Riesgos de los viajes en el tiempo

Sentí, sin embargo, una oleada tan poderosa de gratitud que podría haberme echado a llorar.

Pero así como alguien encerrado en una jaula muy pequeña no tiene conciencia de otros, encerrados de igual modo, y, debido a su desesperación, no está en condiciones de compadecerse de nadie, tampoco yo pensaba en nada que no fuese mi propia situación.

Me esforzaba por pensar que algún día volvería a verlo y que lo perdonaría. Pero los ojos se me llenaban de lágrimas ante un pensamiento insoportable: el de que ni siquiera deseara mi perdón.

Nada se olvida nunca, nadie va a ningún sitio donde no esté ya.

Aquella sonrisita de suficiencia era solo para mí: una esquirla de hielo que me atravesaba el corazón.

Sobre todo era su expresión, algo a medio camino entre la sonrisa y la mueca, cambiante, con el ceño fruncido, destinada a transmitir que estaba pensando ciertas cosas que era mejor mantener secretas.

Si te esfuerzas lo suficiente para 'no pensar' en algo, y levantas una barrera mental en contra, y otras personas a tu alrededor hacen lo mismo, se puede "olvidar"...hasta cierto punto.

Y entonces, en aquel lugar donde vivía en la más radical de las soledades, me enamoré.
No fue la primera persona que me miró con amabilidad [...] Ni con aire protector. Ni siquiera con curiosidad.
Fue la primera persona que supo. Al mirarme, supo en un instante quién era. Lo que era.

Lo más extraño de todo era la biblioteca de la universidad: un enorme edificio de piedra con numerosos pisos, algunos incluso bajo tierra, llenos de sucesivas hileras de "estanterías" que contenían "libros" que se podían tocar y abrir "con las manos".

En su sonrisa habitaba un rictus de suficiencia destinado solo a mí.