—Puerco —dijo, sonriéndome dulcemente—. Criatura repugnante. Yo era una niña fresca como una flor, y mira lo que has hecho de mí. Debería llamar a la policía y decirle que me has violado. Oh, puerco, puerco, viejo puerco.
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—Puerco —dijo, sonriéndome dulcemente—. Criatura repugnante. Yo era una niña fresca como una flor, y mira lo que has hecho de mí. Debería llamar a la policía y decirle que me has violado. Oh, puerco, puerco, viejo puerco.
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Por favor, lector: a pesar de tu exasperación contra el tierno, morbosamente sensible, infinitamente circunspecto héroe de mi libro, ¡no bonitas estas páginas esenciales! Imagínate: no puedo existir si no me imaginas. Trata de discernir a la libre en mí, temblando en el bosque de mi propia iniquidad; y hasta sonríe un poco. Después de todo, no hay nada malo en sonreír.
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El cotidiano dolor de cabeza en el aire opaco de esta tumba que es mi celda me perturba, pero debo perseverar. He escrito ya más de cien páginas y no he llegado a nada todavía. Mi calendario se confunde. Debió de ser hacia el 15 de agosto de 1947. No creo que pueda seguir. Corazón, cabeza, todo... Lolita, Lolita, Lolita, Lolita, Lolita, Lolita, Lolita, Lolita. Repítelo hasta llenar la página, tipógrafo.
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¡No somos demonios sexuales! ¡No violamos como los buenos soldados! Somos caballeros tristes, suave, con ojos de perro, lo suficientemente bien integrados como para controlar nuestra ansiedad en presencia de adultos, pero dispuestos a dar años y años de vida por una sola oportunidad de tocar a una nínfula.
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Señores y señoras del jurado, la mayoría de los delincuentes sexuales que anhelan un contacto palpitante, suavemente plañidero, pero no forzosamente copulativo, con una jovencita son extranjeros inocuos, inadaptados, pasivos, tímidos, solo piden la comunidad que les permita observar su comportamiento inofensivo y soi-disant aberrante, sus íntimas, cálidas, húmedas manías de privada desviación sexual, sin que la policía y la sociedad caiga sobre ellos.
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Quiero que mis lectores participen de la escena que he de evocar. Quiero que examinen cada pormenor y vean por sí mismos hasta qué punto fue cauteloso y casto lo ocurrido, si se lo considera como lo que mi abogado ha llamado (en una conversación privada) «simpatía imparcial». Empecemos, pues. Tengo ante mí una tarea difícil.
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Se verá por ellas que el esquema de la inventiva del diablo era día tras día el mismo. Al principio me tentaba para después burlarme, dejándome con un dolor sordo las raíces mismas de mi ser.
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“Lolita había entrado en mi mundo, en la sombría y misteriosa Humberlandia, con violenta curiosidad, y lo había inspeccionado con una mueca de divertido disgusto, pero para aquel entonces me parecía que estaba dispuesta a marcharse de él con un sentimiento similar a una franca repulsión”.
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Domingo. Cambiante, malhumorada, alegre, torpe, graciosa, con la acre gracia de su niñez retozona, dolorosamente deseable de la cabeza a los pies”.
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“Ahora creo llegado el momento de introducir la siguiente idea: hay muchachas entre los nueve y los catorce años de edad, que revelan su verdadera naturaleza, que no es la humana, sino la de las ninfas (es decir, demoníaca), a ciertos fascinados peregrinos, los cuales muy a menudo, son mucho mayores que ellas hasta el punto de doblar, triplicar o incluso cuadruplicar su edad”.
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¿De qué nacionalidad es el autor de esta novela?