Lo curioso del libro es que, al sostenerlo y «leerlo», alcanzas con él una conexión íntima, como con algo vivo, cosa que no se sentía con un libro electrónico; tan pronto como terminabas con el texto electrónico, lo almacenabas o lo borrabas; no tenías un sentimiento especial de propiedad. No lo podías ver en la estantería ni sobre la mesa, ni tampoco podías admirar su diseño. A todos los efectos, había sido Aniquilado.
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