Segundo libro que leo de esta autora francesa. Me ha gustado también como el otro. En este caso es el comienzo de una trilogía que, sin duda, seguiré. Unos personajes muy bien trazados, unos cuantos sospechosos y un final sorprendente.
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Segundo libro que leo de esta autora francesa. Me ha gustado también como el otro. En este caso es el comienzo de una trilogía que, sin duda, seguiré. Unos personajes muy bien trazados, unos cuantos sospechosos y un final sorprendente.
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Es una novela entretenida aunque se nota que es la primera de la serie. El caso es que leí La tercera virgen de Fred Vargas y me gustó tanto, sobre todo el tratamiento que hace de los personajes, que pensé sería bueno empezar por el principio de la saga; así que eso he hecho y, no es que me haya decepcionado, sino que se nota que es la primera. Porque Vargas ha ido mejorando, bastante, a la hora de narrar. En El hombre de los círculos azules encuentro a veces repeticiones innecesarias de términos, a veces, faltas ortográficas y otras, anacolutos a causa de la jira campestre Por ésa razón, por culpa de mis frustraciones Cada vez, Reyer se había quedado mucho tiempo Puede que sea por efecto de la traducción, pero lo dudo porque la editorial Siruela es sinónimo de garantía, aunque todo puede ser. Sin embargo me ha encantado la ironía de los diálogos, debido a la elección de personajes tan descabellados como Mathilde o Charles, cuyas conversaciones son de una frescura y agilidad inigualables, saltan chispas entre ellos desde la primera vez que se encuentran —¿Qué oye usted en las voces? —¡Vamos, no puedo decírselo! ¿Qué me quedaría, Dios mío? Señora, hay que dejar algo al ciego La atracción es inmediata aunque ninguno quiera reconocerlo abiertamente. Indudablemente creo que el punto más fuerte de nuestra autora es la construcción de los personajes, a los que vamos conociendo poco a poco y no sólo por las descripciones que lleva a cabo el narrador en tercera persona, que también, sino sobre todo por los movimientos que realizan, o por la falta de ellos, por las conversaciones en las que de forma indolente o apresurada van dando todo de cada uno de ellos; es lo que ocurre con Danglard, policía alcohólico, buena persona, buen profesional y buen padre. Está criando a cinco hijos, dos pares de gemelos que tuvo en su matrimonio y otro, el pequeño, fruto de una relación extramarital de su mujer, pero se lo deja para que estén todos los hermanos juntos. Danglard habla poco con los chicos pero cuando lo hace se muestra tal y como es y sus hijos lo ven como es, alcohólico y buen padre «Los cuatro gemelos querían que bebiera un gran vaso de agua “para diluir” decían los niños. […] —Daos cuenta –dijo Danglard–, el comisario se ha largado y ha estado fuera todo el día dejándonos la mierda a nosotros. Me ha molestado tanto que, a las tres, estaba completamente borracho». Son relaciones duras y enternecedoras al mismo tiempo que, aunque sean fruto de la imaginación de la autora, hacen que creamos en el ser humano en general y en la policía en particular (esto es la novela ¿no?). Creo que las investigaciones de Danglard y sus pensamientos tienen tanto peso que podríamos hablar de personaje principal. Pero no, el personaje principal es Jean Baptiste Adamsberg, alguien tremendamente intuitivo, impredecible y, al contrario que Danglard, poco comprometido con sus seres queridos, de ahí que esté solo, y no le importe y, de ahí que sea capaz de conocer a alguien a la perfección sólo manteniendo una relación superficial, una mirada, una pequeña charla «yo no he dicho que se viera en su cara. He dicho que era algo monstruoso que supuraba desde el fondo de su ser. Es una supuración, Danglard, y yo, a veces, la veo rezumar». Adamsberg es un ser excepcional, un personaje cuyo carisma se vislumbra, sólo se vislumbra, en El hombre de los círculos azules, y se va afianzando en las entregas siguientes, donde vamos conociendo también, al resto del equipo que, en esta primera entrega, queda desdibujado ante el protagonismo de estos dos cargos principales. Llegados a este punto podemos pensar en cómo un alcohólico es capaz de razonar de manera tan objetiva y llevar adelante, con una lucidez espléndida, la investigación; cómo consigue cuidar y educar a unos niños si, precisamente cuando está con ellos, por las tardes, es cuando está borracho. También podemos pensar en cómo un comisario solitario, taciturno, es capaz de saber desde el primer círculo azul que aparece en la calle, rodeando una fruslería inanimada, que de ahí a que aparezca un muerto dentro hay un paso —Pida al fotógrafo que se presente aquí mañana por la mañana y acompáñele. Quiero una descripción y clichés precisos del círculo de tiza azul que seguramente será trazado esta noche en París. Por supuesto, como no hay pruebas, no hay por dónde “tirar de la manta”, no se puede investigar a fondo, así que Adamsberg, fiel a su instinto peculiar, casi mágico, se ve “obligado” a encontrarse con Mathilde quien, además de haber visto al hombrecillo pintor de círculos, se rodea de personas que le resultarán claves al comisario para dar con lo que busca y resolver el caso. —Usted –decía Adamsberg–, como no ve, ve de otra manera. Lo que me gustaría es que me hablara […] que me describiera todas las impresiones que produjo en sus oídos, todas las sensaciones que despertó su presencia… Pero claro, esto ya es labor de la imaginación de la autora que consigue una novela entretenida, cuyo argumento gira y se retuerce, a modo de círculos o espirales, para desembocar en algo insólito que, el propio Adamsberg, con su capacidad de percepción, nos va desentrañando para que consigamos, al mismo tiempo que él, y antes que el resto de personajes, saber quién es el asesino. Buen ejercicio mental para el lector y, creo, que mala investigación por parte del jefe pues no pone al corriente a los subordinados de lo que supone sino que los envía a que realicen entrevistas o vigilen las calles o desentierren cadáveres sin decirles la finalidad de dichas acciones… pero claro, entonces habríamos descubierto al asesino en la primera conversación. En este momento, a Danglard el pensador le pongo nervioso […] Y sin embargo desde que Clémence se marchó, se ha producido lo esencial. Pero no he podido decirle nada ¿Por qué no puede hablar Adamsberg con sus subordinados? Es cierto que su comportamiento es algo inquietante; al estar junto a él se tiene la seguridad de que se podrá confiar en él, de que es un hombre justo e inteligente, de esas personas cuya inteligencia no deviene de sus estudios sino que es innata, pero al mismo tiempo se sabe que su compañía no durará porque lleva escrito en la mirada “soledad”. Adamsberg es un solitario y como a todos los solitarios, le gusta serlo aunque sufra por ello a veces. Podemos reflexionar, tras leer El hombre de los círculos azules, sobre la soledad. En realidad todos los personajes que aparecen son solitarios, el asesino, las víctimas, el comisario Adamsberg, el inspector Danglard, la oceanógrafa Mathilde, el ciego Charles, la exnovia Camille… todos tienen una personalidad doble, por un lado son interesantes, atractivos a pesar de, o gracias a, la circunstancia que los ha llevado a ese individualismo: gente que se ha quedado sin familia, personas sin valía y envidiosas, otras demasiado centradas en el trabajo, otras cuyo trabajo les ha provocado una desgracia, personas con una infancia apartada de lo que entendemos por civilización y que han estado más unidas a la naturaleza que a otros seres humanos… circunstancias que consiguen resaltar al mismo tiempo su dureza o fracaso personal. Otra reflexión que hace el lector es sobre la capacidad que tiene el hombre para dejar de serlo y convertirse en lo más repugnante del universo, peor aún que un animal «Un hombre difícil de atrapar, oculto, pútrido, cubierto de pelusa como las mariposas nocturnas, cuyo pensamiento a Adamsberg le resultaba execrable y le producía escalofríos», de hecho las animalizaciones, aunque cargadas, a veces, de humor o ironía, conducen a especular sobre esto; hasta dónde nos puede llevar un trauma, físico o mental, un complejo del que no nos hemos desecho sino que nos tortura constantemente. Es duro saber la respuesta y fácil, pues la encontramos en el día a día. Pero, la musaraña, ¿Qué pasa con ella? ¿Por qué la buscan? Volvió del campo ayer por la noche, restablecida, exultante. Enlace: http://elblogaurisecular.blo.. + Leer más |
Durante este mes he estado con una terrible resaca literaria, parte de la culpa supongo que la ha tenido el calor que nos a torturado durante todos estos días por mis pagos, a eso se le suma que esta lectura se me ha hecho completamente insufrible. ¿Por qué la continúe? Porque fue mi elegido para el reto Literario del mes de febrero: Una autora francesa. Si, ya sé que Fred Vargas no suena mucho a mujer ni a francés, pero es el seudónimo de Frédérique Audoin-Rouzeau (mejor le decimos Fred Vargas). Porque deteste este libro, tengo mil y una razones (o quizás no tantas). En primer lugar, arrancamos con el personaje principal, el inspector en jefe Adamsberg, ya si odias al principal, es raro que te guste la historia, pero si a eso le agregamos que también te irritan el resto de los personajes, ya no hay vuelta atrás. ¿Por qué tan odiosos? Adamsberg es una persona que parece tener "un sexto sentido", con solo mirar a alguien sabe si es bueno, malo o lo que siente (a la bosta con la lógica de un criminalista), no me hubiera chocado tanto este sexto sentido, sino fuera porque a eso hay que sumarle que el personaje pareciera que viviera en una nube de pedos, sus pensamientos son como si estuvieran flotando en una nube de pedos y encima su forma de ser se contagia a sus subordinados que parecen caer en una profunda anestesia. A eso se le suma la obsesión por una mujer de su pasado que lo ha dejado y que constantemente él tiene fantasías sobre dónde está ella, si vive o no, con quien estará etc. Los otros personajes que aparecen, como La reina de los mares, me parecen tan delirantes como el principal, e igual de insufribles. Si bien el final tiene sentido y pareciera que diera unas cuantas vueltas de tuerca sobre el culpable, me dio la sensación que lo encontraron más por una obsesión de Adamsberg contra ese personaje por causa de su sexto sentido, que por la lógica y la evidencia. En definitiva, un libro que pasa a formar parte de mi top ten de lecturas odiadas y que dudo mucho que le dé otra oportunidad a esta serie o a la autora. RECUERDEN que esta es mi sincera opinión pero que no necesariamente les pase esto a quien decida darle una oportunidad a El hombre de los círculos azules. + Leer más |
La laureada escritora de novela negra Fred Vargas se vale del humor, la sutil ironía y la ternura para hablarnos de las diferencias, la soledad de la vejez, del maltrato y la humillación a la mujer ¿se puede justificar un crimen cuando las víctimas son moralmente detestables? Vargas nos pone en ese dilema moral, de la mano de un policía muy sui generis, el Comisario Adamsberg.
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Hace tiempo que le tenía ganas a esta dama de la novela francesa y, para empezar, que mejor que hacerlo con su primera obra. Me ha gustado bastante, el lenguaje es muy fluido con gran abundancia de diálogos. Los personajes me han llamado la atención porque algunos son bastante extraños, no sé si debido a su juventud o a la vida disoluta que llevan. La historia ha sido muy buena y el final sorprendente. Una cosa si destaco, me habían dicho que era bastante cruenta a la hora de “asesinar”, no sé si porque este es el primero y se “desató” más tarde, je, je, je, pero este lo he encontrado muy comedido.
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¡Qué acierto! Leer a Fred Vargas ha sido toda una experiencia, tanto me he interesado en la lectura, tanta ha sido la pasión experimentada que he olvidado en numerosas ocasiones tomar notas, mi memoria empieza a fallar y me gusta argumentar con ejemplos las conclusiones que obtengo. Pero la lectura es envolvente. No sabes qué va a ocurrir después, después es la página siguiente. No sabes cómo van a reaccionar los personajes. Algunos, claramente machistas (en principio), se transforman en entrañables, personas con un valor increíble capaces de hacer lo imposible por un compañero, o una compañera a la que, parece, atosigan o acosan con bromas pesadas, pero todo es de boquilla. Otros claramente cordiales nos enseñan su cara disociada de doctor Hyde cuando menos lo esperamos. Los más, son personas normales, que no es decir poco en la sociedad que nos ha tocado vivir. Puede que sea eso, la naturalidad de los personajes lo que hace de La tercera virgen algo sublime. La escritura es espectacular; leemos y observamos un estilo cuidadoso, de diálogos inteligentes en los que predomina el respeto entre unos y otros, alusiones cultas incluso. Al principio se puede pensar que no es una novela negra. Y lo es. Es nigérrima. Es de una dureza extrema, pero tratada con dulzura; Fred Vargas denota en sus páginas un amor incondicional hacia sus personajes, hacia la naturaleza, hacia los animales y sobre todo hacia aquellos niños, o adultos que sufren de alguna manera el acoso de los demás, el ensañamiento gratuito. En este sentido nos da una lección de humanidad como pocas podemos encontrar. No solo los personajes son fabulosos, no sabría con cuál quedarme, y eso que inconscientemente cuando leo una obra literaria mi mente se identifica con alguno por afinidad de pensamiento, por deseo de parecerme, por rechazo total; aquí no, en La tercera virgen todos los personajes tienen algo que los hace fraternales, que los sube al podio de irreales precisamente por la realidad con la que son retratados. Entre todos forman una figura perfecta; cada uno conoce al otro a la perfección y sabe lo que va a aportar al equipo; cada uno no sería nada sin el apoyo del resto. De ahí el encantamiento, el deseo de que todos en nuestros trabajos, en nuestro ambiente, formásemos un grupo parecido; no se juzga, se acepta y de esta manera, cada uno da lo mejor que tiene. Pero no solo los personajes, la trama es un rompecabezas increíble; a veces pensamos que sobran piezas, otras, que faltan, que será imposible sacar punta de todo esto; situaciones que no tienen nada que ver se van entremezclando, circunstancias que parecían secundarias se vuelven imprescindibles, tesituras en las que los personajes están a punto de arrojar la toalla o de desviarse del tema, se centran totalmente cuando uno afirma algo clave para que otro tire del hilo y así, poco a poco y sin saber muy bien cómo, todo encaja ¡en la última página! Indudablemente no hay que restar importancia a labor de Anne-Hélène Suárez Girald, pues su traducción ha sabido captar los giros de la lengua francesa, las expresiones habituales y pasarlas a un español perfecto, en cuanto entendible, con una sintaxis y un vocabulario totalmente impecables. El sentido del humor puebla las páginas de La tercera virgen pero es un humor sensible, de lectura agradable, tierna en ocasiones, dura en otras. Las antítesis se suceden hasta que ocurre como con los polos opuestos del magnetismo, llegan a unirse. Los enfrentamientos, no sólo en la trama sino también entre los personajes llegan a equipararse, como también se iguala el amor por la naturaleza salvaje y quienes la pueblan, hombres o animales, —Y además, a ellos, los pobres, les llueve todo el rato. Adambsberg miró las ventanas, por las cuales caía la lluvia sin cesar. —Hay lluvias y lluvias, explicó Oswald. Aquí no llueve. Aquí moja. Se iguala el cariño hacia la vida en la ciudad y quienes la pueblan, hombres o animales. —Salga, Danglard, vaya a escuchar a Oswald o a Angelbert. Están en París, como aquí. —Con esos nombres, seguro que no ¿Y qué me enseñarían? —Que las cuernas de desmogue valen menos que las de caza —Eso ya lo sé —Que la frente de los cérvidos crece hacia fuera —Eso ya lo sé —Que seguramente la teniente Retancourt no está durmiendo y que resultaría benéfico ir a charlar una horita con ella. El canto a la comunicación, el amor por la vida viene de la seguridad de que en ella no hay nada absoluto, todo puede cambiar según se mire, según se viva. Esto lo definen perfectamente tanto el comisario Adamsberg, nacido en la Normandía Alta como el teniente Veyrenc, de la Baja Normandía. Ambos tan diferentes, ambos tan iguales, y ambos deben, por lo tanto, repasar una realidad que creían única para darse cuenta de que hay otras realidades y que no siempre se nos muestran a primera vista. La técnica es infalible puesto que mezcla la versificación, en no pocas ocasiones, con alusiones culturales y acciones paralelas ¿Qué tienen que ver un teniente de la policía que habla en verso con tumbas abiertas sólo por la parte de la cabeza, asesinatos de mujeres vírgenes, matanzas de ciervos y un espectro que vaga por una casa recién comprada? En principio nada, al final todo queda ensamblado y unido a la perfección. El flashback se inserta perfectamente en el orden lineal de la narración; a veces no somos conscientes de que se narra un pasado hasta que no caemos en la cuenta de que «siempre se cuenta un secreto a una persona». El estilo es sencillo, directo, preciso, natural incluso cuando la función didáctica aparece en los diálogos. En ningún momento sentimos que la autora intente moralizar o adoctrinar al lector, pero es indiscutible que su novela refleja una personalidad abierta, culta y algo tímida. Si tenemos en cuenta que incluso de textos o citas clásicos puede sacar alguna broma estamos convencidos de su falta de grandilocuencia, por lo que somos capaces de aprender al tiempo que nos entretenemos. Los personajes están retratados con minuciosidad, sabemos cómo es cada uno de los formantes de la brigada, en la que importa tanto la erudición de Danglard como la felina intuición de Adamsberg, Adamsberg se deslizó taburete abajo y se puso a dar vueltas por el despacho la fuerza de Retancourt, la disposición de Estalère, el hambre atroz de Froissy o el humor fanfarrón de Noël que en ocasiones raya en machismo —En mi ausencia, vigile al gato, a Mortier, a los muertos y el humor del teniente Nöel, que no deja de degradarse. No puedo estar en todo. Tengo mis obligaciones. La erudición, memoria, sensibilidad e infancia traumática hacen de Veyrenc alguien extraordinario, capaz de hablar en alejandrinos aunque estos contengan encubiertos amenazas o desahogos a sus dolencias: —Oídme, pues, señor. Apenas regresado, una cólera injusta prepara mi caída ¿Qué fue, tan alabada, de vuestra compasión? ¿Merezco este castigo tan solo por mi origen? Lo de menos son los defectos que, por supuesto, tienen; lo de menos es que Mercadet tenga un sueño infinito, Danglard se esté convirtiendo en alcohólico o Adamsberg sea antisocial; eso no importa. Lo que interesa realmente es la ayuda que se prestan unos a otros cuando hace falta. Nadie objeta. Nadie acusa. Todos trabajan y consiguen, sólo así es posible, resolver con un ritmo ligero, dinámico, los casos que llevan entre manos hasta contemplar, estupefactos, como el propio lector, que todo está unido, desde la primera réplica hasta el último pensamiento, en una trama siniestra donde las haya. Fred Vargas es capaz de unir de forma absolutamente inteligente el mundo de la novela policíaca con la investigación real, tanto basada en creencias tradicionales, supersticiones o datos históricos, literarios o filosóficos. La novela pues, no es una novela negra al uso. Sus páginas rezuman, además de tensión, humor, en ocasiones absurdo o surrealista —Aquí no nos gustan los maderos –enunció Angelbert con el brazo todavía inmóvil —Ni aquí ni en ninguna parte –puntualizó Adamsberg —Aquí menos que en otros sitios —Yo no digo que me gusten los maderos, digo que lo soy —¿No te gustan? —¿Para qué? […] —Entonces ¿por qué lo eres? —Por descortesía Páginas que filtran cultura y confianza en el ser humano, pero sobre todo, sensibilidad (los diálogos que mantiene Adamsberg con su hijo Tom, de nueve meses, son enternecedores) —Tom, escúchame bien, vamos a cultivarnos juntos […] Thomas miró tranquilamente a su padre, atento e indiferente […] ¿Te gusta Tom? […] —No sé qué es el opus spicatum hijo, y me importa un rábano. A ti también […] Cómo arreglárselas cuando no entiendes nada. Observa. Adamsberg sacó el móvil y marcó lentamente un número bajo la mirada vaga del niño. —Llamas a Danglard… El vocabulario hace alarde de todo tipo de registros. Utiliza tanto la jerga de la profesión «los estupas», como variedades geográficas «un forano», «¡Vamos hombre!», tecnicismos «opus spicatum», léxico culto «título compensatorio generado», expresiones coloquiales «qué demonios significa eso» o soeces «me cago en la puta», metáforas humorísticas «Ni una crítica, ni una ironía. La nada blanca del auténtico colegueo», pensamientos poéticos «Si el mundo pudiera parecerse a los sueños de las viejas madres…» o apodos usados ante todo en barrios bajos «el Gordo Georges». Todos los registros, todas las variedades, conviven en armonía ofreciendo una ópera prima, una novela con ritmo, ligera en la que el amor y el horror van de la mano hasta el final, cuando todo se desvela, aunque sea “gracias” al gato, «Froissy, ponga al gato un transmisor en el cuello». Enlace: http://elblogaurisecular.blo.. + Leer más |
Últimamente he leído mucha novela negra, muchas sagas policíacas, de distintos autores procedentes de distintos países (nórdicos, anglosajones, hispanos, etc.), pero no había leído nada de Fred Vargas. Me decidí por una de sus novelas al azar, por distintas razones. Una es que ha sido galardonada hace poco en nuestro país; otra que su seudónimo siempre me ha llamado la atención; que es mujer (y siempre hay menos en este género, por suerte cada vez más y mejores); y por último que es el mes de la literatura francesa y reconozco que no soy un gran lectora de la misma. Por todas éstad razones elegí este libro, y reconozco que no está mal, para un rato de entretenimiento, pero no me ha emocionado. Para empezar, su personaje principal, el comisario Adamsberg, no me llega nada, como protagonista me parece bastante anodino. Su equipo, tampoco tiene nada de especial, y la historia tiene sus momentos, como la aparición de la Sociedad de Estudios Sobre los Escritos de Robespierre, pero poco más que destaque frente a los demás libros de este género. Un poco decepcionante.
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Cuando sale la reclusa de Fred Vargas es la última novela publicada del inspector Adamsberg. Adamsberg se encuentra disfrutando en Islandia de unas merecidas vacaciones cuando es reclamado en Paris para investigar un caso de atropellamiento que podría ser un homicidio. Una vez en casa, rápidamente su intuición le hace fijar su atención en la muerte de tres ancianos por la picadura de una araña reclusa, araña cuyo veneno sólo es mortal en dosis muy elevadas. Casi a espaldas de sus superiores y con escasa complicidad de los componentes de su peculiar equipo, Adamsberg empieza a recorrer Francia y a recorrer su propio pasado, para solucionar el enigma. Cuando sale la reclusa es un homenaje a la naturaleza y al mundo animal. Las investigaciones se paran si hay que alimentar a la familia de mirlos, para no molestar al gato que pasa la vida encima de la impresora, para observar la belleza de una reclusa… Una novela llena de humor para un merecido Premio Princesa de Asturias de las Letras 2018 concedido a Fred Vargas + Leer más |
El nuevo libro de la autora francesa muestra una vez más que es un caso poco frecuente en el género negro Enlace: https://elpais.com/cultura/2.. |
El autor lamenta su mala suerte con las novelas policiacas en los últimos tiempos. La excepción que destaca es 'Cuando sale la reclusa', de Fred Vargas.
Enlace: https://elpais.com/cultura/2.. |
Debido a la crudeza de lo narrado Vargas jugará con el lector forzándole a escoger y a posicionarse: o seguir al dedillo lo que marca la legalidad, o escoger una resolución que signifique de verdad impartir justicia. Dos conceptos que, por desgracia, no siempre van de la mano.
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Lo mejor de Fred Vargas es la naturalidad con la que hilvana la lógica de sus relatos, el fino humor con el que los espolvorea, el delirio asumido de su protagonista y, en fin, el cúmulo de coincidencias felices de su trama.
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Ya nadie duda de que Vargas es probablemente el nombre internacionalmente más codiciado del actual esplendor de la novela negra francesa.
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Son varias las personas que me han hablado muy bien de Fred Vargas, y reconozco que esperaba otra cosa de este libro. Los protagonistas son un tanto "especiales", un experto en prehistoria que va casi siempre desnudo, un experto en historia medieval bastante normal y por último, un fanático de la 1ª Guerra Mundial, los 3 con el agua al cuello, "como dicen en la novela" y los tres se van a vivir a un caserón desvencijado de un buen barrio parisino que alquilan por cuatro duros a cambio de hacer reformas por su cuenta. Cada uno ocupa una planta, y, en el cuarto piso, se instala un tío del medievalista, que resulta ser un policía corrupto retirado. Con este planteamiento, se diría que la Historia va a jugar un papel en la novela, pero quien crea que los conocimientos de los personajes sirven para algo se llevará una decepción. La trama es muy enrevesada, demasiado para resultar creible. Este libro es entretenido y nada más. |
Extraño, es la primera palabra que se me viene a la mente cuando pienso en este libro. Surrealista, rara, dispersa tal vez, es verdad que dentro de todo eso existe una buena historia, pero es como si flotáramos alrededor de ella, porque causa mas curiosidad la manera en que esta contado, sus personajes tan singulares y la escritora. Lo cierto es que una vez que comencé logro intrigarme, no su historia en si, su forma de escribir, de contar, tenía que saber hacia donde me iba a llevar esta mujer con su formas y su historia, no pude parar de leer hasta que termine. Es fácil comprender a todas aquellas personas que me comentaron acerca de que esta escritora no les había gustado, no, no es para todos o puede serlo siempre y cuando llegues a los libros sin ninguna expectativa. Hubo quien incluso me hablo de sus formas filosóficas, no se si llega a tanto pero lo que si es verdad es que en ocasiones durante algunos párrafos no podía evitar pensar "¿qué se habrá fumado esta mujer cuando escribió esto?". Me gusto, así que si están dispuestos, solo recomiendo tener la mente abierta y no esperar algo corriente. Enlace: https://comiendomislibrosama.. + Leer más |
Gregorio Samsa es un ...