Al principio, los libros me habían parecido muy extraños. Objetos hechos de papel y cartón, pensados para su lectura. Cuánto desperdicio y qué toscos me parecieron: un objeto que has de sostener con las manos (porque para leer hace falta pasar las páginas). Solo se podían llevar sin problemas cinco o seis libros a un tiempo, mientras que en cualquier soporte electrónico se tiene acceso a miles. Pero entonces me di cuenta de que, si se iba la luz podías seguir leyendo, dado que el libro que tenías entre las manos no iba a desaparecer. Lo curioso del libro es que, al sostenerlo y leerlo, alcanzas con él una conexión íntima, como con algo vivo, cosa que no se sentía con un libro electrónico; tan pronto como terminabas con el texto electrónico, lo almacenabas o lo borrabas; no tenías un sentimiento especial de propiedad. No lo podías ver en la estantería ni sobre la mesa, ni tampoco podías admirar su diseño. A todos los efectos, había sido ANIQUILADO. |