La gente debería compartir los momentos negros y grises y no solo los de color. Todo nos iría mejor. Seríamos auténticos.
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La gente debería compartir los momentos negros y grises y no solo los de color. Todo nos iría mejor. Seríamos auténticos.
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Una vez leí que perteneces a todos los lugares a los que regresas cuando cierras los ojos, pero yo creo que tu verdadero sitio es aquel en el que quieres permanecer con ellos abiertos.
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Pero es que ahora ya no me bastaba con tener futuro, quería en él a la chica, un perro, gato, dos críos y la puta casa. Lo quería todo. Con ella. Todo con ella. Hasta agotar los recursos y que la vida se extinguiese. Y la sensación era idéntica a tener una metralleta disparando ráfagas en modo automático contra tu pecho sin tregua.
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Nunca valoré que una persona pudiese ser el efecto invernadero de otra y el bajista se convirtió en mi particular cambio climático.
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Ya había perdido demasiadas fracciones a lo largo de mi corta e intensa trayectoria. No podía arriesgarme a renunciar a una más. Si lo hacía, si cedía, ¿quedaría lo suficiente de mí para seguir siendo una persona?
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Dicen que es imposible reconocer el segundo exacto en el que te enamoras de una persona. Al fin y al cabo, querer es un cúmulo de momentos. Se ama poco a poco. Lento. Alimentando con mimo a la oruga para que un día se convierta en mariposa. Un proceso tan gradual que un día sencillamente lo notas en tu corazón al despertarte y el cuándo y cómo entró es una pregunta sin respuesta. Pero yo lo hice allí. Sentí las compuertas abiertas y el pie de Noah al traspasarlas. |
Estoy convencido de que cuando menos lo esperemos, estando juntos, seremos capaces de parar el mundo.
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Lo bueno de la vida es no conocer cuándo llegará a su fin. Es esa ignorancia la que te permite ser libre. Tener paréntesis, descansar, no andar siempre agobiado con que debes hacer algo memorable cada puto segundo o de lo contrario lo estarás malgastando. Ser feliz veinticuatro horas los siete días de la semana. Lo bueno de no conocer cómo, cuándo y dónde se apagarán tus pulsaciones es que tienes el beneficio de vivir de verdad, con tus días grises, tardes tiradas a la basura y noches quejándote con tus amigos del curro precario que has pillado para comprarte el coche. |
-¿Por qué yo? -La pregunta correcta sería: «¿Cómo no ibas a ser tú?». |
Ahora lo entiendo -susurró a mi espalda-. Eres nuestra gota de lluvia, Dinamita, tú vas a hacer que la tierra infértil florezca.
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Una oda de Friedrich Schiller se escucha al final de su última sinfonía cantada por un coro.