matar, le habían entrado unas ganas tan grandes de vivir como sólo las puede sentir un recién resucitado. Quién le iba a decir que volvería aquel asunto tan viejo, tan rancio, tan enterrado como creía que estaba. Aquel asunto de cuando tuvo que matar a don Lupe. No nada más por nomás, como quisieron hacerle ver los de Alima, sino porque tuvo sus razones. Él se acordaba: Don Lupe Terreros, el dueño de la Puerta de Piedra, por más señas su compadre. Al que él, Juvencio Nava, tuvo que matar por eso; por ser el dueño de la Puerta de Piedra y que, siendo también su compadre, le negó el pasto para sus animales. |
El Llano en llamas de Juan Rulfo
—¿Qué es? —me dijo. —¿Qué es qué?— le pregunté. —Eso, el ruido ese. —Es el silencio. Duérmete. |
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Pedro Páramo de Juan Rulfo
«Hace mucho tiempo que te fuiste, Susana. La luz era igual entonces que ahora, no tan bermeja; pero era la misma pobre luz sin lumbre, envuelta en el paño blanco de la neblina que hay ahora. Era el mismo momento. Yo aquí, junto a la puerta mirando el amanecer y mirando cuando te ibas, siguiendo el camino del cielo; por donde el cielo comenzaba a abrirse en luces, alejándote, cada vez más desteñida entre las sombras de la tierra. »Fue la última vez que te vi. Pasaste rozando con tu cuerpo las ramas del paraíso que está en la vereda y te llevaste con tu aire sus últimas hojas. Luego desapareciste. Te dije: "¡Regresa Susana!"» Pedro Páramo siguió moviendo los labios, susurrando palabras. Después cerró la boca y entreabrió los ojos, en los que se reflejó la débil claridad del amanecer. Amanecía. |
Pedro Páramo de Juan Rulfo
Me acordé de lo que me había dicho mi madre: "Allá me oirás mejor. Estaré más cerca de ti. Encontrarás más cercana la voz de mis recuerdos que la de mi muerte, si es que alguna vez la muerte ha tenido alguna voz." Mi madre... La viva.
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Pedro Páramo de Juan Rulfo
Qué haré ahora con mis labios sin su boca para llenarlos? ¿Qué haré de mis adoloridos labios?
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Pedro Páramo de Juan Rulfo
Esperé treinta años a que regresaras, Susana. Esperé a tenerlo todo. No solamente algo. Sino todo lo que se pudiera conseguir de modo que no nos quedará ningún deseo, sólo el tuyo, el deseo de ti.
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Pedro Páramo y El llano en llamas de Juan Rulfo
Faltaba mucho para el amanecer. El cielo estaba lleno de estrellas, gordas, hinchadas de tanta noche.
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Pedro Páramo y El llano en llamas de Juan Rulfo
No, no era posible calcular la hondura del silencio que produjo aquel grito. Como si la tierra se hubiera vaciado de su aire. Ningún sonido; ni el del resuello, ni el del latir del corazón; como si se detuviera el mismo ruido de la conciencia.
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Pedro Páramo y El llano en llamas de Juan Rulfo
El camino subía y bajaba. Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para el que viene, baja.
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El Llano en llamas de Juan Rulfo
Ora vienes y me quieres remover el sentimiento; pero no sabes que es más dificultoso resucitar un muerto que dar la vida de nuevo. Aprende algo. Andar por los caminos enseña mucho. Restriégate con tu propio estropajo, eso es lo que has de hacer.
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El Llano en llamas de Juan Rulfo
San Juan Luvina. Me sonaba a nombre de cielo aquel nombre. Pero aquello era el purgatorio. Un lugar moribundo donde se han muerto hasta los perros y ya no hay ni quien le ladre al silencio; pues en cuanto uno se acostumbra al vendaval que ahí sopla, no se oye sino el silencio que hay en todas las soledades.
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El Llano en llamas de Juan Rulfo
Los viejos aguardan por ellos y por el día de la muerte, sentados a sus puertas, con los brazos caídos, movidos sólo por esa gracia que es la gratitud del hijo…Solos, en aquella soledad de Luvina.
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El Llano en llamas de Juan Rulfo
Allá afuera seguía oyéndose el batallar del río. El rumo del aire. Los niños jugando. Parecía ser aún temprano, en la noche.
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Cual es el nombre completo de Dumbeldore?