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Tú eres mi millón de fuegos artificiales de Cristina Prada
No dejes que el miedo decida por ti cuando solo estás a un paso de vencerlo, eso el lo que él quiere.
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Calificación promedio: 5 (sobre 209 calificaciones)
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Tú eres mi millón de fuegos artificiales de Cristina Prada
No dejes que el miedo decida por ti cuando solo estás a un paso de vencerlo, eso el lo que él quiere.
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Todos los carteles de neón brillaban por ti de Cristina Prada
Lo mejor del libro, sin duda, son las escenas entre los protagonistas. La pasión y los sentimientos traspasan el papel. He disfrutado con esa tensión, pero también ha habido momentos en los que lo he pasado mal porque, madre mía, intensitos son un rato 😉 Reconozco que, en ocasiones, tanto “ahora sí, ahora no”, me ha desquiciado un poco. De buena gana, le hubiese dado a Hudson un tirón de orejas por ser un cobarde. Respecto a los personajes, me ha gustado mucho Sally, me parece una mujer, como he mencionado antes, valiente y luchadora. Por otro lado, Hudson es un hombre fiel, arrogante, y cariñoso, que esconde muchos secretos, y que antepone siempre la felicidad de los demás, a la suya propia. Le falta valentía y un poco de egoísmo. Los personajes secundarios también me han encantado, sobre todo la abuela de Sally, Scout, y Elliott. Los tres son piezas claves en la historia. La trama me ha gustado. Es diferente a lo que esta autora nos tiene acostumbrados, y narrada con ese lenguaje directo, y sin tapujos que tanto me gusta de ella. Además, no solo te adentras en el mundo del cine, sino que Cristina Prada también te lleva Tokio sin salir de casa. En definitiva, “Todos los carteles de neón brillaban por ti” es un libro que te hace soñar, te enamora; te habla de las segundas oportunidades, y sobre todo, te anima a no rendirte jamás, y a luchar por lo que quieres, enseñándonos que el amor puede con todo. + Leer más |
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Todo lo que perdí de Cristina Prada
Ese «hasta luego, señorita Martín» se convirtió en el trending topic de mi vida. Lo repetí hasta la saciedad mientras tomaba unas cervezas con las chicas en el O’Donell. Lo pensé y lo repensé antes de irme a dormir. La conclusión a la que llegaba siempre era la misma: se me estaba yendo un poco la cabeza y era drástico y urgente que dejase de fantasear con él. Si no, corría el riesgo de que un día dijese algo como «señorita Martín, tráigame los informes de contratación del mes pasado» y yo me presentase en lencería en su despacho, convirtiéndome en la primera empleada a la que despidiesen por acoso al jefe y no al revés.
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Las noches en las que el cielo era de color naranja de Cristina Prada
Me despierta un estruendo. Me incorporo de golpe e inmediatamente una luz rojiza que se expande por el cielo al fondo de la ciudad capta toda mi atención. El estruendo se repite y me doy cuenta de que no me han despertado las bombas, sino el ruido de los aviones que las lanzan. El cielo se tiñe de naranja, casi violeta, y es extrañamente intenso, incluso bonito. En este lugar todo es negro y blanco a la vez. Recuerdo a los niños jugando a las damas y la explosión que vino después. Son las dos caras de una moneda que hace milagrosos equilibrios por mantenerse de canto. Me asusta pensar de qué lado caerá. |
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Manhattan Crazy Love de Cristina Prada
Al levantarme, me golpeo la cabeza con la mesa. Uf, qué daño. Me llevo la mano donde me he dado el topetazo y entonces oigo un característico sonido que justo en ese preciso instante me da auténtico pavor. Alzo la cabeza y veo la lata de Coca-Cola light, esa que tan merecida me creía tener, tumbada y el refrescante líquido empapando por completo mi móvil. «Eso por preguntarte qué más podía pasar.» Me quedo sentada en el suelo, rodeada de carpetas y papeles y viendo cómo mi smartphone se da un baño de burbujas. Me niego a levantarme.» |
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Todo lo que perdí de Cristina Prada
Quizá me estaba comportando como esas tontas enamoradas que ven lo que quieren ver y no lo que deberían. Esas cuyo novio es gay o putero o las dos cosas y encima las tratan como una mierda, pero ellas sólo son capaces de ver lo bueno y ahí están, al pie de cañón mientras su amor se tira a una drag queen llamada Furia Furibunda. ¿Y si yo era igual? ¿Y si me había convencido de que Sergio estaba dando pasos hacia una relación normal, que sentía algo por mí, y él sólo quería sexo?
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Todos los carteles de neón brillaban por ti de Cristina Prada
El sexo puede ser sexo y nada más, pero la intimidad es algo diferente, es algo que puedes tener con una persona incluso si nunca la has tocado. Creo que es un tesoro, y está en los pequeños detalles: en la manera en la que miras a alguien cuando esa persona no te mira a ti, en la forma en la que te hace sonreír y en la que tú reconoces su sonrisa en una sala llena de gente, y también en lo que tu nombre, el suyo es para ambos. No quiero pertenecerle a nadie si no es de verdad.
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Las noches en las que el cielo era de color naranja de Cristina Prada
—No quiero que salgas con Matt. —Reese, yo… —Y no sólo se trata de Matt —continúa acelerado, como si la mera idea lo torturara—. No quiero que ningún tío te toque, nunca. Joder, no quiero que ni siquiera respiren el mismo aire que tú. Trago saliva. Todo esto es una locura, pero al mismo tiempo me siento tan llena, tan deseada, porque yo tampoco quiero que él le sonría a ninguna otra chica, que les hable, que las mire. Es mi objeto de deseo y es mío, solo mío. |
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Todo lo que perdí de Cristina Prada
No hablábamos mucho y cualquier rastro de intimidad, aunque fuera un tímido intento por mi parte, era silenciado por su boca estrellándose contra la mía o con una embestida brutal que me llevaba de vuelta al paraíso. La manera en la que Sergio se relacionaba con las mujeres era el sexo. No por un trauma o algo parecido, como los protagonistas de las novelas románticas, sino porque él había elegido ser así. Yo no podía evitar que eso me resultase atractivo.
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Las noches en las que el cielo era de color naranja de Cristina Prada
—Las medicinas no son baratas y ponerse enfermo en este país, tampoco, por eso, simplemente, echémoslos a un lado educadamente mientras disfrutados de nuestro superávit económico —comenta sardónico, presuntuoso, con la misma descarada exigencia del parque y con la misma sexy y dura sonrisa en los labios—. No les interesa que enfermen y tampoco les interesa que se curen, perderían votos de las dos maneras.
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¿Cuántos libros componen la Saga?