Inés y la alegría de Almudena Grandes
La Historia inmortal hace cosas raras cuando se cruza con el amor de los cuerpos mortales
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Inés y la alegría de Almudena Grandes
La Historia inmortal hace cosas raras cuando se cruza con el amor de los cuerpos mortales
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Inés y la alegría de Almudena Grandes
Si no te quisiera, los paparajotes me saldrían tan malos que me pedirías pan con manteca para merendar
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La madre de Frankenstein de Almudena Grandes
“Las ilusiones son más venenosas que los pesticidas, pero cuando se comparten, mejoran mucho”(Pág. 440)
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La madre de Frankenstein de Almudena Grandes
Seguramente no era correcto procurarle a ella, y solo a ella, una muerte placida. Seguramente no se la merecía. Pero más injusto era aún el prejuicio, presuntamente ético, que condenaba a las internas a morir con dolor.
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La madre de Frankenstein de Almudena Grandes
Especialmente a sus hijas mayores que apagaran la luz, no fuera a verla alguien desde la calle y descubriera que les gustaba leer en la cama.
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Las edades de Lulú de Almudena Grandes
Me rodeó con sus brazos y me besó. El solo contacto de su lengua repercutió en todo mi cuerpo. Mi espalda se estremeció. Él es la razón de mi vida, pensé. Era un pensamiento viejo ya, trillado, formulado cientos de veces en su ausencia, rechazado violentamente en los últimos tiempos, por pobre, por mezquino y por patético.
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Las edades de Lulú de Almudena Grandes
Él volvió a reclinarse contra el asiento, me miró, y yo me di cuenta de que el mundo se estaba viniendo abajo, el mundo se me estaba viniendo abajo.
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El corazón helado de Almudena Grandes
Muy buen texto, Almudena Grandes vuelve a brindarnos una novela atractiva con buen pulso narrativo. y excelente ambientación.
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Estaciones de paso de Almudena Grandes
Las voces se interpelaban, se cabalgaban y se increpaban con un acento siempre chillón de indignación o de burla, llegaban a mis oídos muy amortiguadas, como la banda sonora de una pesadilla de otro.
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Castillos de cartón de Almudena Grandes
Estábamos en 1984, teníamos veinte años, el mudo todavía caminaba hacia delante, Madrid era el mundo y yo estaba en el medio, dispuesta a tragármelo sin tomarme la molestia de masticar antes de cada bocado.
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Castillos de cartón de Almudena Grandes
Nos enceramos en castillos de cartón, una fortaleza fragilísima y sólida al mismo tiempo como una roca, como había sido una vez la ecuación perfecta de nuestros cuerpos impares, que nos había dado más de lo que habíamos tenido nunca.
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Castillos de cartón de Almudena Grandes
Era demasiado amor. Demasiado grande, demasiado complicado, demasiado confuso, y arriesgado, y fecundo, y doloroso. Tanto como yo podía dar, más del que me convenía. Por eso se rompió. No se agotó, no se acabó, no se murió, sólo se rompió, se vino abajo como una torre demasiado alta, como una apuesta demasiado alta, como una esperanza demasiado alta.
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¿En qué ciudad nació Almudena Grandes?