Siddhartha de
Hermann Hesse
Y en ese mismo instante en que el mundo que lo rodeaba pareció desvanecerse y él se quedó solo como una estrella en el firmamento, en aquel momento de frialdad y de desánimo, se irguió un Siddhartha más sólido y fuerte, más posesionado que nunca de su propio Yo. Se dio cuenta de que aquello había sido el último estremecimiento del despertar, el espasmo final del parto. Y al punto reanudó su marcha, con paso rápido e impaciente...más no a su hogar, no adonde su padre, ya no hacia atrás.