Insolación de Emilia Pardo Bazán
El sol, si no podía ensañarse con nuestros cráneos, se filtraba por todas partes y nos envolvía en un baño abrasador. Por entre las esteras mal juntas del techo, al través de la lona, y sobre todo, por el abierto frente de la tienda, entraban a oleadas, a torrentes, no sólo la luz y el calor del astro, sino el ruido, el oleaje del humano mar, los gritos, las disputas, las canciones, las risotadas, los rasgueos y punteos de guitarra y vihuela, el infernal paso doble, el ¡Viva España! de los duros pianos mecánicos
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