Jack

“Jack” culmina la tetralogía que Marilynne Robinson empezó con Gilead, y, aunque la autora demuestra una vez más su maestría, su sensibilidad y su profundidad a la hora de retratar personajes y de plantear dilemas morales y vitales, no me ha parecido que esté a la altura de las novelas que la precedieron.

Puedo disculparle que su prosa siempre pausada, elegante y reflexiva se haya aquí espesado un tanto, tratándose del personaje más oscuro y perdido de su elenco, pero algo que estimé como un pecadito venial en sus otras novelas, en “Jack” ha pasado a mayores: la insistente repetición de ciertas actitudes, de ciertos pensamientos, de ciertas ideas que ni el carácter obsesivo de su protagonista puede justificar.

Para quién no haya leído ninguna de las otras novelas (no sería necesario, su seguimiento y comprensión es independiente de las entregas anteriores, aunque, naturalmente, la historia se beneficia de esas lecturas), les cuento que Jack es hijo de un pastor presbiteriano que, crítico con la religión de sus padres y hermanos, poco a poco se fue aislando de todo y de todos, creciendo rebelde y problemático. Esa soledad indeseada le llevó a un profundo descontento consigo mismo, sentimiento que extendió al mundo entero con el que parecía haber contraído una deuda impagable que se iba acrecentando cada vez que, intencionadamente o no, provocaba un daño, algo que él asegura que sucedía con mucha frecuencia.

“El perdón me asusta. Parece una especie de antídoto contra el arrepentimiento, y hay cosas de las que no me he arrepentido lo bastante.”

Su aguda sensibilidad le hace experimentar la mirada ajena como una pesadilla y permanecer atento al más mínimo gesto de rechazo que, contradictoriamente, cree merecer y hasta provocar intencionadamente. de igual forma, soporta pacientemente frecuentes humillaciones y penalidades. Hay momentos en los que parece que es Dickens el autor de una novela sobre un nuevo Jesús que ofrece en todo momento la otra mejilla como si de un justo castigo se tratara. Por todo ello, y buscando una inocuidad que le salvara de su previsible destino, y a pesar de su educación e inteligencia, elige una vida solitaria de vagabundo que, aun siendo un ser profundamente moral, no puede evitar mentir, robar o emborrachase, como si quisiera provocar la ira de ese Dios de sus padres en el que no cree y al que parece reprochar esa inexistencia que solo él parece advertir.

“Un hombre destructivo en un mundo donde todo puede arruinarse o romperse”

Así las cosas, aparece Della Miles, una maestra, hija también de un predicador y que comparte con Jack su amor por la poesía. Della es de raza negra.

“Una vez en la vida, tal vez, miras a un desconocido y ves un alma, una presencia gloriosa fuera de lugar en el mundo. Y si amas a Dios, cada elección te viene dada. Entonces no hay vuelta atrás. Has visto el misterio…, comprendes qué es la vida. Para qué sirve.”

Estamos en St. Louis, en una época en la que la segregación racial es absoluta y los matrimonios mixtos se paga con la cárcel.

“Ese pacto infernal que convertía en transgresión y delito algo que era inocente”

Della es la persona que podría hacerle soportable la vida, pero el simple hecho de que los vieran paseando por la calle podría ser fatal para ella. Así, la novela se parte en dos, ambas con el paisaje de fondo del racismo más radical y miserable. Por un lado, la tierna y conmovedora relación que se establece entre ambos amantes, siempre alertas ante cualquier gesto que pudiera echar por tierra el ya de por sí inestable vínculo que les une.

“Si ahora le tocara la cara, por levemente que fuera, las cosas serían distintas después. Así es el mundo: tocas algo, cambias el mundo. Se necesita cautela.”

Por otro lado, el más extenso y blanco de mi crítica inicial, el que trata sobre el conflicto que se desata en el interior de Jack entre aferrarse a lo que parece ser su único camino de redención o no seguir una relación abocada a causar un daño irreparable a la persona que más quiere. Una problemática sugerente e interesante que, como dije, con escasas variaciones se repite una y otra vez de forma innecesaria.