Me apretujé en un rinconcito para decir adiós. ¿Llorar? No podía. Si daba un salto, aún alcanzaría la tierra. Con todo, necesitaba partir para entrar en el mundo que se abría ante mis ojos casi inocentes.
|
Me apretujé en un rinconcito para decir adiós. ¿Llorar? No podía. Si daba un salto, aún alcanzaría la tierra. Con todo, necesitaba partir para entrar en el mundo que se abría ante mis ojos casi inocentes.
|
Sus crédulos y bondadosos ojos me proporcionaban una pequeña dosis de esperanzas.
|
(…) y aquel gesto hizo nacer un solecito de agradecimiento.
|
¿Por qué debía todo partir en la vida? Simplemente, porque nacer es partir, Zezé, desde la primera hora comenzada, desde el primer momento respirado. Y tú no puedes luchar contra la dura realidad de la vida.
|
—Lo único que me correspondía era abrir en tu corazón un mundo de esperanzas y sobre todo de amor. Ahora, Monpti, voy a partir
|
—Monpti, la vida es así. La gente está siempre partiendo. No es que el corazón olvide o la nostalgia muera. Esas cosas siempre permanecen en nuestra ternura, pero la gente necesita partir en el momento exacto.
|
(…) y después sus ojos, sus claros ojos, buscaron los míos. Siempre me gustaba hablar con las personas que no desviaban los ojos. Me proporcionaba una señal de seguridad y fe.
|
Confío mucho en ti y en la bondad de ese corazón. Quien siempre ha tenido la capacidad de soñar cosas tan hermosas solo puede tener por delante una vida maravillosa.
|
—Me alegro, Monpti, porque en la vida vas a ser siempre un niño grande.
|
Hacía mucho que me había acostumbrado a la idea de que Maurice había sido uno de los sueños más hermosos de mi vida: un cofre secreto de toda mi ternura derramada.
|
El retrato de Dorian Gray