La suerte de los idiotas

La suerte de los idiotas es un buen thriller que te mantiene alerta hasta el final. Bien narrado, bien detallado y buenos personajes. Me gustó y lo recomiendo. Además muy bien ambientado en Galicia. No podrás parar de leer. Gran obra de este autor poco conocido.

Me enganchó mucho al principio, lo cierto es que es una historia buena, policiaca y muy marcada por los cliches de este género. Pero a partir de la mitad da un giro radical de forma que pareciese fuesen dos historias distintas pegadas en ese punto con superglú. Tanto quiere ocultar la trama que acaba siendo un cambio muy brusco.
Punto muy positivo la narración del autor y la trama en sí.
Buena opción para pasar un rato entretenido.

«Los idiotas están por todos lados. Camuflados detrás de su aspecto inofensivo, sobreviven, se alimentan y crecen gracias a la oportunidad que les concedemos de meterse en nuestra vida».

Hace tiempo que tenía pendiente leer la nueva novela de Roberto Martínez Guzmán, La suerte de los idiotas, después de dejarme cautivado con su anterior trabajo Siete libros para Eva.
He aprovechado mi suscripción a Amazon Prime para leerla de forma gratuita, una promoción que le está sentando muy bien en la novela, pues desde que entro en ella no ha dejado el Top3 de ventas de Amazon.

«Yo era un cabrón bastante tosco y de relaciones difíciles».

Lucas Acevedo es un policía que se ha cogido una excedencia lastrado por lo sucedido en su último caso. Vuelve a Galicia, si región de origen, para poder coger aire, pero por azar se encuentra en una situación que le complicará mucho la vida y hará que su excedencia no sea tan plácida.
¿Cuántas casualidades tiene la vida? Más de las que imaginamos, y Lucas Acevedo se ha encontrado con una de ellas. Pudo cerrar los ojos, pero pudo más su conciencia. Lo que no sabía eran las consecuencias que le traería.
Podemos decir que esa es la base de la novela, pero para mi gusto le dedica demasiado tiempo en desarrollarla.
Me explico.

«Nunca vas a conseguir que idiota abandone su condición o regrese sobre sus pasos en el tortuoso sendero de la violencia gratuita y despiadada una vez que la han saboreado».

Después de leer la sinopsis en la que pone: «Sin embargo, pronto se complicará en sus planes. Mucha gente comenzara a morir en su entorno», pensé que me encontraría con esos cadáveres en un tiempo prudencial de lectura. Pero es pasada la mitad de la novela cuando comienzan a aparecer y el ritmo de la trama subo un poco. Todo ello ha provocado en mí una extraña sensación cuando leía: el argumento se desarrollaba de forma demasiado tranquilo.
Que una novela sea tranquila no es nada malo. Hace poco que os hablaba de la chica salvaje de Delia Owens. Os decía que se necesita calma y que me había encantado cómo la desarrollaba. Por contra, en La suerte de los idiotas me ha faltado algo más en esa mitad de novela, que pasarán más cosas. Es que incluso un punto muy importante de la novela: ¿qué le pasó a Lucas Acevedo en su anterior caso?, se sabe pasada esa mitad de la lectura.
Me ha parecido que los dos personajes aguantaban demasiado peso argumental y que yo me iba desinflando mientras leía prestando menos atención.

«A menos que hubiera extrañado a alguien, sumaban diez cadáveres».

Y llegan los anunciados muertos, y no es porque una novela negrocriminal los necesite de forma obligatoria, pero como esperaba un cambio en forma de muertos, pues se agradecen.
La novela gana en ritmo, pero sobre todo ganó de nuevo mi intención.

Aunque la segunda parte no puede existir sin la primera, está claro que me ha gustado mucho más ese final de novela que su inicio y que como los dos van de la mano, consiguen completar una novela negrocriminal correcta.
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En esta novela el protagonista es Lucas Acevedo, un policía quemado tras su último caso en Madrid y que se encuentra en excedencia. Está tocado y se ha ido a su tierra. Se encuentra recluido en un ático del que ha hecho su fortaleza, que no su hogar, y en el que ha encontrado un compañero independiente que apenas si le da quehacer, se trata de Edward, un gato persa que lo ha adoptado y al que le suele contar sus cosas.

En un día en el que se autoimpone el salir de casa a tomarse unas copas y vivir, se encuentra que hay una escena que le llama la atención. Un hombre está maltratando a una mujer, no lo puede permitir es algo que le sale de dentro y sale a defenderla de los golpes desmesurados que esta está recibiendo. El marido no acoge bien la interrupción de la paliza y cuando Lucas intenta llevarse a la mujer al hospital para que la atiendan, sale tras ellos y no de muy buenas formas, balas incluidas. Ni Yolanda, la mujer agredida, ni Lucas imaginaban esa reacción desmedida.
Aunque ella no tiene claro lo de denunciarlo, está claro que la tiene que poner, y necesitará protección. Su marido el gran Marcos Varela, cirujano que tiene consulta privada y también en el hospital ha sido herido en lo más profundo, su orgullo y en su mano. No perdonará la afrenta.

Pronto comienzan a aparecer cadáveres alrededor de Lucas, gente relacionada de una u otra manera con la mujer que ha defendido y su marido. Nada es lógico y Lucas tendrá que sacar su instinto para averiguar qué está ocurriendo.

De repente, de estar en una burbuja, se va a ver envuelto en un mundo de personajes adinerados, médicos de ego increíble, abogados que no les van a la zaga; el mundo de las apuestas, los préstamos y los matones irrumpirán en lo que no parecía un paisaje tan negro. Vigo tiene una cara oculta por la que nos lleva el autor con el fondo de una agradable banda sonora, que envuelve el escabroso mundo de los malos tratos y las venganzas.

Está muy bien escrita,y a pesar de los muchos cadáveres con los que se encuentran los protagonistas, no es una novela que se recree de modo gratuito en la violencia, es entretenida, rápida, y con mucha intriga. Había una cosa que iba arrastrando como un pero durante parte de la novela, sin embargo es perfectamente resuelto al final. Quedando una obra, en mi opinión, impecable.
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