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La predisposición de la novela es magnífica, atrayente para todo tipo de público. Como dicta su publicidad: Un orfanato abandonado, una isla misteriosa, una extraña colección de fotografías muy peculiares... Nada más lejos de la realidad, adelanto que el envoltorio de este caramelo es más satisfactorio que lo encontraremos en el interior. Y no por eso estamos ante una mala novela, ni mucho menos, pero el transcurso de los acontecimientos de la misma se avecina tormentoso y previsible. A pesar de su apariencia como novela juvenil, creo que tiene argumentos para satisfacer a lectores adultos, a pesar de que estos últimos se encuentren con una historia más insípida de la que esperaban. Dimensiones paralelas, bucles infinitos de otro tiempo... Aunque parezca enrevesado, todo estará narrado de manera demasiado simple y directa, característica en la que pecan muchos escritores primerizos, algunos con mejores resultados que otros. El autor ha imaginado una historia alrededor de todas las fotografías reales que tenía sobre la mesa, con un punto de vista discreto mezclado con aspectos dramáticos como el nazismo o la guerra. El desarrollo comienza con fuerza, intensidad y con interés por contar una trama a priori, más que interesante. Pero una gran historia no se recuerda por como comienza sino como acaba, y esta se va diluyendo a cada página que pasamos. Grandes expectativas creadas para quedar en agua de borrajas a partir de la mitad del libro. Un inicio prometedor, interesante y bien desarrollado que genera misterio al poner todas las cartas sobre la mesa desde la primera línea. Las fotografías reales que bañan la historia es lo más interesante y destacable de la misma, puesto que todo gira en torno a ellas. Todo el aura misterioso que desprende cae en detrimento del drama fácil y lineal que tanto hemos visto y leído a estas alturas. Eso sí, está mejor que la adaptación cinematográfica dirigida por Tim Burton. + Leer más |