La edad de la inocencia de Edith Wharton
Sus propias palabras, según las cuales «Las mujeres deberían ser libres, tan libres como nosotros» llegaban directamente a la raíz de un problema que su mundo había decidido considerar inexistente. Las mujeres «decentes», por agraviadas que hubieran sido, nunca reclamarían el tipo de libertad al que él se refería, y los hombres generosos como él se mostraban por tanto -en el calor de una discusión- especialmente caballerosos al concedérsela.
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