Los diamantes eran eternos… Duraban para siempre. Al igual que sus recuerdos de ella.
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Los diamantes eran eternos… Duraban para siempre. Al igual que sus recuerdos de ella.
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Si había algo que pudiera arrancarle un grito a una garganta, los restrictores lo tenian.
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Parecia la personificación misma de la muerte, y al igual que la muerte, daba la impresion de sentirse comodo.
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Mientras caminaban hacia el centro de entrenamiento, Phury miró de reojo a John y pensó que, en ocasiones, sólo se necesita un segundo para evitar un accidente mortal. A veces toda tu vida puede colgar de un hilo. O de una fracción de segundo. O de un golpe en la puerta. Eso era lo que hacía que un hombre comenzara a creer en lo divino. Realmente así era. |
John resopló y dio otra vuelta. Ese dolor era… imposible de imaginar, una terrible revelación. Su tristeza era como una enfermedad, que afectaba a todo su cuerpo y lo hacía temblar aunque no tenía frío, le sacudía el estómago aunque lo tenía vacío, y hacía que le dolieran las articulaciones y el pecho. Nunca había pensado que la tristeza pudiera ser una enfermedad física, pero lo era. Y John sabía que estaría enfermo durante mucho tiempo. |
Algunos días duran una eternidad, pensaría Phury mucho después. Y cuando el sol cae, todavía no han terminado.
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-Pero ¿no crees que ella tiene una opinión en todo esto? -Ella verá la luz finalmente. No es estúpida. En absoluto. -Z dio media vuelta y comenzó a caminar. Luego se detuvo y, sin mirar hacia atrás, agregó-: Hay otra razón por la cual quiero que estés con ella. -¿Y ésta sí tendrá sentido? -Tú mereces ser feliz. -Phury dejó de respirar mientras Zsadist murmuraba-: Vives menos que media vida. Siempre lo has hecho. Ella te cuidará y eso… eso será bueno. Eso es lo que deseo para ti. |
Zsadist se detuvo de repente a mitad del túnel, a medio camino entre la casa principal y la guarida de Vishous y Butch. Cuando miró hacia atrás, no vio nada más que la fila de luces del techo. Y hacia adelante sólo había más de lo mismo, una hilera de parches de luz que se extendían hasta el infinito. La puerta por la que había llegado al túnel y aquella por la que saldría no se alcanzaban a ver. Bueno, ¿no era eso una perfecta representación de la vida? Se recostó contra la pared de acero del túnel y se sintió atrapado, a pesar de que nada ni nadie lo detenía. |
-¿Hacer el amor? ¿Hacer el amor? -Zsadist abrió los brazos-. Bella… lo único que te puedo ofrecer es sexo. Y te aseguro que no te va a gustar. Además, francamente, a mí tampoco me gustaría follarte. Tú eres mucho mejor que las demás, mereces más que eso. -Sentí tus labios sobre los míos. Fuiste tan gentil… -Ay, por favor… -¡Cállate y déjame terminar! Z se quedó boquiabierto, como si Bella acabara de darle una patada en el trasero. Nadie había usado ese tono con él nunca. Y aunque eso ya era suficientemente extraño como para llamar su atención, el hecho de que ella fuera quien lo hiciera lo sorprendió aún más. |
-¿Quieres que me vaya de aquí? ¿Qué te dé un poco de espacio? El llanto arreció, y al cabo de un rato ella susurró: -Yo te necesito. ¡Dios, si Zsadist había oído bien, que el cielo tuviera conpasión! -Bella, deja de llorar. Deja de llorar y mírame. -Después de un instante ella respiró profundo y se secó la cara. Cuando estuvo seguro de que le estaba prestando atención, Zsadist dijo-: No te preocupes por nada. Te puedes quedar aquí todo el tiempo que quieras. ¿Está claro? Ella sólo se quedó mirándolo. -Mueve la cabeza, para que esté seguro de que me has oído. -Cuando ella lo hizo, Zsadist se puso de pie-. Y yo soy lo último que necesitas. Así que deja de decir bobadas. |
¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?