Ella miró un instante por encima del hombro de él y luego a sus ojos. Eran un abismo que ella conocía en toda su profundidad.
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Ella miró un instante por encima del hombro de él y luego a sus ojos. Eran un abismo que ella conocía en toda su profundidad.
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Y en todos esos mundos de la biología, buscaba una explicación de por qué una madre abandona a sus crías.
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—¿Ahora soy tu novia? —preguntó ella. Él sonrió. —¿Quieres serlo? —Sí. —Puede que seas demasiado joven. —Pero sé de plumas. Apuesto a que las demás chicas no saben de plumas. —Muy bien. Y volvió a besarla. Esta vez ella inclinó la cabeza a un lado y relajó los labios. Y, por primera vez en su vida, sintió el corazón pleno. |
Porque lo que tampoco le confesó era lo que sentía por ella, una mezcla entre el dulce amor por una hermana perdida y el amor abrasador por una chica. Ni él mismo conseguía dilucidarlo del todo, pero nunca había sentido nada tan poderoso, la fuerza de emociones tan dolorosas como placenteras.
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—¿Recuerdas, cuando leíste tu primera frase, que dijiste que algunas palabras tenían mucho contenido? —dijo un día Tate, sentado en la orilla del riachuelo. —Sí, me acuerdo. ¿Por qué? —Pues que eso pasa sobre todo en los poemas. Las palabras de los poemas sirven para algo más que decir cosas. Agitan las emociones. Hasta hacen reír. |
Una parte de ella ansiaba tocarle la mano; era un deseo extraño, sus dedos se negaban. En vez de eso, memorizaba las venas azuladas del interior de su muñeca, tan intrincadas como las que asoman en las alas de una avispa.
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—Sabes leer, Kya. Ya no habrá un tiempo en que no sepas leer. —No es solo eso —murmuró ella, casi en un susurro—. Es que no sabía que las palabras pudieran contener tanto. No sabía que una frase pudiera estar tan llena. Él sonrió. —Es una buena frase. No todas las palabras tienen tanto contenido. |
Kya no recordaba cómo se rezaba. ¿Lo importante era cómo poner las manos o lo fuerte que cerrabas los ojos?
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Su padre le había dicho muchas veces que un hombre de verdad es aquel que llora sin vergüenza, lee poesía con el corazón, siente la ópera en el alma y hace lo que haga falta para defender a una mujer.
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—No creas que la poesía es para maricas —siguió diciendo Scupper—. Hay muchos poemas de amor muy ñoños, sí, pero también los hay graciosos, y muchos sobre la naturaleza, incluso sobre la guerra. Están para hacerte sentir algo.
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10 negritos