Lolita

Entre los límites de los 9 y los 14 años, surgen doncellas que revelan a ciertos viajeros embrujados dos o más veces mayores que ellas, su verdadera naturaleza no humana sino ninfica (o sea demoníaca), propongo llamar NINFULAS a esas criaturas escogidas.

De vez en cuando, aprovechaba las relaciones que había hecho con sociólogos y psicólogos para visitar en su compañía varias instituciones, tales como orfanatos y reformatorios, donde podían contemplarse pálidas jóvenes pubescentes de pestañas gruesas con una impunidad perfecta como la que se nos está asegurada en sueños.

Es curioso lo difícil que resulta esconder cosas, sobre todo cuando se tiene una mujer que pasa el tiempo bregando con los muebles.

¿Sabes?... Lo espantoso de morirse es que se queda uno tan librado a sí mismo.

Hay dos clases de memoria visual: con una, recreamos diestramente una imagen en el laboratorio de nuestra mente con los ojos abiertos (y así veo a Annabel, en términos generales […]); con la otra, evocamos instantáneamente con los ojos cerrados, en la oscura intimidad de los párpados, el objetivo, réplica absolutamente óptica de un rostro amado, un diminuto espectro de colores naturales (y así veo a Lolita).

Después se precipitó a mis brazos impacientes, radiante, abandonada, para acariciarme con sus ojos tiernos, misteriosos, impuros, indiferentes, umbríos… como la más barata de las bellezas baratas. Pues eso es lo que imitan las nínfulas, mientras nosotros nos quejamos y morimos.

(…) tuve otro ataque de locura (si puede aplicarse ese término cruel a la melancolía y a una sensación de angustia insoportable).

Me observó como haciéndose cuenta del hecho increíble, y de algún modo tedioso, confuso, innecesario, de que ese valetudinario distante, elegante, esbelto, cuarentón, de chaqueta de terciopelo que estaba sentado junto a ella, había conocido y adorado cada poro y folículo de su cuerpo pubescente.

En sus ojos lavados y grises, tras los extraños anteojos, nuestros pobres amores se reflejaron un instante, y fueron valorados y descartados como cosa aburrida, como una reunión pesada o un picnic con lluvia al que sólo los tipos más aburridos hubieran acudido, como un pedazo de barro seco en que se aterronara su niñez.

(…) sólo transcurrieron dos segundos, en realidad, pero permitidme asignarles tanta duración como puede sobrellevar la vida.