Aunque no lo parezca, existe una lógica en todo este asunto: los sistemas más autoritarios suscitan, en las naciones en los que se aplican, los casos más sorprendentes de desviaciones —y, por eso mismo, una relativa tolerancia respecto a las excentricidades humanas más apabullantes—. No sabemos lo que es un excéntrico hasta que conocemos a un excéntrico japonés. ¿Había dormido bajo los escombros? Estaban curados de espanto. Japón es un país que sabe lo que significa «volverse loco».
|