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Edith Wharton
¿Por qué una chica tenía que pagar tan cara la menor desviación de la rutina? ¿Por qué no se podía obrar con naturalidad sin tener que ocultarse tras una estructura de disimulo?
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La casa de la alegría de Edith Wharton
A una mujer se la invita tanto por su vestuario como por su persona. Los vestidos son el telón de fondo, el marco, por así decirlo; no son causa del éxito pero sí parte de él.
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Edith Wharton
—¿No ha lamentado alguna vez —inquirió de repente— no ser lo bastante rico para comprar todos los libros que le gustan? |
La casa de la alegría de Edith Wharton
¿No comprende —prosiguió— que sobran hombres para decirme cosas agradables y que lo que necesito es un amigo que no tema espetarme las desagradables cuando me convienen? |
Xingú de Edith Wharton
La señora Ballinger pertenece a esa categoría de damas que persigue la Cultura en cuadrillas, como si fuera peligroso encontrársela a solas.
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La edad de la inocencia de Edith Wharton
Las mujeres deben ser libres, tan libres como lo somos nosotros.
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Santuario de Edith Wharton
"Aunque su egoísmo estuviera dotado de los más selectos receptores, no imaginaba que los demás pudieran disponer de una capacidad similar. Su hija, como parte de sí mismo, estaba dentro de los límites de sus preocupaciones habituales, pero ella no era más que una región periférica, una provincia sometida. Y el señor Orme constituía un sistema de gobierno muy centralizado."
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Madame de Treymes de Edith Wharton
Mi hijo ya solo me pertenece a medias, porque la Iglesia tiene la otra mitad, e intentará echar mano de mi parte tan pronto como empiece su escolarización.
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Ethan Frome de Edith Wharton
"La luz, que ella mantenía a la altura de la barandilla, hacía brotar de la oscuridad su cuello arrugado y la saliente muñeca de la mano que aferraba el cobertor, y ahondaba fantásticamente los huecos y prominencias de su rostro huesudo bajo el círculo de rulos. Para Ethan, aún en la rosada nebulosa de su hora con Mattie, la visión llegó con la intensa precisión del último sueño antes de despertar. Tuvo la sensación de captar por primera vez la verdadera apariencia de su esposa."
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La casa de la alegría de Edith Wharton
“No había calmado su resentimiento pero sí debilitado su voluntad, de modo que se movía en un estado de letargo, como un loco peligroso que ha sido drogado.”
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La casa de la alegría de Edith Wharton
“¿No comprende -prosiguió- que sobran hombres para decirme cosas agradables y que lo que necesito es un amigo que no tema espetarme las desagradables cuando me convienen?”
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La piedra de toque de Edith Wharton
Para mí, sin duda, es un vicio, o casi, leer un libro como las Cartas. En ellas va el alma de esa mujer, arrancada por completo desde la raíz; su ser desnudo, entregado a un hombre al que es evidente que no le importaba lo más mínimo. No pienso leer ni una línea más; es como mirar por el ojo de una cerradura
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La piedra de toque de Edith Wharton
El único hecho que nos permite convivir con nuestros allegados es que desconocemos por completo lo bien que nos conocen.
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La piedra de toque de Edith Wharton
Nuestra autoestima tiene tendencia a basarse en las supuestas grandes hazañas que nunca hemos tenido ocasión de emprender, y hasta la modestia más escrupulosa se atribuye erróneamente una conducta noble.
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La edad de la inocencia de Edith Wharton
Ella decía, por supuesto M’ama! y no , ya que una ley inalterable e incuestionable del mundo de la música ordenaba que el texto alemán de las óperas francesas, cantadas por artistas suecas, debía traducirse al italiano para mejor comprensión del público de habla inglesa.
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La edad de la inocencia de Edith Wharton
Sus propias palabras, según las cuales «Las mujeres deberían ser libres, tan libres como nosotros» llegaban directamente a la raíz de un problema que su mundo había decidido considerar inexistente. Las mujeres «decentes», por agraviadas que hubieran sido, nunca reclamarían el tipo de libertad al que él se refería, y los hombres generosos como él se mostraban por tanto -en el calor de una discusión- especialmente caballerosos al concedérsela.
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La edad de la inocencia de Edith Wharton
Pronto su tarea consistiría en quitarle a esa joven la venda de los ojos e instarla a mirar de frente al mundo. ¿Pero cuántas generaciones de mujeres que habían tenido su misma educación bajaban a la cripta familiar con los ojos vendados? Se estremeció al recordar algunas de las nuevas ideas expuestas en sus libros científicos y el ejemplo, tantas veces citado, de los peces de unas cuevas de Kentucky que habían dejado de tener ojos porque no les servían de nada.
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Paisajes italianos de Edith Wharton
Marzo es, en algunos aspectos, el mes más exquisito del año en Italia. Es el mes de las transiciones y las sorpresas, de las vehementes lloviznas intermitentes acompañadas de un corazón dorado de luz de solar, de campos desnudos invadidos durante la noche por las flores de los árboles frutales y setos vivos que brotan de forma tan repentina como las flores del bastón de Tannhäuser. Es el mes en el que el viajero del norte, receloso de la prometida clemencia de los cielos italianos y con la amargura del invierno aún en los huesos, al encontrarse con un terreno de prímulas bajo riberas deshojadas o con la continua llama de los tulipanes a lo largo de las acequias de un huerto de olivos, aprende que Italia es Italia, después de todo, y se abraza al pensamiento del negro marzo más allá de los montes.
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Paisajes italianos de Edith Wharton
Puede perdonársele a un lugar que se encuentra a más de cuatro mil kilómetros de Italia que no sea italiano, pero que aquella aldea en la misma frontera permaneciese tan imperturbable e inamoviblemente helvética era una constante fuente de exasperación. Incluso el propio paisaje había desaprovechado su oportunidad
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La edad de la inocencia