Yo era un muchacho fuerte y sobreviví; pero el veneno estaba en la herida y la herida permaneció siempre abierta.
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Yo era un muchacho fuerte y sobreviví; pero el veneno estaba en la herida y la herida permaneció siempre abierta.
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¿Sabes?... Lo espantoso de morirse es que se queda uno tan librado a sí mismo.
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Es curioso lo difícil que resulta esconder cosas, sobre todo cuando se tiene una mujer que pasa el tiempo bregando con los muebles.
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De vez en cuando, aprovechaba las relaciones que había hecho con sociólogos y psicólogos para visitar en su compañía varias instituciones, tales como orfanatos y reformatorios, donde podían contemplarse pálidas jóvenes pubescentes de pestañas gruesas con una impunidad perfecta como la que se nos está asegurada en sueños.
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Entre los límites de los 9 y los 14 años, surgen doncellas que revelan a ciertos viajeros embrujados dos o más veces mayores que ellas, su verdadera naturaleza no humana sino ninfica (o sea demoníaca), propongo llamar NINFULAS a esas criaturas escogidas.
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Until I could safely marry my little Creole: for I must confess that depending on the conditiion of my glands and ganglia, I could switch in the course of the same day from one pole of insanity to the other - from the thougt that around 1950 I would have to get rid somehow of a difficult adolescent whose magic nymphage had evaporated-to the thought that with patience and luck I might have her produce eventually a nymphet with my blood in her exquisite veins, a Lolita the Second, who would be eight or nine around 1960, when I would still be danse la force l'âge; indeed, the telescopy of my mind, or un-mind, was strong enough to distinguish in the remoteness of time a vieillard encore vert - or wast it green rot?-bizarre, tender, salivating Dr. Humbert, practicing on supremely lovely Lolita the Third the art of being a granddad.
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Y ésta es la única inmortalidad que tú y yo podemos compartir, Lolita.
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Es extraño que el sentido del tacto, tan infinitamente menos precioso para los hombres que la vista, se convierta en los momentos críticos en nuestro principal –si no único– asidero de la realidad.
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(…) y en la cúspide misma de esa ternura humana, agonizante, generosa –mi corazón estaba pendiente de su cuerpo desnudo, ya en vías de arrepentimiento–, súbitamente, irónicamente, horriblemente, el deseo se henchía de nuevo y... oh, no, decía Lolita con un suspiro al cielo, y un momento después la ternura y el azul… todo estallaba.
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Te quería. Era un monstruo pentápodo, pero te quería. Era despreciable y brutal, y depravado y cuanto podía imaginarse, mais je t’aimais, je t’aimais! Y había momentos en que sabía cuanto pasaba por ti, y saberlo era el infierno (…)
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¿De qué nacionalidad es el autor de esta novela?