Lolita de Vladimir Nabokov
En sus ojos lavados y grises, tras los extraños anteojos, nuestros pobres amores se reflejaron un instante, y fueron valorados y descartados como cosa aburrida, como una reunión pesada o un picnic con lluvia al que sólo los tipos más aburridos hubieran acudido, como un pedazo de barro seco en que se aterronara su niñez.
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