«¿Quién quiere ser un camaleón cuando es un puto unicornio?».
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«¿Quién quiere ser un camaleón cuando es un puto unicornio?».
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Él negó con la cabeza y puso los ojos en blanco, y yo, yo sentí algo en el pecho, sin nombre. Una punzada frágil y a la vez inmensa que me llevó a pensar que no solo hay flechazos en el amor romántico, también surgen en otros tipos de amor y su efecto es igual de devastador. Un torbellino imparable.
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-Marina, hazlo a tu ritmo, pero no te quedes quieta. Avanza siempre. Corre más rápido que el miedo. -Se inclinó hacia delante-. Las casas perfectas no existen, todos estamos en reforma. |
Marina me miró perpleja y pensé que aquellos ojos podían transformar el dióxido de carbono en oxígeno y que, de continuar abriéndolos tanto, se tragaría el mundo y desintegraría el puto universo.
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La mediocridad no estaba hecha para la música. La mataba. Bastante que la aceptábamos en todo lo demás, en nuestras existencias a medio gas girando en torno a cosas que nos hacían infelices. Escuchar un disco en la intimidad o ir a un concierto tenía que propulsarnos como un cohete al espacio.
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Vivamos hoy, mañana todavía no existe.
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Era fácil decirle a una persona que abandonase la gris y aburrida racionalidad y luchase por sus sueños de colores y serpentinas. Todos somos expertos consejeros ajenos. ¿La realidad? La realidad era que los sueños se cimentaban en ilusiones que en la mayoría de las ocasiones terminaban por desvanecerse.
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¿Quién quiere ser un camaleón cuando es un puto unicornio?
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Amor no es allí donde se sufre.
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...las personas no vienen al mundo a ser felices, vienen al mundo a sobrevivir...
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Una oda de Friedrich Schiller se escucha al final de su última sinfonía cantada por un coro.