Violeta de Isabel Allende
Más tarde me aseguró que había sentido lo mismo que yo: la certeza de que habíamos vivido hasta entonces buscándonos, y por fin nos encontrábamos.
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Violeta de Isabel Allende
Más tarde me aseguró que había sentido lo mismo que yo: la certeza de que habíamos vivido hasta entonces buscándonos, y por fin nos encontrábamos.
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Violeta de Isabel Allende
El cariño se cultiva, Camilo, hay que regarlo como a una planta, pero nosotros dejamos que se secara.
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Violeta de Isabel Allende
Teresa decía que si los hombres parieran y tuvieran que aguantar a un marido, el aborto y el divorcio serian sacramentos.
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Violeta de Isabel Allende
-No eres una mocosa. Defiende tu independencia, no dejes que nadie decida por ti. Para eso tienes que ser capaz de que valerte sola. ¿Me has entendido? -me dijo. Nunca he olvidado esa admonición. |
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Memorias del águila y del jaguar de Isabel Allende
La separación entre los seres también es ilusoria, puesto que todo está unido en el universo.
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Memorias del águila y del jaguar de Isabel Allende
El afecto es como la luz del mediodía y no necesita la presencia del otro para manifestarse.
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Memorias del águila y del jaguar de Isabel Allende
El deseo y el temor son ilusiones, Dil Bahadur, no son realidades.
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Violeta de Isabel Allende
Las almas sin culpa se van flotando livianas al espacio sideral y se convierten en polvo de estrellas.
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Violeta de Isabel Allende
Con él aprendí a observar y escuchar con atención, a ubicarme en el bosque, a andar en ríos y lagos helados, a encender fuego sin fósforos, a abandonarme al placer de hundir la cara en una sandía jugosa y a aceptar la pena inevitable de despedirme de la gente y los animales, porque no hay vida sin muerte, como él sostenía.
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Trilogía La casa de los espíritus de Isabel Allende
Ya entonces tenía el hábito de escribir las cosas importantes y más tarde, cuando se quedó muda, escribía también las trivialidades, sin sospechar que cincuenta años después, sus cuadernos me servirían para rescatar la memoria del pasado y para sobrevivir a mi propio espanto.
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Violeta de Isabel Allende
He sido testigo de muchos acontecimientos y he acumulado experiencia, pero por andar distraída o muy ocupada he alcanzado poca sabiduría. Si fuera cierto eso de la reencarnación, tendría que regresar al mundo a cumplir lo que me falta. Es una posibilidad aterradora.
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Violeta de Isabel Allende
Pensar que cuando llegamos a este lugar, idílico con mi madre y mis tías lo a podamos El Destierro, así, con mayúscula. No fue un destierro, sino un refugio. Esta es la misma casa prefabricada que levantamos con mi hermano para reemplazar la de los Rivas cuando se vino abajo y se quemó en el terremoto de 1960. Ha durado desde entonces, solo he cambiado el coirón del techo cada cuatro años, que instale calefacción, porque en invierno se cuelan el frío y la humedad.
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Violeta de Isabel Allende
Etelvina nos había preparado una torta de merengue, que la invitada repitió, sin fijarse en las calorías; ese detalle termina de convencerme de que era la chica ideal para mi nieto, me gusta la gente que engorda contenta.
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Violeta de Isabel Allende
Varias de esas mujeres bordaban, ingenuos tapices con pedacitos de diversas telas, cosido sobre una base de arpillera, representando la dureza de la vida, las prisiones, las colas ante los cuarteles y las ollas comunes. A Harald le parecieron extraordinarios y empezó mandarlos a Europa, donde se vendían bien y hasta se exponen en galerías y museos, como obras de arte de la resistencia. Como el dinero iba en su totalidad de las creadoras, se corrió la voz, y pronto habían centenares de mujeres bordando, arpilleras a lo largo y ancho del país. Pero por muchas telas que las autoridades confiscaran, siempre aparecían más; entonces el gobierno creó un programa para el fomento de arpilleras optimistas, con niños jugando a la ronda y campesinas con atados de flores en los brazos. Nadie las quiso
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Violeta de Isabel Allende
Esas mujeres del campo me enseñaron que el coraje es contagioso y que la fuerza está en el número; lo que no se logra sola se consigue entre varias, y mientras más sean, mejor. Pertenecían a un grupo nacional de cientos de madres y esposas de desaparecidos, tan determinadas que el gobierno no había podido desbandarlas. La versión oficial negaba como propaganda comunista que hubiera gente desaparecida, y calificaba esas mujeres de locas subversivas y antipatrióticas. La prensa acataba la censura y no las mencionaba, pero en el extranjero eran bien conocidas gracias a los activistas de derechos humanos que la gente del exilio, que había mantenido durante años una campaña de denuncia contra la dictadura.
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Violeta de Isabel Allende
Empecé a visitarlas una a una, casi siempre acompañada por Facunda. Me contaban de sus desaparecidos, de como habían sido cuando vivía, de cómo se los llevaron, de la eterna burocracia de buscarlos, de golpear puertas y mandar, cartas y sentarse frente a los cuarteles a clamar por ellos, de ser echadas, silenciadas y amenazadas, de no cejar y seguir preguntando. Lloraban sin bulla, y a veces se reían.
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Violeta de Isabel Allende
Primero fueron las mujeres que conocí el día que fuimos a identificar los despojos de la cueva. Digna, Rosario, Gladys, María, Malva, Dionisia y varias más, en especial Sonia, la madre de los cuatro hermanos Navarro, baja, fornida, firme, como un roble, y que tuvo ese día la evidencia de que sus hijos habían sido asesinados, como había sospechado durante muchos años, pero en vez de hundirse en el duelo, se puso al frente de las otras para exigir que les entregaran los huesos y castigar a los culpables. Todas eran campesinas de la zona cercana a Nahuel, muchas de ellas conocidas de Facunda, pilares de sus familias, porque los hombres que quedaban estaban ausente sean entregados a la desesperación. Trabajaban de sol a los desde niñas y seguiría haciéndolo hasta el final. Soñaban con que sus hijos sus nietos terminar en la escuela, se prepararan en un oficio y tuviera una vida más descansada que las de ellas.
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¿En qué época está ambientada la obra?