Solo los valientes se atreven a despedirse de la cordura de vez en cuando y disfrutar del arte de hacer que los latidos dejen de perderse en un movimiento involuntario y cuenten.
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Solo los valientes se atreven a despedirse de la cordura de vez en cuando y disfrutar del arte de hacer que los latidos dejen de perderse en un movimiento involuntario y cuenten.
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El dinero no me daba alas, sino que se convertía en la pala que cavaba mi tumba. Y daba igual que esta fuera de oro, la arena era la misma y los gusanos se comerían mi cadáver.
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Pocas personas lo saben, pero a veces solo hace falta que una persona crea que eres único para que tú también te veas así.
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El corazón puede agarrar el timón de tu vida en numerosas ocasiones y de todas aprenderá, ya sea por el daño que una tormenta hace sobre el músculo impactando con dureza o por la dulzura de verlo reforzado. No importa. Nunca volverás a ser el mismo. Al fin y al cabo, es el órgano que rige tu existencia. El que provoca tu primer aliento y tu último suspiro. El punto final cuando estás trazando con un lápiz esa línea circular a la que llaman vivir.
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La vida pocas veces es como la hemos planeado. Da igual las vueltas que le hayas dado hasta trazar su camino imaginario o las metas dibujadas, al final ella decide.
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La vida es sencilla. Nosotros la complicamos.
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Hay personas que te enseñan tanto que llegas a creer que te descubrieron el mundo.
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Nuestra existencia es tan ínfima que, si la comparas con las estrellas, no somos nada. Algo pasajero. Fugaz. Perecedero. Un cometa que surca el cielo y cuyo rastro acaba apagándose. Hay que asumirlo. Nunca seremos eternos y probablemente no nos recordarán pasados cien años. Nuestro nombre se perderá. Nadie se acordará del sonido de nuestra risa. Nadie sabrá a qué olía nuestro pelo recién lavado.
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Todo ello repleto de lujos, descontrol, desenfreno y una actitud que provocaba que cada día el número de personas que me odiaban desde sus sofás, sin conocerme, aumentase considerablemente
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No podía poner una fecha exacta al instante en que entregue mi alma al diablo
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Manolito ...