En casa

Dice Javier Cercas que la literatura no es lo que lees, sino lo que relees. La obra de Marylinne Robinson es claramente de esta última clase. Cuando pasas la última página sabes que algún día volverás a ella y que muy posiblemente tampoco la agotes esa segunda vez. de hecho, aunque no es necesario haber leído previamente “Gilead” , ciertos hechos que aquí se nos ocultan se encuentran en la anterior entrega, de la misma forma que otros que se ocultaron en Gilead aparecen aquí, y como soy de natural desmemoriado y por edad prácticamente amnésico, volví a ese primer volumen con la intención de rellenar los huecos: tras unos pocos pasajes, no tuve la menor duda de que la novela había crecido desde aquella primera lectura de forma tan espectacular como esos bollos que Glory metía al horno para contentar a su severo y siempre decepcionado padre.

“Dios es leal. Permite que nos extraviemos para que sepamos lo que significa volver a casa.”

Glory, huyendo de un desengaño amoroso, ha vuelto a la casa de la familia para cuidar de su anciano padre, pastor presbiteriano de Gilead ya retirado. Si bien la novela está escrita en tercera persona, será su perspectiva la elegida por la autora para conducir el relato y será su hermano Jack, que aparece tras veinte años ausente, su gran protagonista.

“Todos estos años le he ahorrado saber que yo no era merecedor de su pesar.”

Jack fue siempre un inadaptado, crítico con la religión de sus padres, que era aceptada con suma facilidad y sin reflexión alguna por sus hermanos, se fue marginando, aislando de todo y de todos, adoptando un comportamiento rebelde y problemático que avergonzaba a su familia, y con particular intensidad al pastor, que veía en él su fracaso como padre. Posiblemente, por ser el más necesitado de todos los hermanos, era el más querido por su padre, hecho que le aislaba aún más ante la imposibilidad de estar a la altura de lo que de él se demandaba.

“… aquella casa había sido el lugar donde Jack tal vez no estaba, o donde no estaba. ¿Por qué se había marchado? ¿Dónde había ido? Aquellas preguntas habían permanecido suspendidas en el aire mientras todos intentaban obviarlas… Habían temido tanto perderlo… Y luego lo habían perdido, y aquélla era la historia de la familia…”

Jack es alguien descontento consigo mismo, cabreado con el mundo por ser incapaz de enderezar su vida, de impedir los conflictos, de evitar hacer sufrir a aquellos que quiere. Eso le hace, por un lado, tener una aguda sensibilidad al más mínimo gesto de rechazo, siendo especialmente mortificante los que recibe de su padre, y, por otro lado, no creerse merecedor de cualquier acto de bondad que se tenga hacia él, cuestiones ambas que le empujan a una detestada soledad.

“Debes dejar a Dios la decisión de qué mereces. Piensas demasiado en ello, en qué mereces. Creo que una parte del problema está ahí.”

Todo ello se plantea en la novela, como ya ocurriera en Gilead, en clave religiosa. Así, Jack cuestiona el problema de la predestinación, de la aparente injusticia que se observa en el reparto de la gracia divina, de lo incomunicable que es la VERDAD a quién carece de esa gracia… problemas teológicos que su padre solo es capaz de resolver apelando al misterio. Una explicación del todo insuficiente para Jack, que además no comprende cómo, pese a las desgracias y las injusticias que en el mundo han sido, se sigue dando gracias a un Dios que se supone bondadoso y compasivo.

“La idea es que el esplendor de la creación y de las criaturas humanas constituye el testigo de una intención misericordiosa que se esconde detrás de todo y que manifiesta la compasión y el amor divino. Que sustenta el mundo en general y que está presente en la experiencia de las personas cuyas almas están salvadas, o lo estarán.”

Esta idea, la de que vivimos en el mejor de los mundos posibles (algo que se deriva directamente de la creencia en la infinita bondad de Dios y su absoluta omnipotencia), es un argumento muy proclive al mantenimiento de las injusticias, algo que, en el caso concreto de la represión que sufre la población negra, enfrenta a Jack con su padre y será la razón del porqué del final de la novela.

“Creo que la esperanza es lo peor del mundo… mientras dura, hace de ti un estúpido. Y cuando desaparece, es como si no quedara nada de ti… excepto aquello de lo que no puedes librarte.”

Entre ellos se establece la necesidad de perdonar y ser perdonados, y ante esa necesidad se plantea la disyuntiva sobre si es la compresión lo que lleva al perdón o si es este el que favorece a aquella. Ustedes juzgarán si estos dos seres llegaron a comprenderse y a perdonarse.

Otra magnífica novela que hace crecer mi admiración por la autora y las ganas de leer todo lo que haya escrito.